Como habíamos dicho en nuestras columnas el 29 de agosto de 2006, el secretario norteamericano de Defensa, Donald Rumsfeld, reprochaba a la prensa de su país el dar una imagen muy negativa de la guerra en Irak. El 31 de agosto, Associated Press revelaba que el Pentágono había lanzado una licitación ante las agencias de prensa para mejorar la imagen de la ocupación de Irak. El contrato es de 20 millones de dólares y las candidaturas debían presentarse antes del 6 de septiembre.

Es en este contexto que el Washington Post dedica una gran parte de su tratamiento de la actualidad en Irak a un reality show desarrollado actualmente por la televisión iraquí (« In Iraq, Singing for a Chance at Hope and Glory»). Calcado de un sistema de radio de gran pegada adaptado al formato televisivo (al estilo de American Idol en los Estados Unidos o de La Nouvelle Star en Francia), el programa, llamado Iraq Star es presentado como una oportunidad de «esperanza, gloria y una bocanada de aire» para el diario de Washington. El autor, Sudarsan Raghavan, insiste en el símbolo que este programa representa para un Irak en plena reconstrucción.

En la misma edición, el diario comenta el documental filmado por Laura Poitras en Irak, llamado My Country, y también lo presenta como una «esperanza» para Irak.

Estos dos artículos ocupan mucho más espacio en el diario que los anuncios de los últimos atentados en Bagdad.

Donald Rumsfeld fue oído.