Los últimos episodios del proceso de negociación del TLC de Colombia con Estados Unidos suscitan Indignación (con mayúscula, como está escrito en el reciente libro de la red RECALCA al respecto, “De la Indignidad a la Indignación”) al ver que la superpotencia, apoyada en su predominio, no cesa, aunque se haya anunciado el cierre desde febrero, de obtener más y más prerrogativas recurriendo a toda clase de trucos alcahuetados con la Indignidad (también con mayúscula) del gobierno uribista.
Un primer ejemplo, que contradice la cháchara oficial del ministerio de Agricultura acerca de su preocupación por el campo, es el de los contingentes de bienes agropecuarios. Se refiere a las cantidades limitadas de los productos denominados como “especiales” que pueden ingresar a Colombia sin pagar aranceles desde el primer año de vigencia del TLC. Estaban convenidas 2 millones de toneladas para maíz amarillo, 15.000 para fríjol, 26.000 para cuartos traseros de pollo, 20.000 para sorgo y 130.000 para maíz blanco, entre los más importantes. Como según el ministro Arias, “entre el cierre de la negociación y la puesta en marcha del TLC, transcurre un año; éste debe compensarse”, la forma de “compensación” consistió en incrementar el volumen de dichos contingentes de inmediato; es decir, ya estamos en el primer año del TLC. Lo convenido en el papel será superado en la práctica y los contingentes subirán automáticamente así: 2’100.000 toneladas para maíz amarillo, 15.750 para fríjol, 27.040 para cuartos traseros de pollo, 136.500 para maíz blanco y 21.000 para sorgo, para hablar de los antes nombrados. Finalmente, como en muchos productos la eliminación de los aranceles está pactada a cierto número de años, también se acordó que, la reducción paulatina hasta llegar a cero, se hace efectiva el primero de enero de cada año; con lo cual, en el último año fijado para cada producto, no habrá de hecho protección alguna. Son trampas que al final reducirían en dos años los plazos inicialmente convenidos.
Mientras para unos efectos las negociaciones están cerradas para otros no. El ejemplo más notorio es el del comercio de carne bovina de Estados Unidos hacia Colombia. El país del Norte ha insistido que se le debe aceptar la que provenga de reses de más de 30 meses que, por el tipo de riesgo que representa ese país al haber tenido focos propios del mal de las “vacas locas”, constituye una amenaza latente para la salud animal y humana en Colombia. Es el criterio establecido para ese tipo de ganaderías por la Organización Mundial de Sanidad Animal. La notificación del gobierno de Bush del TLC al Congreso norteamericano está sujeta a la plena laxitud de Colombia al respecto, calculando, que mientras más tiempo corra, mejor le iría en el infortunado caso que sea aprobado en los dos países, es una evidente actitud arbitraria y ventajista.
Lo más Indignante (otra vez con mayúscula) es que a finales de julio de 2006, Japón reanudó las importaciones de carne bovina estadounidense, que había suspendido desde enero de 2004 como resultado de la aparición del mal en Norteamérica, acordando en conjunto que ese comercio sólo comprenderá carne de reses de 20 meses o menos. Hay una lógica para el Imperio del Sol de Oriente y otra para las neocolonias del “patio trasero”.
Una nueva trampota Indignante (con mayúscula) se está fraguando en torno a la privatización de Ecopetrol y a la venta del 20% de sus acciones y el TLC. Colombia, en el capítulo de Compras Estatales del Tratado, había exceptuado para algunos casos las adquisiciones de Ecopetrol por el carácter mismo de la empresa. No obstante, al cambiarse con la transacción accionaria y regirse las actividades de la petrolera por el Código de Comercio, una posibilidad que también está contemplada en el propio Tratado en el Anexo 9.1 del Capítulo 9, a los proveedores norteamericanos en todos los casos se les dará Trato Nacional y de Nación Más Favorecida. Por consiguiente, la reserva dejada por Colombia será infructuosa, inclusive para las eventuales compras de petróleo crudo que el país tendría que hacer en el momento en el cual perdiera su autosuficiencia como se teme que suceda en corto tiempo. Un Potosí para los privados que en lapsos no muy largos se harán por distintas vías al control de Ecopetrol y de todas las potencialidades y los negocios que giran alrededor de ella.
La Representación Comercial de Estados Unidos ha publicado que este tipo de Libre Comercio imperialista le ha reportado a cada hogar gringo un incremento anual de 9.000 dólares de ingreso desde 1.945, que los acuerdos de este Libre Comercio firmados desde 1990 y los de la Ronda de Uruguay, vigentes en la OMC, le han significado beneficios anuales de 1.300 a 2.000 dólares a cada familia americana de cuatro miembros y que en agricultura dicha expansión les soporta 926.000 empleos y uno de cada tres acres plantados. Es el fruto de imponer estos acuerdos tramposos admitidos por los gobernantes Indignos (con mayúscula) de los territorios coloniales.
Bogotá, agosto 14 de 2006
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