El reciente ataque de Israel contra El Líbano se inicia en retaliación al secuestro de dos de sus soldados por parte de Hezbolá, quien pretendía con esta medida un intercambio por prisioneros libaneses que hace más de veinte años se encuentran en cárceles israelíes. Israel ha hecho lo mismo en el pasado, secuestrando a líderes libaneses y matándolos dentro de su propio territorio; sin mencionar que repetidamente ha violado la soberanía libanesa por mar, tierra y aire.

Israel ha reaccionado de manera desproporcionada con este ataque, no sólo destruyendo gran parte de la infraestructura libanesa (puentes, carreteras, aeropuertos, plantas de agua y de electricidad), sino también agrediendo a los civiles hasta en sus propias casas, asesinando a cientos de ellos, de los que gran mayoría han sido mujeres, ancianos y niños. La ofensiva ha causado más de 1.500 víctimas -sin contar los cuerpos que no han podido ser rescatados de los edificios derrumbados-, así como miles de heridos y cerca de un millón de personas desplazadas que han tenido que refugiarse en escuelas y parques; faltándoles necesidades básicas como agua, comida, electricidad, medicamentos, entre otros. En definitiva, este ataque ha resultado en una gran catástrofe social.

Los actos beligerantes de Israel -que han causado una inmensa pérdida material y humana- incluso incurren en genocidios, son completamente injustificados y además condenados por el Derecho Internacional Humanitario.

Revisando la historia del conflicto del Medio Oriente entre Israel y sus vecinos, se puede ver que a través de la guerra nunca se ha alcanzado una paz o seguridad perdurables; sino que por el contrario se han generado más luchas. Después de cada una la animosidad y el engaño aumentaron; la resistencia y la destrucción se propagaron cada vez más.

Sin embargo la paz y seguridad que ha logrado Israel con algunos países árabes después de cruentas luchas, se alcanzó sólo por medio de negociaciones, intercambio de propuestas y aceptación de no agresión por todas las partes involucradas, además de la realización de convenios de paz y el establecimiento de relaciones normales. El resultado de la guerra en sí no resuelve problemas: la resolución de un conflicto se alcanza por medio de acuerdos mutuos y después de negociaciones transparentes, sinceras y verdaderas sobre todos los temas de discusión.

En Colombia la colonia libanesa y árabe, al igual que en todos los países y pueblos del mundo, ha condenado fuertemente el ataque injustificado de Israel. Éste ha traído un gran sufrimiento y consecuencias catastróficas tanto en términos materiales como de vidas humanas. En el territorio colombiano se ha promovido activamente la realización de múltiples manifestaciones de solidaridad con el pueblo libanés en ciudades como Bogotá y Barranquilla, con el propósito de expresar rechazo a las acciones beligerantes de Israel contra de los civiles en general y pidiendo el cese al fuego inmediato.

Si Israel aspira al aumento de la ofensiva para ganar más fuerza y tener más cartas con que negociar, contribuirá posiblemente a que la situación sea cada vez más complicada, fomentando engaño y rencor en las generaciones futuras; dirigiéndose hacia un ciclo vicioso de destrucción y muerte mutua sin fin.