O por citar ejemplos cercanos, mujeres exitosas como la diseñadora argentina Jessica Trossman o la cantante brasileña Marisa Monte, quienes orgullosas exhiben sus respectivas convivencias, con hombres 12 y 16 años menores que ellas con los que fueron madres, lejos están de la experiencia de maternidad numerosa sin opciones, que es parte de la cotidianeidad de lo marginal en el conurbano bonaerense o en el Sertao brasileño.

Titulada, "Denuncian mucha desigualdad entre las mujeres argentinas", una nota publicada el 29 de agosto en Clarín, que tiene como base las conclusiones de un seminario de Género organizado por las Naciones Unidas, ilustra sobre estas desigualdades regionales y sectoriales a partir de la frialdad de las estadísticas, y llega a la interesante conclusión de que "las mujeres argentinas no son un colectivo homogéneo. Provienen de distintos sectores, habitan en diferentes regiones y no tienen las mismas posibilidades de definir el curso de sus vidas".

No por obvio, lo concluido tiene menos valor a la hora de debatir la problemática de la mujer objetada, en un país donde muchas "recorrieron un largo camino" y otras tantas aún esperan la posibilidad de subir al tren de la historia. Afortunadamente y aun con la realidad en contra, lo femenino encuentra soluciones trascendentes e inesperadas, en momentos históricos en los que lo masculino se repliega. Ejemplos como los de las Madres de Plaza de Mayo o el de las mujeres que comenzaron a organizarse barrialmente a partir de la desocupación masiva de los años ’90, dan cuenta de una característica de género que a menudo convierte a las objetadas en protagonistas.