A la escuela -hija privilegiada de la Ilustración moderna- se le ha conferido la tarea estelar de educar a nuestros niños en la interminable tabla del 7, descubrir -en las innumerables caras de un octaedro- los rostros de los próceres que con aire de batalla les roban el sueño a los retoños, además de velar, conservar y reproducir la desigualdad social.

Brisa es el nombre del viento cuando se hace manso, y es el nombre de una niña de 9 años que busca dibujar pétalos furiosos en una escuela de rebajas. Pobreza -adquirida amasada y pensada- que distribuye los talentos, o lo que queda de ellos, en las aulas mientras el 70 por ciento de los niños se cae por el séptimo grado en la Provincia de Formosa como frutos precoces.

Algunos hombres están dispuestos a dar a la naturaleza la autoridad de instancia legitimadora de las inhumanidades que nos toca vivir. Las luces de unos, las opacidades de otros, son travesuras de la genética que suele ser más memorable que nuestros largos abrazos.

# Agencia Pelota de Trapo (Argentina)