Hace pocos días Montaner y otros “periodistas” fueron despedidos de El Nuevo Herald, por violar lo que dicha publicación considera “ética periodística”, ya que los cuestionados colaboran con Radio Martí y TV Martí, a “sueldo” de la administración Bush; cosa común entre los autodenominados “disidentes”, dentro y fuera de Cuba.

Lo mismo ocurre con el ya indisimulable agente, cubano-yanqui, Juan Manuel Cao, enviado especial –desde Miami- a la Cumbre del Mercosur, realizada recientemente en la provincia de Córdoba, Argentina.

¿Cuál será el verdadero motivo del alboroto armado en el Nuevo Herald, dentro de la lucha faccional entre sectores opuestos a la Revolución Cubana? ¿Cuál es el pase de facturas? ¿Qué nos deparará el próximo capítulo de esta larga guerra sucia, con epicentro en el Estado de la Florida y líneas tendidas hacia distintas direcciones?

Este es un momento en el que el “poder duro” –Bush, sus acólitos y los grupos mandantes de alcance transnacional- y el “poder blando” –cuyo vocero escriba, en el orden internacional, es Joseph Nye Jr., entre otros-, no están enfrascados únicamente en las legislativas, sino, primordialmente, en cómo continuar con la dominación global.

En el cómo está el meollo de la mayor parte de la confrontación: ¿se continúa arrasando el mundo a partir de la imponente maquinaria bélica y de todo lo que le sea funcional a ella, o se da prioridad a una política basada en la superioridad tecnológica expresada a través de la industria cultural de masas, con el reaseguro del colosal arsenal armamentístico? Poder duro vs. Poder blando. He ahí la cuestión.

Por lo tanto sería pecar de ingenuos inscribir el despido de “periodistas” mercenarios llevado adelante por el Nuevo Herald en el marco de una controversia de carácter ético profesional. Sin perder de vista el bosque, es interesante recordar que el “periodista” Juan Manuel Cao, a quien Fidel Castro le preguntó en Córdoba “¿a ti quién te paga”, fue el provocador que pretendió interpelar al presidente cubano levantando la “causa” de la médica Hilda Molina.

Como vemos, más rápido de lo que canta un gallo, la “causa” Hilda Molina se desnuda tal cual es: un trapo deshilachado, sostenido por grupos que anidan en lo peor de Miami; por “periodistas” mercenarios como Cao y por políticos que, en diferentes países, viven sometidos, o condicionados a presiones sutiles o descaradas del gobierno de Estados Unidos.

Acerca de Montaner no viene para nada mal echarse unos párrafos referidos a algunas de sus andanzas, precisadas en el libro “Los Disidentes”, de los periodistas y escritores cuabanos Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez.

Carlos Alberto Montaner “en 1963 integró un grupo seleccionado por la CIA, que fue entrenado en Fort Benning, Estados Unidos. En 1970 se radicó en España, donde fundó, con apoyo financiero de la Central de Inteligencia Americana, la editorial Playor y la agencia de noticias Firmas Press…”

“En agosto de 1990 fundó, en Madrid, la Plataforma Democrática Cubana, coalición que integra la Unión Liberal Cubana y organizaciones contrarrevolucionarias como la Coordinadora Socialdemócrata y el Partido Democratacristiano Cubano. Esta organización fue creada por la CIA para influir en sectores políticos europeos y latinoamericanos y promover presiones contra la isla”.

Montaner, que nunca abandonó sus estrechos vínculos con el español José María Aznar –el ultraderechista perro faldero de Bush- “apoya las actividades de los grupúsculos contrarrevolucionarios –que actúan en Cuba- mediante envíos de materiales y medios técnicos de comunicación, así como financiamiento” (“Los Disidentes”, edición 2003). ¿Interesante, verdad?

Hablamos de un Montaner, quien sin privarse de nada –según revelan Elizalde y Báez en su libro- “Ha llegado a proponer que todo esto (materiales, dinero) sea enviado al territorio nacional a través de la valija diplomática de la embajada de España en La Habana”.

Así como están vigentes las cárceles secretas de la CIA –donde Bush y su pandilla torturan y hacen desaparecer gente- los Estados Unidos siguen poniendo en práctica, como en los tiempos de la “guerra fría” aquello de “la mentira necesaria”. Cosa que al igual que “la mentira organizada”, tiene patas cortas.