Los supuestos acercamientos entre el gobierno del presidente Alvaro Uribe y la guerrilla de las Farc terminaron estrepitosamente con el incidente de un carro bomba que explotó en una escuela militar (19 octubre) y que las autoridades militares atribuyeron a la guerrilla. Digo “supuestos” acercamientos porque una revisión de las declaraciones de ambas partes muestra que el propósito de los encuentros e incluso la conveniencia o no de los mismos resultaba incierta. Así por ejemplo, en su discurso de posesión como Presidente reelecto, el pasado 7 de agosto, Uribe señalaba “No nos frena el miedo para negociar la paz. Confieso que me preocupa algo diferente: el riesgo de no llegar a la paz y retroceder en seguridad. La paz necesita sinceridad”.

Más recientemente, y en medio de la discusión sobre quienes eran los autorizados para buscar acercamientos con las Farc y sobre la importancia del Acuerdo Humanitario para conseguir que los secuestrados por las Farc regresen a sus hogares, el presidente declaró en mas de una ocasión que las “Farc son terroristas”. Acusación repetida también por el vicepresidente Santos en distintos eventos públicos.[1] Esas declaraciones se sumaron también a cierto desconcierto sobre el papel de los “facilitadores” de los acercamientos entre las Farc y el gobierno.

Incluso se habló de que el Presidente Uribe había dejado “plantados” a los facilitadores y enviaba señales confusas sobre cómo proceder en los acercamientos con la guerrilla.[2] En ese poco claro panorama las Farc expidieron un comunicado, el 9 de octubre en que solicitaban al gobierno “definir si su interlocución es con una Organización alzada en armas contra el Estado o con terroristas”. Además, rechazaban las críticas de quienes argumentan que una nueva zona de “despeje” fortalecería a la guerrilla. En el comunicado publicado en la pagina web de la organización guerrillera se lee “A esos personajes (quienes critican posibilidad del acuerdo) queremos recordarles que con despejes o sin ellos hemos crecido incesantemente durante estos 42 años”.

Un mes antes, el comandante de las Farc, Raul Reyes concedió una entrevista a la Revista Cromos. Al ser interrogado sobre qué pensaba de los “temores” que Uribe “sentía para hacer la paz” según el discurso de posesión presidencial, Reyes señaló “En eso el es realista. Lo malo es que les diga a los colombianos y a la comunidad internacional que se están moviendo posibilidades y que existen comunicaciones discretas. Eso no es cierto…”. Antes en la misma entrevista el comandante Reyes se había quejado de algunas declaraciones que había oído según las cuales se están produciendo acercamientos entre las partes. Para Reyes “Son falsos rumores que ponen a rodar no para beneficio del proceso sino para beneficio de los politiqueros y para hacer creer que existe un ambiente, sin que eso sea para lograr el acuerdo. ¿Con quién hablan si con nosotros no lo han hecho y nosotros somos la contraparte?”[3].

He reproducido con detenimiento algunas de las declaraciones de una parte y de la otra pues el discurso presidencial en la Escuela Militar atacada por el carro bomba y los más recientes pronunciamientos del Presidente ignoran sistemáticamente esos ires y venires. En sus alocuciones, el Presidente se presenta a sí mismo y su Gobierno como actores engañados y traicionados por una guerrilla que abusa del lenguaje moderado que el presidente comenzó a usar. En efecto, en su intervención, Uribe explicó que el había optado por “un lenguaje moderado” para expresar su volutad de paz. Se quejó de que tal lenguaje había confundido a la ciudadanía, desorientado a la Fuerza Pública y “lo que es peor. Veo que ese lenguaje moderado no atrae a los terroristas hacia la paz, simplemente les agranda su ambición terrorista, facilita que los terroristas posen de personajes de la politica”.[4]

En su discurso, Uribe recalcó una y otra vez que los “fantoches terroristas”, “son buenos discipulos de la perversidad” e interpretan la “generosidad” del gobierno como “debilidad”. Días después en un Consejo Comunitario en la ciudad de Cúcuta, el presidente subrayó que “Esos bandidos deberían aprender a ser sinceros. Porque son matones y son mentirosos, y no miran de frente. Y son fantonches y mansalveros. No tienen alma. Y por eso no la muestran, porque no pueden”.[5] En las palabras y expresiones utilizadas por el presidente Uribe resuena un carácter intensamente emocional. Antes del carro bomba había usado, según él, un lenguaje moderado: sólo había hablado de las Farc como terroristas. Ahora que se dio cuenta de que ese lenguaje moderado confunde a la opinión, a la Fuerza Pública y los propios terroristas, el presidente ya no habla moderadamente. En efecto, sus declaraciones dejan claro que el mismo no conoce la “moderación” y en cambio si la construcción “emocional” del otro como matón, perverso, no sincero. Cómo el mismo dice “sin alma”.

Por supuesto que muchas personas pueden pensar y sentir que quienes usan la violencia son “desalmados”. Pero otra cosa muy diferente es que el Presidente de la República haga tales declaraciones y lo formule como rasgo o explicación general del comportamiento de un grupo que el desaprueba. Lo que está en cuestión aquí no es sólo el estilo político de Uribe y su desencuentro con las Farc. “Estilo” que, por lo demás, recoge y resuena muy bien con rasgos específicos de la forma en que grupos sociales colombianos han aprendido a experimentar la política (Autoritarismo, paternalismo, dramatismo...).

Lo más importante de las declaraciones del Presidente es que revelan hasta qué punto la política se hace en Colombia, a partir de repertorios emocionales, de formas de organizar y expresar los afectos, que contradicen de entrada cualquier aspiración a la democracia. Me explicó. Uribe puede tener razón cuando afirma que el lenguaje “moderado” confunde a la opinión, a la fuerza pública e incluso a los que el llama terroristas. Y puede tener razón porque para comprender “el lenguaje moderado”, para captar su sentido político y para actuar de manera “moderada” se requiere un tipo de entrenamiento emocional y de organización de los afectos que no es natural ni está distribuida democráticamente. Un entrenamiento emocional y una organización de los afectos que no se mueve entre los polos, — lucha frontal o complicidad, generosidad o severidad, triunfo o rendición—.

Actuar de manera moderada no es tanto un rasgo de carácter como el resultado de un aprendizaje emocional exigido por la forma en que están organizadas las relaciones sociales. Un inglés no es por naturaleza “más moderado” o menos “incendiario” que un líder político latinoamericano. La estructura de interdependencias de la sociedad inglesa le ha exigido a sus miembros desarrollar distintos repertorios emotivos y distintas formas de vincularse con los otros miembros de su sociedad. Formas que no tienen sólo dos caras: matar o ser los muertos.

Así pues, la “moderación” que Uribe “soportó” por 4 meses y sus “miedos” de sacrificar “seguridad por paz” hablan precisamente del tipo de exigencias emocionales implícitas en la actividad política y en los lazos sociales que caracterizan la sociedad colombiana. En su estudio sobre Los Alemanes, Norbert Elías analiza las exigencias emocionales implícitas en la construcción de la democracia en la República de Weimar y el profundo desagrado, por no decir “asco” que generaban los “moderados” y los que “combatían sólo con palabras” cuando amplios grupos sociales echaban de menos agresiones verbales y por esa vía físicas.

Uribe nos recuerda que la actividad política como tal es sumamente exigente en términos emocionales y que la “moderación” es un precio muy alto para quienes necesitan o buscan ser héroes.

[1] ELTIEMPO.com, Octubre 7 y 9 de 2006.
[2] ELTIEMPO.com, Octubre 7-2006. Ver sección Nación, editora Marisol Gómez
[3] Revista Cromos, Septiembre 7-2006.
[4] Texto Completo del Presidente Alvaro Uribe. ELTIEMPO.com. Sección Justicia. 20 de octubre de 2006.
[5] ELTIEMPO.com, octubre 21-2006- Sección Justicia.