En la medida en que se las pueda determinar, ¿cuáles son las causas principales de esta situación?

En primer lugar, la irrupción de los “gratuitos”. Denominación que en realidad es una estafa, ya que algunos lectores creen que la información se fabrica sin coste alguno mientras que, en el caso de los “gratuitos”, ellos mismos pagan esa información bajo la forma de impuesto publicitario incorporado al precio de cada uno de los productos que compran. En pocos años, estos periódicos han trepado a los primeros puestos en la lista de los más difundidos. Con varias consecuencias: muchas personas han dejado de comprar los diarios de pago, y los anunciantes han comenzado a desplazarse hacia los “gratuitos”. Ahora bien, las ventas en kioscos y la publicidad constituyen dos de los principales recursos de un diario (el tercero son las suscripciones).

Por otra parte Internet, que revoluciona todas las prácticas culturales (música, edición de libros, cine, televisión) y no perdona el ámbito de la comunicación. Resulta significativo que el nuevo canal internacional de noticias, France 24, haya sido lanzado en la web y que sólo al día siguiente se hayan inaugurado la señal de cable y la de satélite. El número de personas conectadas a Internet para consultar noticias crece sin cesar. Algunas de ellas, por esta razón, han dejado de comprar los diarios. Lo mismo que los lectores de los “gratuitos”, también abandonan los kioscos, lo que contribuye a la disminución de su número (2) y acentúa mecánicamente la mengua en la difusión pagada de todos los títulos, cualquiera que sea su periodicidad.

Internet fascina por la enorme cantidad de sitios gratuitos disponibles, por la posibilidad de crear allí el medio de expresión propio (el blog) y por la facilidad para intercambiar opiniones sobre cualquier tema. Por lo menos dos consideraciones debieran matizar semejante avance, innegable, en materia de libertad. Primero la siguiente, muy perturbadora: la mayoría de los colectivos de Internet que, temerariamente y movidos por una inquietud de democracia participativa, se han lanzado a discusiones y debates internos de gran intensidad, muchas veces terminan atomizados, fraccionados, al borde de la impotencia o de la autodestrucción.

En segundo lugar, esta constatación del investigador estadounidense Eric Klinenberg (véase su artículo en las páginas 26 y 27): “Durante mucho tiempo, Internet se ha caracterizado por el número infinito de nuevos sitios que expresaban una diversidad de opiniones que iban de un extremo al otro del espectro político. Pero actualmente, los sitios más populares se encuentran bajo el control de los grupos mediáticos más poderosos”. Esto significa que, como siempre en la historia de las comunicaciones, cuando aparece un nuevo medio -desde las gacetas del siglo XVIII a las “radios libres” de los años setenta y a la Internet de hoy- en una primera instancia da la impresión de ensanchar el perímetro de la libertad de expresión, y luego cae en manos de las potencias económicas. Y es normalizado. Los perfiles de lectores determinados por el uso de un motor de búsqueda se venden a comerciantes deseosos de apuntar mejor a sus consumidores potenciales...

La propiedad de los grandes medios de comunicación está concentrada en las manos de unos pocos grupos industriales financieros. Este dato preocupante debe conducir a los ciudadanos a movilizarse y apoyar, en respuesta, a la prensa independiente de la que forma parte Le Monde diplomatique .

Le Monde diplomatique se ha convertido en un referente de la prensa internacional. Y constituye una garantía de total independencia respecto de todos los poderes, políticos, mediáticos o financieros. Hoy en día contamos con sesenta ediciones internacionales en más de treinta idiomas distintos (2). Otra vez, un caso único en la prensa mundial pero que no impide la disminución del número de nuestros compradores, número del cual depende el equilibrio financiero del periódico.

Para librar esta batalla mediática, Le Monde diplomatique cuenta ante todo con la solidaridad de sus lectores.

Suscribirse, en un momento en que libramos una guerra mediática desigual frente a los gigantes de la comunicación, es a la vez un acto de resistencia y la mejor manera de manifestarnos su apoyo. Es asimismo un compromiso a favor de la prensa libre, de la pluralidad de ideas y del periodismo realmente independiente. Es, en fin, la respuesta más eficaz contra la amenaza de la información única.

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