El general Brent Scowcroft: «la tirantez en Medio Oriente no responde a los intereses de Rusia»

Asesor de seguridad nacional de los presidentes Gerald Ford y George Bush padre, consejero del presidente Richard Nixon en temas militares; en un pasado reciente, presidente del Comité consultivo para inteligencia subalterno de la Presidencia de EE.UU., tal es la hoja de servicio, lejos de ser completa, del general Scowcroft. Fue él quien introdujo en la gran política a la actual secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en reiteradas ocasiones Bill Clinton le pidió consejo a Scowcroft. A finales de los años 90, en coautoría con George Bush padre escribió el libro Un mundo transformado (A World Transformed). Hoy, el general encabeza The Scowcroft Group, importante compañía de consultoría, en cuya oficina washingtoniana lo entrevistó el jefe adjunto de la corresponsalía de RIA Novosti en EE.UU., Dmitri Bobkov.

 Señor general, al intervenir el año pasado en la rueda de prensa organizada conjuntamente por The Nixon Center y la agencia RIA Novosti, Ud. manifestó que últimamente, Rusia y Estados Unidos no mantienen un diálogo político normal. Parece que poco ha cambiado desde aquel entonces. Al usar de la palabra en la conferencia de Vilnius, Richard Cheney sometió a acerbas críticas la democracia rusa, algunos congresistas expresan su descontento con la política interna de Rusia, lamentando la ausencia de las libertades civiles. ¿Cuándo, a su modo de ver, terminaría este enfriamiento de las relaciones y cuál es su impresión de lo que sucede en Rusia? ¿Es acertado el vector de su desarrollo?

 No puedo dejar de compartir su punto de vista. Creo que desde el año pasado, la situación no ha mejorado nada, y en algunos aspectos hasta ha empeorado. En efecto, muchos problemas en las relaciones ruso-norteamericanas surgen precisamente debido a la ausencia de un diálogo permanente entre ambos países. Creo que el Gobierno ruso no siempre aclara lo que está haciendo, no procura explicarle a Occidente la razón de unas u otras medidas que emprende. Esto no favorece el entendimiento mutuo. Para mantener el diálogo se precisan pasos concretos. Por lo tanto, no puedo pronosticar cuánto tiempo duraría el enfriamiento. A mi modo de ver, existen dos problemas fundamentales: la democracia en Rusia y las fronteras meridionales de Rusia. Cuando Rusia se entromete en los procesos internos de Georgia o Ucrania, EE.UU. lo acoge con preocupación, creyendo que el Kremlin intenta retornar al pasado y recuperar los territorios perdidos a raíz de la desintegración de la Unión Soviética. Al propio tiempo, cuando EE.UU. trata de contribuir al desarrollo de la democracia en estos países, Rusia declara que Washington utiliza la voz "democracia" como cobertura y, supuestamente, pretende imponer sus normas a dichos países. Pero esto dista mucho de la realidad. A propósito, mientras antes entre los primeros mandatarios George Bush y Vladimir Putin las relaciones eran buenas, ahora ya no lo son.

 En Rusia se habla de la así llamada democracia soberana, versión rusa sui generis de la democracia occidental.

 En ningún país la democracia es perfecta. Pero por el momento no acabo de comprender lo que significa ese término: democracia soberana. Si nos referimos a la economía, ahora Ustedes tienen capitalismo de Estado. Claro que ya no es socialismo. Otra cosa es si Rusia realmente está preparada para la democracia. Creo que sí. Los rusos son distintos, digamos, a los iraquíes. Me parece que el problema central reside en que en Rusia jamás había habido una auténtica democracia. Tal vez, hubo tan sólo algo parecido a la democracia durante un corto período a comienzos del siglo XX, cuando se dio inicio a las reformas.

 ¿En qué ámbitos las relaciones ruso-estadounidenses tienen mejores perspectivas para el desarrollo?

 Existen no pocas formas para impulsar las relaciones. Hablando en rigor, tenemos muchos problemas pendientes de importancia internacional cuya solución requiere esfuerzos mancomunados. Uno de ellos es la energía en general y la energía nuclear, en particular. Diría que la misión de Rusia y Estados Unidos es la de monitorear la energía nuclear. Sea como sea, pero fueron estos dos países lo que la crearon y desarrollaron. Por lo tanto, han de asumir responsabilidad colectiva por la seguridad nuclear mundial. ¿Qué pasos concretos hemos dado conjuntamente en este ámbito? Ningunos. Rusia y Estados Unidos incluso han dejado de discutir este tema, aunque es evidente que el mundo necesita energía nuclear. Por esta razón, precisamente Rusia y Estados Unidos han de ser los Estados que establecerían las reglas de seguridad para otros países, sin contener el desarrollo de la energía nuclear.

 ¿Cómo ha acogido Usted el contrato suscrito en marzo pasado entre India e EE.UU., a tenor del cual Estados Unidos podría traspasar a India tecnologías nucleares de uso civil? ¿No creará ello ambigüedades en la interpretación del Tratado de No Proliferación Nuclear?

 Lamentablemente, es así. En reiteradas ocasiones he expresado en público que el contrato con India fue un error.

 ¿Influirían en las relaciones con Rusia los recientes comicios parlamentarios, a raíz de los que los demócratas obtuvieron la mayoría de escaños en el Congreso?

 No creo que ello agrave de algún modo la situación actual. Aunque no descarto un posible descontento con la política de Rusia en el ámbito de la energía. Posiblemente, se volvería a hablar con mayor pujanza de que Rusia utiliza gas como instrumento de presión política sobre los países lindantes, tal como ocurrió no hace mucho con Ucrania.

 En 2002, Usted publicó en The Wall Street Journal un artículo advirtiendo a la Administración USA de los riesgos derivados de la campaña militar en Irak. Hoy por hoy, realmente impresiona lo acertado que fue su pronóstico. En efecto, la guerra en Irak implica fuertes dispendios financieros, pérdidas humanas y, justamente como escribió Usted hace cuatro años, las intensas hostilidades las sucedieron largos meses de la ocupación. También suscita dudas la eficacia del actual Gobierno democrático. Desde aquel entonces, ¿Usted ha cambiado de opinión? ¿Cómo ve hoy el futuro de Irak?

 Igual que antes, considero que la invasión en Irak fue un error, pero al propio tiempo estimo que la historia no admite convencionalismos, y no tiene sentido revolver el pasado, dado que ya estamos en Irak. Ahora el problema estriba en las acciones a emprender. Creo que los sucesos actuales en Oriente Próximo atañen a toda la comunidad internacional y a Rusia en especial. No olvidemos que las áreas sureñas de Rusia son de mayoría poblacional musulmana, muchos rusos residen en los países musulmanes, ex repúblicas soviéticas. La situación ahora es sumamente complicada, Oriente Próximo arrostra todo un cúmulo de problemas pendientes que de una u otra manera están intervinculados. La abrumadora mayoría de la población de Oriente Próximo y Medio son musulmanes. Pero en función de la zona son musulmanes de diversas confesiones. Pero su rasgo distintivo es el radicalismo, tanto de los chiítas como de los sunitas. El conflicto mesoriental sigue siendo uno de los problemas más graves. En el futuro próximo nos espera un período nada fácil, tanto en Irak como en Oriente Próximo en general. Ahora podemos afirmar con certeza que EE.UU. no ha logrado hacer en Irak lo que tenía planeado hacer. Es un hecho irrefutable. Por lo tanto, ahora enfrentamos esta disyuntiva: ¿nos quedaremos en este país para continuar la lucha o nos retiraremos? En el primer caso se multiplicarían las muertes, se asestaría un golpe contra el presupuesto público y en el área seguiría reinando la inestabilidad. Pero si EE.UU. retira sus tropas, las consecuencias serían más desastrosas todavía. Y no sólo para Estados Unidos, sino para el mundo entero, para los países limítrofes, para Rusia.

 ¿Debería Rusia tomar parte en el arreglo del conflicto iraquí?

 Creo que sí. Es un caso más en que nuestros intereses coinciden. Estamos interesados en que la situación en Oriente Próximo sea estable. La tirantez en esta área no favorecerá los intereses de Rusia ni de EE.UU..

 Hemos abordado el tema de Afganistán. Pese a la exitosa operación realizada por la OTAN en 2001, ahora se presentan determinadas dificultades, se han hecho más frecuentes los ataques de los talibán. A su vez, la reciente cumbre de la OTAN en Riga puso en evidencia que no todos los países aliados europeos se muestran dispuestos a enviar a sus tropas a la zona de hostilidades. ¿No testimonia esto una determinada crisis en el seno de la alianza?

 A mi modo de ver, la OTAN tiene futuro, y en la reciente cumbre de Riga al fin y al cabo se llegó al acuerdo sobre un empleo más eficaz de las tropas ya emplazadas en el territorio de Afganistán. De un lado, los talibán realmente han consolidado sus fuerzas y tenemos que vérnoslas con un verdadero conflicto militar. De otro lado, si empleamos la terminología occidental, Afganistán es un Estado fallido. El Gobierno de hecho no ejerce funciones administrativas, viéndose obligado a controlar los territorios a través de caciques de las tribus locales. Tampoco decrece la producción de drogas, los ingresos de la venta de las cuales son utilizados por los talibán para financiar sus operaciones militares. Aparte de que las tropas de la alianza combaten contra los facciosos antigubernamentales, también luchan contra el narcotráfico que afecta a Europa. Es otro problema cuya solución requiere esfuerzos mancomunados.

 ¿Tendrá futuro la cooperación entre Rusia y la OTAN?

 Sin lugar a dudas. Por ejemplo, la participación de Rusia en Kosovo, donde soldados rusos mantuvieron interoperabilidad con las tropas de otros países miembros de la OTAN, fue muy eficaz y útil en el plano táctico. Otra cosa es que hoy mantenemos posturas absolutamente distintas respecto al problema de Kosovo.

 ¿Cómo debe enfocar Rusia la ampliación de la OTAN, el posible ingreso en esta alianza de Georgia y Ucrania?

 Yo lo enfocaría desde una óptica positiva. A mi modo de ver, Afganistán ha pasado a ser una buena prueba para la OTAN. Esta organización se reveló como una fuerza que la comunidad internacional puede utilizar para apagar conflictos locales a escala mundial. Desde este punto de vista valdría la pena estudiar seriamente la posibilidad de ingreso en la alianza de Rusia, Ucrania, Japón e incluso de Australia. Ello permitiría conferir una mayor movilidad a la OTAN. Posiblemente, tendría sentido analizar la posibilidad de que el Consejo de Seguridad de la ONU pueda emplear las fuerzas de la OTAN para prevenir conflictos militares en el mundo entero.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)

Fuente: Ria Novosti, 19/ 12/ 2006.