En una mano tiene Carta al Sargento Kirk y otros poemas de ocasión (Gárgola), y en la otra, un ejemplar de la legendaria revista de historietas Fierro, de la cual es director, y que desde el 11 de noviembre aparece una vez por mes con Página 12. Esa, se supone, sería la gran noticia, porque, fundada en 1984, desde hace casi 15 años la ausencia de Fierro, que ahora resurge con muchos de sus más renombrados colaboradores, es más que notoria para los aficionados a la historieta argentina de calidad, pero Sasturain tiene más ganas de ocuparse de otro de sus objetos de pasión. "Hablemos de poesía", pide: Carta al Sargento Kirk... (título que remite a su vez, obviamente, a la historieta) es un compilado –realizado por Diego Fierro en 1996– de todos los poemas y algunos textos políticos conexos que Sasturain escribió entre 1976, después del golpe, y 1989, tras el indulto menemista a los militares. "Si escribir es siempre realmente aventurarse, es decir, no saber muy bien adónde se va pero ir igual, para enterarse, no me cabe duda de que la poesía es la aventura de escribir en estado puro. Donde más se manifiesta su alevosa condición".

–¿Cómo definirías éste, tu primer libro de poesía?

–Como una especie de autobiografía política y, si cabe, afectiva. Un registro fechado de actitudes y sentimientos de ocasión que van de la sensación de vacío y derrota (poema "76, las llamas"), a la confesión y autocrítica del último texto, "Escrito sobre un cuerpo", en el que me despido del peronismo que había sido, desde siempre, mi lugar de identidad política e ideológica. Es decir son poemas escritos durante 15 años que se publican quince años después. Debo decirte que son los textos más hondamente míos, como dice el tango.

–¿Por qué demoraste tanto en reunirlos?

–El tiempo político hizo que vacilara mucho. Temía que el paso del tiempo –se trata de poemas "diferidos" como dice Fierro– enrareciera cada vez más el sentido y la necesidad de publicarlos. La pregunta que me hacía era: ¿qué hacer con poemas que escribió alguien que de algún modo ya no soy yo? Sobre todo: ¿qué hacer con poemas partidarios que no quiero que sean leídos como si esa adhesión política siguiera vigente? ¿Cómo explicarlo sino con el consabido "ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise" nerudiano? He sido católico (de adolescente) y peronista (hasta grande) siempre a fondo, sinceramente. Casi como estar enamorado. He dejado de serlo también hace mucho y con absoluta convicción. Se acabó. Pero de esas cosas uno no "se cura". Dejás de ser eso pero no te convertís en otra cosa. Son casi estructuras mentales, maneras de mirar el mundo, de creer, de sentir. Por eso, admitidos el desgarrón y el desencanto, estaba claro que no quería renunciar a esos poemas.

–¿Desde cuanto escribís poesía?

–Como todos, escribí mucha poesía de muchacho, y hasta los treinta y pico. Sobre todo poemas de amor, digamos, algunos contemporáneos de los que están en Carta al sargento Kirk. No queda nada o casi nada de eso. Mejor así. Después, han sido rachas, otra vez ocasiones.

–¿Por qué poemas "de ocasión"?

–Son "de ocasión" en un doble sentido: por un lado, están marcados por las circunstancias, es decir que son coyunturales, casi de encargo –y de ahí lo de "poeta dominguero" que digo en el prólogo– aunque sea en realidad un encargo íntimo, un imperativo personal; por otra parte, tienen algo de usados, de baratos, de producto un poco azaroso, no demasiado importante. Es obvio que se trata de verdades a medias, claro, como siempre. Mecanismos de defensa, dirían los que saben.

–Diego Fierro habla de tu cercanía con la poética de Fernando Pessoa, pero vista la totalidad del libro, resuenan Gelman y Lamborghini. ¿Qué poetas que te han marcado y cuáles seguís leyendo?

–Lo de Pessoa me sirve para pensarme como poeta, ponerme en algún lugar. En cuanto a influencias manifiestas, probablemente lo que leí en los 60/70 me determinó más que ninguna otra cosa. El poema "Aluvión", por ejemplo, que era un proyecto de varias partes y quedó ahí nomás, tiene mucho del primer Lamborghini (Leónidas, digo) en los ritmos, las repeticiones, los juegos con las contigüidades semánticas o sonoras, las alusiones a otros textos, ese tipo de combinaciones y cruces. También en los poemas "Evita, de evitar" y "Pésame mucho" donde mezclo versos o frases usadas, sacadas de otros contextos –un bolero, una oración de contrición– porque me ayudan a trabajar sobre las variaciones, las alusiones. Me doy cuenta de que cito y aludo todo el tiempo a otros discursos, los uso casi siempre para arrancar. Y en el resto de los poemas supongo que hay bastante de Cardenal, alevosamente Gelman, algo de Girondo, de Molina, de Tuñón, de Vallejo, de Marechal, de Luchi y de los poetas conversacionales de los 60: César Fernández Moreno, incluso el Urondo de Adolecer; Parra, Drummond de Andrade. Pound y Eliot llegaron mucho después; como Prévert, el Pavese de Los mares del sur, el Kavafis de Itaca o los monstruos alemanes: Brecht y Hans Magnus Enzensberger. Y Segalen, el de Estelas. Y los chinos, y los clásicos españoles, que funcionan como Borges: siempre están... Poesía épica en general, que cuenta cosas, narrativa, con personajes. Me parece que por ahí he andado siempre. Leo y sobre todo releo mucha poesía –los yanquis e ingleses, sobre todo, pese a mis dificultades con el idioma–, todos los que nombré pero no lo último ni lo penúltimo. Atraso, como en casi todo.

–¿Hay más de Sasturain como poeta?

–Hay. Tengo una serie, Nueve poemas escritos para recuperar una mujer (y uno más por las dudas), que tiene unos años y me gusta mucho. Pero es una secuencia muy corta para libro. Y hay otra más reciente, The Carne Blues, en la que, partiendo de la cita de Mallarmé –"la carne es triste, ay / y ya he leído todos los libros"– deliro sobre el cuadril, el peceto, el vacío, el lomo y otros cortes... Me gusta. Se han publicado algunos sueltos y la estoy siguiendo. Y después, en los últimos años, sigo escribiendo. Algunos son ejercicios de versificación ocasional más o menos jodona sobre temas políticos o futboleros –epitafios, homenajes, parodias, epigramas– casi siempre siguiendo alguna forma clásica regular: sonetos, décimas, tercetos... Me resulta divertido, el último que escribí fue un soneto acróstico a Zinedine Zidane tras la final de Alemania.

# Revista Acción (Argentina)