No hay un origen común que una los distintos casos señalados en el párrafo anterior, pero sí conductas que en algunos puntos se reiteran.

La ahora dinámica travesía de los periodistas de La Nación (superando temores en la participación de algunos sectores y revisando prejuicios incentivados para desmovilizar) en demanda no sólo de lo perdido sino de lo que les corresponde, en materia de salarios y de condiciones de trabajo, aparece con la característica de paso inicial en el conflicto planteado en Buenos Aires Herald, donde enfrentando años de quietud y miedo los trabajadores de prensa junto con la UTPBA atravesaron esa condicionada “paz social” y con asambleas, debates y medidas obligaron a la empresa a atender las demandas.

Del mismo modo, Canal 26 respira días extraños para la férrea y represiva actitud patronal frente a cualquier posibilidad de organizarse. La afiliación de muchos trabajadores de prensa, las reuniones permanentes y la última asamblea –que declaró el Estado de Asamblea Permanente-fueron la secuencia de respuestas a tanto atropello empresario –del grupo que comanda Alberto Pierri- y a la impunidad de presentarse en el Ministerio de Trabajo y declarar que en un Canal de noticias no trabajan periodistas.

La voluntad coincidente de organizarse y exigir lo que les corresponde por derecho y necesidad por parte de esos colectivos de trabajo encuentra en el camino otras coincidencias, las empresarias; que con métodos distintos entre sí, persiguen, intimidan, impulsan rumores y apelan –ellos tan modernos- al viejo argumento del macartismo, sembrando redacciones de discursos conspirativos, que señalan como mentes afiebradas y con objetivos inconfesables a los portadores de convincentes expresiones que interpretan la necesidad de luchar.

Por otro lado la audacia de no reducirse a la denuncia e ir por los responsables de la continuidad de ANSA más allá de la frontera del país, llevó a los trabajadores de la agencia y la UTPBA a trasladarse a Uruguay y mantener una entrevista con el vicecanciller de Italia, dado que a través de ese ministerio se canalizan los recursos que contribuyen al sostenimiento de ese medio, cuyo futuro fue puesto en riesgo, ya sea por la amenaza del levantamiento de su principal sede regional, ubicada aquí en Buenos Aires, o por un abrupto achicamiento con despidos masivos.

Audacia, también, a la que se recurrió en Infobae, cuando el diario propiedad de Daniel Hadad resolvió anunciarles el despido a dos redactores, provocando la reacción inmediata de los trabajadores, quienes al decidir un paro fortalecieron definitivamente el planteo de la comisión interna y de la UTPBA ante la patronal de inmediata reincorporación de ambos trabajadores, que finalmente se terminó concretando.

Cada uno de estos conflictos supuso, hasta aquí, decisión de organizarse –en distintas escalas de compromiso y con desarrollos dispares-; mayor disposición de ir por derechos laborales y profesionales al modificarse, aunque sea levemente, la capacidad de la fuerza propia; debates y resoluciones adoptadas en asambleas; la voluntad de romper con prohibiciones patronales históricas para funcionamientos elementales, como realizar una asamblea (casos Buenos Aires Herald y Canal 26, por ejemplo); presencia permanente, una vez más, de la UTPBA, en la discusión y la acción, llamando a la participación y afirmando el valor de la solidaridad y la respuesta colectiva como instrumentos claves en la disputa planteada en cada una de las empresas en conflicto. Conductas coincidentes, que en todos los casos lograron crear condiciones más favorables.

Pasan cosas en el periodismo. Y algunas de ellas –como todas las mencionadas- dejan un registro tan invisible que habría que preguntarse si algunos de los que dicen trabajar en absoluta libertad, sin presiones y sin bajadas de línea, no se han quedado ciegos sin darse cuenta. O perdieron la brújula profesional. O no pueden: entonces, ¿Y la libertad y la ausencia de presiones y bajadas de línea? O no quieren.