De las utopías que encendieron la piel de los que lucharon y murieron por ella. Sujetos de un tiempo que nunca escribimos. Estas palabras intentan devolverle a la literatura la sangre y el alma que años de encubrimiento le habían expropiado.

Excepto la multitudinaria marcha del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo en Moreno, el lunes 20 de noviembre -donde cumplían otro año las bellas palabras de la Convención de los Derechos del Niño- el día ocurría silencioso, ocultándose en los calendarios de la espera.

Dice Borges que las cosas de la tierra son símbolos de las cosas del cielo. Y agrega: “En el cielo los ricos siguen siendo más ricos que los pobres, ya que están habituados a la riqueza”. Decimos nosotros -entonces- que en la tierra como en el cielo de nuestro país el setenta por ciento de los niños viven en la pobreza, reducidos a meros reflejos de vida, “hebras humanas” que algún día serán jazmín del aire o rosa roja. Que no es un pecado vivir, ni amar es una emoción condenada.

En los charcos de los caminos -pálidos de hambre- saliendo de los mágicos letargos compañeros, se asoma la luna a cantar, como una rebeldía.

# Agencia Pelota de Trapo (*)