Devenimos humanos cuando nuestras vidas se reflejan “como amor en los ojos de los otros”. Cuando cada sociedad abre sus brazos en pesebre ante el milagro de la natalidad. Pero el 57 por ciento de los niños guaraníes de las 75 comunidades misioneras padecen hambre y de ese porcentaje el 43 por ciento sufre desnutrición; el 40 por ciento está indocumentado y el 60 por ciento es analfabeto, según un informe oficial realizado a nivel nacional en el año 2005.

El pensamiento capitalista -ese reloj impiadoso que viene dando puntualmente las horas durante estos últimos doscientos años- constituye el remate de procesos fundamentales que arrancan de más atrás. El siglo de las luces ha descubierto -para decirlo con palabras de Foucault- las libertades pero también las disciplinas como el control de la natalidad o el disciplinamiento de los abrazos que intentan lograr el equilibrio demográfico en las nuevas sociedades: no deben nacer más que los necesarios para los puestos de trabajo.

El hambre -asesino serial- no mata de malas maneras y es el celador sin sosiego de los que escapan a la píldora o a la ligadura de trompas por desborde de amor. Si a pesar de todo huyen de su órbita conviene recordar las humillaciones públicas de los inútiles para el mundo o las armas que ya no se fabrican para combatir entre sí, sino para atacar a quienes no las tienen.

# Agencia Pelota de Trapo (Argentina)