Cómo no obligarme a un puñado de noches de desvelo para quedar a mano con la conciencia, para contar de los tres campitos que enfrente de Defe nos dejaban cazar mariposas, comer ramitas de pasto y revolcarnos de risa. Del bar de los primeros asombros del amor, enfrente de Defe, y ese otro amor por Juana Molina que nunca supo en la pileta de Defe.

Si hablo de historias del club, entremezclados entre partidos y jugadores, van a aparecer de cualquier manera mis amigos, mis viejos, mis hijas. Pero cuando el sentimiento es grande uno cree que nunca retribuye lo suficiente.

Y en este pequeño libro han quedado demasiadas horas de demasiadas vidas sin ser contadas. Tal vez el azar guió a las pocas que ahora lucen orgullosas entre dos tapas. Pero ha quedado tanto como siempre ahí, suspendido en el misterio del tiempo, a merced de los caprichos de la memoria... Una memoria que cuando pide permiso puede exagerar acontecimientos. Y hasta de regocijada puede condimentar con ficciones. Esto pudo haber ocurrido en algunos pasajes de "Corazón Pintado". Pero ahora mi alma parece más tranquila, la he sacado un poco afuera.

(*) Periodista, autor de "Corazón Pintado".