Foto arriba: La sargenta Alicia Coman instala un «driver» de comunicaciones NCC-D (heavy package exchange server). en el regimiento the 355th Communications Squadron. (Foto: U.S. Air Force photo by Airman 1st Class Christina Ponte).
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La información apareció con pelos y señales este fin de semana en las publicaciones del Departamento de Defensa, empezando por su página web www.defenselink.mil. Si antes el Pentágono evitaba informar de sus estrategias y organizaba cuidadosamente sus simulacros, desde hace algún tiempo no invierte un centavo en máscaras. Total: nadie se fijará en esta extraordinaria noticia con el desastre en Iraq, el designado ahorcamiento de Saddam Hussein y las elecciones del 7 de noviembre en Estados Unidos, emboscadas de escándalos sexuales, bretes cortesanos y guerras de encuestas que mantienen cautiva la atención mundial.

Digo «extraordinaria noticia» con entera conciencia. No es lo mismo organizar un ejército que se emplee en el espacio tangible, en territorios circunscritos a un área geográfica y frente a un «enemigo» más o menos reconocible, a organizar uno nuevo que se desplazará por la Red de Redes y atacará violentamente al sistema nervioso central de la globalización, donde se alojan «los conceptos, las ideas, las imágenes, las transacciones económicas, que son los auténticos artículos con valor en la nueva economía», como diría el gran teórico norteamericano de La era del acceso, Jeremy Rifkin.

Los halcones norteamericanos nos están advirtiendo que Estados Unidos acaba de crear el instrumento transnacional, que convertirá en un blanco de guerra a cualquiera que tenga una computadora enganchada en la Internet, generando ideas, comprando o inventando algo que ellos no quieran que ese fulano haga. Independientemente, de su nacionalidad, de su raza, de su edad, de sus costumbres, de su habilidad para manejar el teclado de la máquina... Han firmado el acta de defunción no solo de las fronteras nacionales, sino de la privacidad y de la seguridad de quienes navegan por el ciberespacio que, según los pronósticos más conservadores, en el 2020 alcanzará a enlazar a todas las regiones del planeta, incluyendo las aldeas más pobres. Muchos se seguirán muriendo de hambre, pero los que sobrevivan necesitarán asirse a la red para «existir», un término muchísimo más sutil y despiadado que nuestro simple «ser».

Arriba: La base aérea de Barksdale en Louisiana, EEUU.
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La idea de crear este ejército no nació la semana pasada. Ha sido una obsesión del Secretario de Defensa Donald Rumsfeld desde 2001, después del derrumbe de las Torres Gemelas, en que la Internet se reveló como la gran vedette informativa de los norteamericanos y el Pentágono no pudo ejercer el control férreo sobre la información, como había ocurrido desde la primera Guerra del Golfo. En 2003, en un documento secreto que fue filtrado intencionalmente a la opinión pública en enero de este año, se dio la orden de crear este Comando especial, y desde entonces se ha ido engrasando el arsenal militar para la intervención de servidores, el espionaje de la red, la compra de mercenarios cibernéticos, el asalto a las legislaciones para criminalizar con nombre la guerra contra el terrorismo, la torcedura de brazo de las compañías de telecomunicaciones y hasta el lanzamiento —en marzo de 2003, en Iraq— de la bomba electrónica, que inhabilita todos los sistemas electrónicos de una sola vez.

Lo inédito no es la creación de este ejército, ni que el flamante jefe será el lugarteniente general Robert Elder —alguien con más «horas de vuelo» en el espionaje electrónico que en la Fuerza Aérea—. Lo nuevo es que las acciones de guerra electrónica, que anteriormente estaban separadas entre diez operaciones del Pentágono y otros centros de inteligencia, además de la Octava Fuerza Aérea, ahora se articulan en una sola dirección que extenderá la guerra santa de Bush —«O estás con nosotros, o estás con los terroristas»— no solo contra países, sino contra empresas, grupos e individuos, que han empezado a ser cazados como conejos a través del gran sistema nervioso de la era global.

«El cambio cultural es que vamos a tratar la Internet como un campo de guerra, y vamos a concentrarnos en él y darle prioridad para acciones en el ciberespacio y acompañarlas si es necesario con acciones en el espacio aéreo y terrestre», dijo el generalote Elder en la conferencia de prensa organizada el pasado viernes en el Pentágono. Cuando pronunció estas palabras mágicas, ya hacía rato que estaban sonando a todo dar las sirenas. Solo que ahora les subieron el volumen, a ver qué pasa.

Rosa Miriam Elizalde autora de esta investigación es periodista cubana.