El tema cobra actualidad por estos días, cuando fue noticia que miles de activistas reeditaron la protesta anual contra la heredera de la antigua Escuela de las Américas, desde hace años con sede en Georgia y otro nombre: Instituto de Cooperación para la Seguridad del Hemisferio Occidental (WHISEC), por sus siglas en inglés, y cuyo origen se remonta a 1946. Ese año se creo el Centro de Adiestramiento Latinoamericano del Ejército de Estados Unidos. Dos años después fue rebautizado como Escuela de Fuerzas de Tierra de América Latina. Luego fue la Escuela del Caribe del Ejército de EE.UU. y en 1963 recibió el nombre por el cual se hizo tristemente célebre.

La reciente manifestación, saldada con varios detenidos que ingresaron en el reciente militar, tuvo como propósito reclamar la clausura de esa dependencia del Pentágono, "porque aunque ha cambiado de nombre sigue haciendo lo mismo", según Joao Da Silva, portavoz de Son Watch, organización no gubernamental que organizó la protesta.

Unas 20 mil personas participaron en la marcha, que desafió los controles en la base militar de Fort Benning, plataforma de lanzamiento de tropas para Iraq y Afganistán, pero también centro de entrenamiento para terroristas, golpistas y gorilas que sembraron la muerte en América Latina.

En ese enclave bélico aprendieron el uso de explosivos connotados contrarrevolucionarios cubanos, entre ellos Luis Posada Carriles, alumno aventajado en el arte de matar civiles inocentes, como ocurrió cuando la voladura del avión de Cubana frente a las costas de Barbados, en octubre de 1976.

Por esa época estaban en el poder algunos de los egresados de la Escuela de las Américas, ubicada entonces en la Zona del Canal de Panamá, que irradiaba el apoyo a dictaduras militares en el centro y sur del continente.

De sus "aulas" salieron el general Hugo Bánzer, cabeza del sangriento gobierno militar boliviano que reprimió sin compasión entre 1971 y 1978. El golpista general Guillermo Rodríguez, de Ecuador, quien se quedó cortó frente a otro de su misma graduación y formación, el general Roberto Viola, el cual representa para los argentinos la desaparición y torturas de miles de compatriotas.

La lista es larga. Incluye a Roberto D?aubuisson, el de los escuadrones de la muerte en El Salvador, en los tiempos de la guerra sucia en Centroamérica, cuando los graduados con honores de aquella docencia tenebrosa asesinaban a mansalva también en Honduras, Guatemala y Nicaragua, con la contra somocista asesorada, armada y financiada por Washington.

El manual de la tortura, con métodos de interrogatorios que incluían las técnicas utilizadas ahora en el reclusorio internacional en la ilegal base norteamericana de Guantánamo, Abu Grahib, y las cárceles clandestinas del Pentágono y la CIA en diversas latitudes, resultó la literatura por excelencia que aplicaron los violadores de derechos humanos en Argentina, Paraguay, Uruguay, entre otras naciones.

Una asignatura puntual de los primeros tiempos de la Escuela de las Américas resultó el anticomunismo, que debe reverdecer por estos días en la WHISEC, cuando se habla de socialismo del siglo XXI en Venezuela, y cuando irrumpen gobiernos en el continente con miras en el cambio social y estructural.

No es casual que desde el año 2004 los militares de Venezuela, Argentina y Uruguay no concurran a los cursos de la heredera de la Escuela de las Américas.

Tampoco que sean muchos quienes no se crean el cambio de nombre de una institución que formó a más de 65 000 militares latinoamericanos, con un propósito de dominación.

Agencia Cubana de Noticias