-En los últimos años, de la mano de la expansión de los medios de comunicación, la imagen se ha vuelto omnipresente. ¿Qué dilemas le plantea esto a las artes plásticas?

 Realmente en la historia del arte está condensada la historia de la humanidad. La imagen fue una de las primeras manifestaciones que expresó el hombre. Hoy la imagen plástica tiene que competir con mucha polución visual y la pintura no cumple la función que cumplía cuando no existía la fotografía y mucho menos la televisión o el cine. Y a los artistas, en general, no se los toma como intelectuales, como transmisores de ideología.

-¿Usted advierte un efecto de neutralización sobre los artistas?

 Nos arrinconan a un elitismo que no queremos, te condenan a ser un anónimo o un decorador de paredes. Y no es lo que uno quiere. Hay una especie de cliché que dice que "los artistas no piensan" y no es verdad -bueno, hay algunos que no piensan- (risas). La obra no se hace sin pensamiento, no existe sin conceptualizar algo, incluso en el automatismo hay una concepción, hay un porqué del automatismo.

Por lo tanto, los artistas tienen que pensar al hacer su obra y tienen ideas sobre el mundo, sobre la Argentina. Yo ando permanentemente con los artistas, y tienen ideas y saben. Parece que no tienen ideas, entonces no se los entrevista, y como no son masivos no tienen "éxito rápido". De esta forma parece que los plásticos estamos de más, somos un lujo de la sociedad.

-¿Cuál es el papel que deberíamos asignarle a los artistas?

 El otro día en la revista Ñ, Alain Badiou decía que "los artistas y los intelectuales tienen que ser militantes de la verdad". Efectivamente, para alguien como yo que formo parte de la generación de los ’70 eso no es nuevo. Los artistas e intelectuales tienen que decir lo que está pasando hoy en día y no solamente en lo internacional -la guerra en Irak, lo que hizo Putin en la escuela de Beslan, lo que hacen los israelíes con los palestinos, nuestras tropas que están en Haití-, sino también con la situación nacional.

Algunos han creído que ahora iba a haber un impasse porque habría una defensa de los derechos humanos. De hecho hubo un avance, pero por el otro lado hay una criminalización de la protesta social, como nunca. Entonces, para sostener una economía que está basada en el pago de la deuda -en la que se amaga con que no se va a pagar, pero se paga- y se insiste con las privatizadas, existe un doble discurso que, a veces, es más pernicioso que el descarado discurso del menemismo.

Era descarado…todo lo que valía era lo frívolo, la farándula, la banalización de la cultural, la banalización de toda expresión artística. En cambio ahora, creo que para los que no están preparados viene un desconcierto, porque hay mucha complicidad de intelectuales que se están callando la boca.

-¿Son intelectuales que se callan la boca o que no tienen los medios para hacer oír su voz? ¿Cómo ve el papel de los medios masivos de comunicación?

 Los medios están absolutamente controlados…y no se difunden las cosas que no les gustan al sistema ni al gobierno. Debo decir que a mí me ha costado muchísimo salir a flote durante todos estos años, a pesar que hubo críticos de algunos medios que me han apoyado al igual que algunos directores de museos…No es solamente la censura, el ninguneo, hay intelectuales que no aparecen, y otros que son cómplices porque tienen medios y no los utilizan o son más elípticos, pero los medios hoy en día trabajan y promueven aquello que les conviene. Hay un ninguneo atroz.

-¿Cómo es su relación con las reglas de mercado del arte?

 Es muy complejo ver el arte separado de una producción capitalista, aunque nuestro país no tiene precisamente un desarrollo capitalista, es casi feudal; y con los monopolios a la orden del día que son los que hegemonizan la dirección del país. Pero digo que es difícil porque el artista tampoco es un romántico del siglo XIX. Nosotros vivimos en esta sociedad, hacemos arte, es nuestra producción, una producción de mercancía; por lo tanto, no podemos despreciar que se venda la obra.

Es difícil este tema, porque también tenemos que vivir, pero lo que yo no estoy dispuesta es a hacer concesiones para vender una obra. A mí no me compran pero, por mi ideología, tengo una vida sencilla y hago lo que yo quiero hacer.

-¿Cómo operan esas determinaciones del mercado del arte en la libertad de creación de los artistas?

 La situación económica, política y cultural incide en la formación de los jóvenes. Por eso, hay talleres muy famosos que lo que les enseñan es marketing: de qué manera pueden hacer mejores carpetas para obtener becas, para vender mejor. Qué tipo de obra se tiene que hacer para que esté a la orden del día, por ejemplo, el neoconceptualismo, el minimalismo. Se trata de no hablar más alto porque desentonás, el grito es ahogado.

Digamos, todo lo que contenga mucha expresión, que comprometa los sentimientos y las ideas, eso en realidad está mal visto. Entonces, ves una cantidad de obras que no sabés de quién es, no la podés identificar porque se pierde el sello…La originalidad está en el soporte, qué usás para hacer tu obra, ahora, qué decís con la obra, eso no interesa. En la cabeza de todos los jóvenes está, por sobre todas las cosas, la posibilidad de ingresar al mercado.

-Su desarrollo como artista plástica coincide con la vanguardia de los ’70. ¿Hay alguna similitud con aquel modo de intervención en la actualidad?

 En los ’70 había una correlación, un acompañar de los intelectuales y de los artistas mucho más fuerte, más combativo, frente a las grandes luchas de masas que se estaban dando. Luego, con la dictadura, hubo un repliegue de la mayoría de los artistas, aunque hubo otros, y me incluyo, que no nos replegamos y seguimos adelante. Posteriormente, la gran mayoría de los artistas no transmitían lo que estaba pasando, En los ’80 fue la autorreferencialidad absoluta y en los ’90 fue la liviandad y frivolidad de la plástica.

Lo que pasa es que los artistas e intelectuales siempre, en general, se mueven acompañando a las luchas de masas. Por ejemplo, cuando ocurre el estallido de diciembre de 2001, una gran cantidad de artistas nos hemos juntado para formar la Asociación de Artistas Visuales de la República Argentina (AAVRA). Con ella y otras organizaciones participamos en distintas acciones y formulamos nuestros reclamos.

-¿Cuáles son los ejes de trabajo de la Asociación de Artistas Visuales?

 Tenemos una serie de reivindicaciones: trabajo para artistas, por ejemplo dando asistencia técnica en las provincias, incidir en quiénes dirigen los museos, cuáles son los premios y los salones, la ley de Artes y el derecho de autor, que estamos peleando en el Congreso. Hoy cualquiera puede tomar una obra, revenderla, utilizarla para publicar sin tener que dar cuenta al autor de la obra.

-¿De qué modo como artistas han procesado la situación social de estos años?

 La situación de indigencia y pobreza nos ha golpeado mucho. A fines de 2002, cuando apareció con toda crudeza el problema de la desnutrición, tomamos el tema de la salud, desde la AAVRA y convocamos a 500 artistas que trabajaron con el Hospital Paroissien de La Matanza. Así surgió la muestra "Las Camitas". Otro de los problemas que nos preocupan muchísimo es el de la Patagonia, los recursos naturales como el petróleo, el carbón, el agua; está privatizada la tierra, y lo que está debajo de ella, los yacimientos, los hidrocarburos, los minerales.

Todo lo que pasó en Río Turbio, por ejemplo, la muerte de 14 mineros, es expresión de esto que está pasando en la Patagonia. Bueno, sobre esto estamos trabajando para tener una definición muy clara y convocar a los artistas a participar. Queremos ocupar simbólicamente la Patagonia, independientemente de que sigamos trabajando con las reivindicaciones propias de los artistas.

# Revista del Observatorio de Medios Nº 3, diciembre/2004 (Argentina)