Soldados franceses bajo las órdenes de la OTAN en Afganistán
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Desde hace casi 5 años la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) de la OTAN y la coalición de voluntarios comparten la responsabilidad de mantener el orden en territorio afgano. El 29 de septiembre de 2006, los ministros de Defensa de la OTAN, reunidos en Portoroz (Eslovenia), decidieron que en lo adelante la alianza atlántica asumiría sola esa misión. La ISAF, que ya cuenta más de 20 000 hombres, absorberá para ello 12 000 soldados estadounidenses de la coalición de voluntarios. Los británicos hasta cantaron el God Save the Queen, de tan orgullosos que se sienten de liderear la ISAF y verse así al frente de una fuerza de soldados estadounidenses, situación sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, cuando se les pase la euforia, los británicos se preguntarán probablemente sino están haciendo el papel de tontos. El general inglés David Richards ocupará sus funciones sólo durante cuatro meses. A partir de febrero de 2007 tendrá que doblar la bandera británica y dejar el mando al general estadounidense Dan K. McNeil. O sea que, a fin de cuentas, no son las tropas estadounidenses las que quedarán bajo el mando de los británicos sino las tropas europeas las que se verán bajo las órdenes de un estadounidense.

El Pentágono, cuyas tropas están actualmente demasiado desperdigadas a través del mundo, había llamado primeramente a los miembros de la OTAN a reforzar la ISAF. Todos los miembros del Consejo Atlántico habían aprobado la sugerencia del general James Jones, comandante supremo de la OTAN, de aportar 2 500 hombres más. Se convocó a una reunión ad hoc durante la cual cada delegación presentó una excusa para no hacerlo. Se recurrió en definitva a los polacos y los rumanos, nueva carne de cañón europea. La nueva ISAF tenía que alcanzar la cifra de 36 000 hombres.

Sin embargo, 8 000 soldados estadounidenses suplementarios conformarán una fuerza aparte, dirigida directamente por un comandante estadounidense, que se ocuparán de todas las operaciones que deben mantenerse en secreto, desde el control de las drogas hasta la escuela de torturas instalada en la base de Bagram.

Empero, los 35 Estados que aceptaron participar en la ISAF lo hicieron expresamente con la condición de no hacer el papel de suplentes de la operación anglo-estadounidense de colonización de Afganistán. Su misión sería participar únicamente en la edificación del Estado afgano, en la formación de los agentes del mismo y la reconstrucción de la infraestructura. Este trabajo resultó cada vez más difícil a medida que la rebelión extendía por el país y la necesidad de emprender una pacificación previa se fue haciendo sentir. Mediante esta encantadora pirueta que pondrá a todo el mundo bajo las órdenes de un comando único, los miembros de la ISAF se ven obligados a cambiar de misión: la reconstrucción de Afganistán tendrá que esperar, hay que aplastar a los «talibanes». Si escribo talibanes entre comillas es porque el comandante de las fuerzas francesas en Afganistán no parece estar muy seguro de la verdadera identidad de los rebeldes contra los que lucha, al extremo que él mismo los llama «talibanes entre comillas» (sic). Es verdad que no parece muy serio eso de pretender que el superejército occidental dotado de lo último en materia de tecnología militar no logra vencer a un grupúsculo de iluminados harapientos.

La estrategia del caos

Afganistán se hunde rápidamente en un caos deliberado en que se hace imposible desenmarañar la superposición de conflictos y cualquier solución parece inalcanzable. Se sabe que los neoconservadores, herederos de la divisa «divide y vencerás», decidieron remodelar el «Gran Medio Oriente». Para ello tienen previsto cercenar el sur de Afganistán y el oeste de Pakistán para crear un tercer Estado que sería Baluchistán. Los neoconservadores obtuvieron inmediatamente apoyo de parte de los propios baluches, a los que todavía estaban bombardeando el año pasado [1]. Pero sus aliados afganos y pakistaníes se asustaron al ver que el pago a su servilismo va a ser el desmembramiento de sus respectivos países.

A estas alturas a Washington le da lo mismo una pirueta más. Según recordamos, fueron el Departamento de Estado y la CIA quienes ayudaron a los talibanes a crear un autoproclamado emirato en Afganistán. Aquel microestado se encontraba en realidad bajo la administración de los servicios pakistaníes de seguridad (ISI) y albergaba escuelas de formación para los combatientes que reclutaba la CIA. Los sicarios de la CIA en las regiones con población musulmana (Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Chechenia) han sido entrenados por el ISI. Son estos los hombres que los medios dominantes nos presentan como «jihadistas», pero no son en realidad soldados movidos por una manifestación extremista del Islam sino mercenarios reclutados en los círculos extremistas [2].

Washington se distanció de los talibanes durante la campaña para la reelección de Hill Clinton. Para atraer el voto feminista, el presidente decidió sacrificar a aquella secta oscurantista. Pero no sería hasta el verano de 2001 que se produciría el drama: los talibanes rechazaron la «generosa oferta» del consorcio UNOCAL y del gobierno estadounidense, oferta en virtud de la cual los talibanes tenían que aceptar el paso por territorio afgano de un oleoducto que transportaría los hidrocarburos del Mar Caspio hacia el Océano Índico. Los anglo-estadounidenses decidieron entonces entrar en guerra y lo hicieron efectivamente después de los atentados del 11 de septiembre [3]. Después de invadir Afganistán, los anglo-estadounidenses impusieron pusieron en el poder al presidente Karzai, empleado estadounidense de UNOCAL.


Jamal Harwood, vocero de Hizb ut Tahrir en el Reino Unido.
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Si bien los pakistaníes podían aceptar la eliminación del seudo emirato de los talibanes lo que sí no podían tolerar era la eliminación de todos los hombres que habían entrenado. Se hizo entonces una selección y los talibanes leales a Islamabad fueron invitados a replegarse a la región de Waziristán y a que se dedicaran a combatir a los rebeldes baluches.

Una secta reemplaza a otra

Como a la naturaleza le desagrada el vacío, la desaparición de la secta de los talibanes dejó el camino libre para que otro grupo la sustituyera. Es evidente que este último grupo se encuentra bajo el control del MI6 británico y su cuartel general está en Londres. Sus principales dirigentes ejercen altas responsabilidades en las multinacionales anglosajonas. La CIA manipula al Hizb ut Tahir con el objetivo de desestabilizar toda Asia central, incluyendo la región china Xingjiang. El Hizb ut Tahir es la bestia negra de la Organización de Cooperación de Shangai. El Hizb ut Tahir fue utilizado también para organizar las manifestaciones que se produjeron en el mundo árabe cuando el escándalo de las caricaturas de Mahoma y a raíz del discurso del papa en Ratisbona. Los elementos del Hizb ut Tahir que quedaron fuera de control en Uzbekistán fueron exterminados por el presidente Karimov con el visto bueno de la corona británica.

El 10 de mayo de 2005, el Hizb ut Tahir dirigió importantes manifestaciones antioccidentales en Afganistán y en toda Asia central. Aquellas manifestaciones pretendían desarrollarse de forma pacífica y tener como blanco tanto las instalaciones militares como ONGs y empresas multinacionales. Pero los organizadores se vieron sobrepasados por su propio éxito y varias oficinas fueron saqueadas [4].

El caso es que la población afgana que se rebela contra la presencia militar extranjera puede ahora escoger entre los talibanes y el Hizb ut Tahrir según su inclinación por la violencia o la acción pacífica.

Este tipo de manipulación tiene sus límites. Primero, porque en una sociedad tan arcaica los lazos entre los clanes prevalecen sobre cualquier otro tipo de relaciones. Los talibanes estaban implantados esencialmente entre los pastún. El Hizb ut Tahrir se formó entre los tayikos, se desarrolló entre los uzbecos y se extendió paulatinamente entre todas las poblaciones. Y también porque es imposible manipular las condiciones sociales. Durante los últimos cinco años no se ha desarrollado en el país ninguna economía civil, aparte de la economía de la droga, considerada como una actividad criminal. Ante tal situación, los ex combatientes sin trabajo rápidamente retoman las armas.

La actividad económica ligada a la droga constituye precisamente más de la mitad del producto interno bruto. Los cultivos de amapola están en zonas hasta ahora controladas por la coalición de voluntarios, no por la OTAN. El opio y la heroína fluyen hacia los mercados europeos, rusos e iraníes, no hacia Estados Unidos. La mayoría de los observadores coinciden en pensar que ese cultivo está bajo el control del ISI pakistaní y que la producción sale del país en aviones estadounidenses. Como quiera que sea, ese tipo de economía especulativa no hace sino acrecentar las diferencias sociales y la corrupción, agravando así la rebelión [5].

Alianzas contradictorias

Finalmente, para coronar esta acumulación de desórdenes, Washington emprendió un sorprendente proyecto de revisión de sus alianzas regionales, proyecto que, hasta ahora, ha conducido al enfrentamiento entre Afganistán (o más bien el gobierno de Karzai) y Pakistán, países otrora indisociables. En efecto, el presidente Bush en persona viajó a la India para establecer nuevos vínculos con Delhi y venderle tecnologías nucleares cuya proliferación prohíbe Washington. En señal de buena voluntad, la India retiró su apoyo a la rebelión de los baluches, cosa que no conviene a los neoconservadores, interesados en crear un Baluchistán independiente. Teniendo en cuenta el debilitamiento de los baluches, Pakistán cortó el suministro de armas a los sobrevivientes talibanes que estaba utilizando para combatir a los baluches, talibanes que regresaron entonces a Afganistán para luchar contra las tropas de la coalición. Al mismo tiempo, la India ofreció fondos al presidente Karzai para que este desarrolle su administración ya que la consolidación de la autoridad del gobierno de Kabul afecta la de Islamabad. En definitiva, los presidentes Karzai y Musharraf, invitados juntos a la Casa Blanca, explicaron sus diferencias en los medios estadounidenses de difusión, llegando incluso a insultarse entre sí por intermedio de diferentes programas de televisión. En el terreno, la ruptura entre Afganistán y su ex protector pakistaní siembra el caos en el seno de la administración afgana, lo cual favorece a los señores de la guerra que recuperan así su influencia.

A fin de cuentas, la «estrategia del caos» ya cuenta dos víctimas: la primera es el pueblo afgano y la segunda son las tropas de la ISAF, condenados ambos a enfrentarse entre sí en el marco de una guerra que ninguna de las dos eligió. Mientras tanto, los dirigentes de Washington se divierten. Cuando los electores de Washington pidan cuentas sobre los fracasos de la «guerra contra el terrorismo», se les contestará que no son culpa del Pentágono sino de la OTAN. Luego, para poder explotar para sí mismos los hidrocarburos del Caspio, los estadounidenses no tendrán más que esperar que afganos y europeos se cansen de matarse entre sí inútilmente.

[1«La vraie cible des bombardements US au Pakistan», Réseau Voltaire, 16 de enero de 2006

[2Sobre ese tema, ver dos obras recientes: Wie der Dschihad nach Europa kam (Comment le Djihad est arrivé en Europe) [Cómo llegó la Jihad a Europa] par Jurgen Elsasser, NP Verlag, St. Pölten, 2005, edición francesa publicada por Xenia, Vevey, en 2006. Y el más reciente Fulcrum of Evil: ISI-CIA-Al Qaeda Nexus por Maloy Krihna Dhar, Manas Publication, Delhi, 2006

[3L’Effroyable imposture (Der inszenierte terrorismus) por Thierry Meyssan, Carnot, Paris, 2002, edición alemana publicada por Kassel, en 2002

[4«Hizbut Tehrir Behind Afghan Violence?» y «Anti-US, Anti-Karzaï Riots in Kabul» por B. Raman, South Asia Analysis Group, Delhi, 2006

[5«Le Pakistan exploite le pavot afghan», Red Voltaire, 19 de abril de 2005