Aquel origen rebelde, popular, varias veces fue censurado en estos arrabales del mundo por distintas dictaduras, tanto en Uruguay como en la Argentina. El carnaval desafía la hipocresía elevada al rango del sentido común, el rumbo cotidiano que suelen imponer las clases dominantes.

Las prohibidas movidas culturales del Río de la Plata, en sus ambas márgenes, eran la continuidad de una libertad perdida que se agitaba en danzas y tamboriles que traían la memoria africana de los abuelos esclavos. Pero los carnavales del Río de la Plata no son ni fueron los únicos, sino que otros adquirieron un vigor inusitado gracias a su identidad regional.

Como ocurre en la provincia de Salta. La diferencia con la historia es que ahora el sistema impone la tristeza de su orden en la geografía que supuestamente abriga la alegría del carnaval. La noticia dice que Villa Evita, en la localidad de Cerrillos, en aquella provincia del norte argentino, es la capital del carnaval. Pero la alegría forma parte de la leyenda, no de la realidad.

“Sin cloacas, gas, ni agua, carentes de todo tipo de servicios, cerca de un centenar de familias conviven en la necesidad y la desesperanza. La venta de mantillo extraído del cerro, la tala indiscriminada de árboles y arbustos, la precariedad de las construcciones, la falta de previsión y las constantes inundaciones constituyen la imagen más nítida de la marginación”, dice la crónica que describe la vida cotidiana en el lugar.

"Vivimos ’feo’ porque el cerro comienza a desmoronarse, y se cae cerca de la casa, yo tengo sobrinos chiquitos, y cuando llueve se inunda todo, a pesar que estamos arriba, por que el barro tapa las puertas y entra en la casa" contó Gabriel, de dieciocho años e integrante de una familia de catorce hermanos a la hora de contar sus razones por las que se quiere ir de Villa Evita.

Cuenta Luis Borelli que “a mediados de los 90, alguien intentó una solución para la barriada. Hubo un proyecto de ley para hacer de la zona una reserva natural y, además, construir un barrio exclusivo para todos los habitantes de Villa Evita. Intereses absurdos impidieron que esto se concretara y hoy, las posibilidades que se produzca un alud son cada vez mayores”, sostiene el investigador.

El miedo es que el cerro se les venga encima. Tienen agua solamente de noche y gas cuando pueden comprarlo. Son cien familias que se arraciman en menos de medio centenar de ranchos, en el centro de la capital del carnaval. Donde deberían jugar los pibes, cincuenta de ellos están desnutridos con menos de dos años de edad. En Villa Evita, en Cerrillos, provincia de Salta, el carnaval ya no es sinónimo de rebeldía y alegría populares.

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