En otras palabras, el mundo se les sale de la pantalla y no hallan cómo meterlo en ella otra vez. Con los problemas de la salud de Fidel Castro, intentan levantar presión, pero nada. En Washington, Manos Torpes, antes de irse otra vez a holgazanear a su rancho, dijo que “tomaba nota” sobre los reclamos de pedalear más rápido hacia la “transición”, y dejó a Condoleezza Rice y a otras fieras de su equipo la grosería amenazante que tanto gusta a la
perrera rica de Miami.

La reacción mundial ante esta conducta agresiva no es noticia, como tampoco suele serlo el llamado de gente sensata de todas partes a respetar la soberanía de la Isla.

El asunto es que en Cuba no hay “noticias”. Todo está normal, tranquilo: el pueblo en la playa, en las competencias deportivas, saludable, educado y sereno; los grandes hospitales se modernizan y avanza el programa nacional para enfrentar la crisis energética global.

Es normal (o sea, no es noticiable) la ayuda a otros más necesitados en el planeta; la existencia de un anexo secreto del Plan de Bush contra Cuba, o el año que ya llevan encerrados los cinco antiterroristas cubanos en cárceles de Estados Unidos, después que la Corte de Apelaciones derogara sus condenas y declarara nulo el juicio.

Aumentarían las ganancias de los negocios mediáticos si corriera la sangre cubana, si se rompiera la unidad nacional, si se despedazaran unos a otros, si ardiera y desapareciera el país más odiado por los grandes mercaderes. Por eso, la derecha y la gran prensa estadounidense (valga la redundancia) tratan de acelerar “las noticias”.

En cambio, para miles de millones de gente sufrida y esperanzada, honesta y sedienta de justicia, sí es noticia la expresión de cariño de los cubanos a Fidel, el apoyo a Raúl Castro y las evidencias de una nación fuerte y decidida, con el dedo en el gatillo de la historia para defender su futuro y el de mucha otra gente.

# Revista “La Utpba” de agosto de 2006