MOTIVACIONES DEL CONFLICTO COLOMBIANO II
por Fabio Parra Beltrán; fabio_parbelt@hotmail.com

Los esfuerzos de los gobiernos en décadas del conflicto, que ha dejado miles de muertos, desplazados, desaparecidos, secuestrados, familias destruidas, hambre, pobreza y un país que clama por el cese de las hostilidades contra la población civil, hoy están en vía de convertirse en inútiles sacrificios. La pérdida de valores, o mejor, el cambio de los mismos hacia unos más light, de riqueza fácil sin importar como se consiga, de poder antes que preparación, nos lleva hipnotizados, tras el anhelado dinero, proveniente del narcotráfico, capaz de permear indistintamente todos los niveles de la sociedad y curar cualquier problema.

Gracias a los sacrificios que debe hacer el Estado para conseguir la paz, sin evaluar las consecuencias, ha dado patente de corzo para legalizar el narcotráfico por vía de los procesos de paz con los grupos armados ilegales. Hoy Colombia evoca épocas recientes de dolor y lágrimas: está traquetizada; las mujeres añoran conseguir novio con casa, camioneta y finca antes de los 30, y el hombre quiere tener casa, camioneta, finca y putas al precio que sea. Así se respira la provincia, con sabores y perfumes de cocaína. El afiche del Che Guevara reposa en un rincón; ha perdido vigencia. El ideal que mueve a la sociedad actual es el dinero fácil y la forma de conseguirlo es uniéndose al traqueto del barrio para recibir los beneficios que el Estado debiera ofrecer, de manos del caritativo delincuente, a cambio de trabajar para él. De esta forma, con el apoyo de la gente pobre y otros que no lo son, atraídos por los beneficios de servirle al príncipe mafioso, aumenta la posibilidad de hacer realidad los anhelados sueños: los del capo, ser millonario y poderoso; los del necesitado, salir de su estado actual.

Hace dos noches una amiga me llamó afanada solicitándome dinero prestado con suma urgencia; le pregunté la destinación de éste: le incautaron a mi novio unos gramos y toca pagarlos para que no lo maten. Le respondí que igual, moriría prematuramente. En el país los únicos que fenecen de viejos son la primera generación de guerrilleros atrincherados en el monte. Los narcos están condenados a destruir sus vidas y ser asesinados por sus socios. A diario son noticia por que se ultiman y asolan la nación: los terroristas adictos al poder del dinero, los politiqueros socios de ellos obsesionados por su ayuda para obtener el poder político, y el pueblo que sucumbe su libertad ante ellos a cambio de encontrar el camino a la felicidad (eso creen), en la sociedad consumista. Todos se convierten en esclavos del maldito negocio que a unos los mata narcotizados y a otros baleados.

La historia resumida sustenta la nueva estructura de valores que alimenta el pensamiento de los jóvenes sin oportunidades, son los anti-valores que debemos cambiar, a los que debemos huir; es el fruto podrido de décadas del conflicto colombiano que hoy daña a toda la población con el poder del narcotráfico que todo lo puede.

La guerra por el dinero echó al olvido los valores que otrora enorgullecían a la nación y que deben tener su versión siglo XXI, fundados con la diversidad cultural, con el respeto por el otro, por las creencias del otro, por la vida y familia de los demás. Unos valores en los que cada compatriota se sienta representado: construidos por todos y a la medida de todos. En los que el gobierno de turno debe poner su mayor esfuerzo, para hacer realidad el principio del Estado Social de Derecho. Pero mientras esto no ocurra y el proceso de paz sea dirigido a ser la raíz de la guerra del futuro, el colombiano del común preferirá buscar su bienestar al precio que sea sin importar tomar el camino de la muerte, la de sus vecinos y de su comunidad; por esa ruta conduce el nuevo motivo de la guerra en Colombia: el narcotráfico. Y hasta el más engreído de los ganadores finalmente pierde.