Con el apoyo de varias ONG de derechos humanos, entre ellas el Cinep, además del Instituto Distrital de Cultura y Turismo, la organización Colombia Diversa acaba de publicar el informe “Situación de los derechos humanos de lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en Colombia”, resultado de un seguimiento hecho durante más de diez meses de 2005 por un equipo de abogados, estudiantes de las universidades Externado, Nacional y Los Andes y cinco activistas de derechos humanos que realizaron investigación de campo en Cali, Medellín, Bucaramanga y Montería. La financiación del proyecto provino principalmente de Diakonia, el Project Counselling Service-Consejería en Proyectos, el Fondo Noruego para los Derechos Humanos y Astraea.

Colombia Diversa apareció hace menos de dos años, por iniciativa de profesionales y estudiantes universitarios que se conocieron y reconocieron más que todo a través de la Internet y en los bares frecuentados por la población lgbt. En ambos lugares pueden descubrir sus identidades y preferencias sexuales sin ser censurados y agredidos, y de ahí parte la organización de sus acciones colectivas de protesta: mítines, marchas, plantones, demandas ante las autoridades. Incluso algunos colegios se permiten invitar a sus líderes para que den charlas a los alumnos. “Nos interesa hacer cosas, pero hacerlas bien, con fundamento en que lo que sostenemos, y no tanto exhibirnos para que nos conozcan”, dice Marcela Sánchez, directora ejecutiva de Colombia Diversa que estuvo al frente de la investigación. En su pequeña oficina del centro de Bogotá atienden consultas de medios de comunicación y citas en las cortes judiciales ante las cuales han elevado sus numerosos derechos de petición para obligar a las instituciones a que respondan sus oficios, y encima de eso hacen estudios y preparan documentos de debate. “Estamos desbordados de actividades”, afirma Marcela.

Su trabajo hace parte del despertar de las luchas los nuevos sectores poblacionales colombianos que viene desde los años 80 y trata de abrirse camino en los escenarios del país más violento del hemisferio, con sus instituciones públicas en manos de narcotraficantes, paramilitares de derecha y criminales de cuello blanco, que en los últimos cuatro años, mediante la coacción y el fraude electoral, ganaron alcaldías, gobernaciones, asambleas departamentales, concejos municipales y la propia presidencia de la república en dos oportunidades consecutivas.

Solo les favorece el ascenso simultáneo de las fuerzas democráticas y de izquierda, que también a la vuelta de esos cuatro años ha tomado unas proporciones no conocidas antes en la historia nacional. En este caso también son los jóvenes quienes van a la vanguardia. Hasta cuando la lucha tomó cuerpo, los adultos lgbt estaban aislados en sus casas y allí soportaban de alguna manera su situación. Los mayormente maltratados son los travestis, porque forzosamente se dejan conocer más fácilmente, y el peor espacio circundante es el que les ofrece la policía, que es profundamente normativa en la protección del espacio público y la aplicación de la “limpieza moral”, que a veces se desborda en violencia y se convierte en “limpieza social”. “Es más que todo el afán de control”, opina Marcela, que a la vez cree que la Defensoría del Pueblo es abierta y que su tarea ha sido de protección de la población lgbt. Incluso ella admite que “hay una cultura institucional dirigida a cambiar la situación” de lo que ella misma denomina como “una tragedia invisible”.

El esfuerzo investigativo está dirigido a plantear la necesidad de incluir los derechos de las personas lgbt en la formulación de políticas públicas y a sistematizar una información sobre personas lgbt que nutra el criterio de activistas, sectores dirigentes de la política y académicos en sus labores de investigación, análisis, denuncia e intervención social. Con el examen de las respuestas dadas a los derechos de petición “se pudo establecer que los diferentes órganos estatales, tanto del nivel nacional como del local, desconocen el tema de forma sistemática y parece no interesarles empezar a conocerlo. De hecho, para muchas preguntas se reenvían sin fin unos a otros las responsabilidades, o fundamentan la determinación de no adelantar ninguna acción o política especial sobre el problema con el presupuesto de que hacerlo implicaría, según ellos, una forma de discriminación con los demás (…) No existen estadísticas sobre la población lgbt que permitan saber cuántos y cuántas son y cuáles son sus necesidades, ni ningún otro dato relevante. En materia de derechos humanos no se dispone de información oficial sobre sus violaciones, ni ellas son registradas, en razón de que los sistemas de información existentes son insuficientes o no contienen variables que permitan establecerlas, y por lo tanto las autoridades no realizan la debida investigación y sanción, ni formulan labores de prevención”.

Solo en Bogotá, entre 2000 y 2005 hubo más de 60 casos de homicidios contra hombres gays, “todos con igual modus operandi y frente a los cuales no ha habido una acción suficiente ni de investigación y sanción ni de prevención por parte de las autoridades, que por más de cinco años han dejado que se repitan los hechos y no se conozcan ni sus causas ni sus responsables”. La Relatoría Especial sobre Ejecuciones Extrajudiciales ha revelado además que “en Colombia, grupos armados han matado a cientos de los llamados ‘indeseables sociales’, entre ellos muchos homosexuales y travestidos”. Salvo pocas excepciones de orden local, el Estado colombiano carece de políticas públicas dirigidas a proteger los derechos económicos, sociales y culturales de las personas lgbt y, a pesar de la grave situación, la Nación no dispone de medida alguna destinada a proteger a las personas de la discriminación, los crímenes de odio o la violencia por intolerancia. No basta con sentencias de la Corte Constitucional —y ahora con menor razón que antes, porque está en manos de la derecha progubernamental.

Los testimonios de la que el informe llama “tragedia oculta” de los no heterosexuales son estremecedores y van desde las escenas de maltrato familiar hasta las repugnantes prácticas de vileza y tortura que se acostumbran en estaciones de policía y cárceles, con el agravante de que en este caso los actos de agresión sexual son cometidos también por la población carcelaria. Digamos que los travestis son el grupo más “inofensivo” y hasta “simpático”, pero ha de saberse que hoy casi la totalidad de ellos tienen que huir de sus casas, abandonar el estudio en la primaria o los primeros años de la secundaria, buscar refugio en las calles y trabajar en la prostitución. Las lesbianas prefieren no visitar al ginecólogo o la ginecóloga con tal de no ser interrogadas o criticadas sobre su vida sexual, o ser manipuladas con desprecio. El prejuicio de que las personas lgbt están siempre infectadas de Sida está institucionalizado. No tienen siquiera el derecho de donar sangre. Se ha dado el caso de teniente de policía que fue retirada de su cargo en un acto discrecional del Presidente, a pesar de que en su hoja de vida no constaba ninguna falta que justificara el despido. Un estudiante de enfermería superior de la Universidad Nacional fue víctima de discriminación laboral en una empresa servidora de ambulancias por el solo hecho de parecer afeminado, y perdió así su primer empleo. Una niña fue desescolarizada porque dio un beso a otra niña, y un joven de Bucaramanga confesó: “Me castigaban en mi casa por jugar con muñecas. A los siete años me fui de la casa. Cuando tenía seis años me violó mi hermano. Al año no soporté más las cosas y decidí irme de la casa. Me fui a vivir a la calle”.

La discriminación contra esos seres “distintos” y por tanto objetos de condenación moral, ocurre en todos los ámbitos de la vida: el hogar, la escuela, el sitio de trabajo, el servicio de salud, la calle, las estaciones de policía, las cárceles, las filas de las Fuerzas Armadas… No hay sino que hacer el esfuerzo de figurarse, cada uno de nosotros, el infierno real y no simplemente prometido que viven tales personas en la tierra desde el momento en que su cuerpo y su cerebro captan que no pertenecen al mundo de la heterogeneidad y que no están en capacidad de reprimir sus sentimientos ni tienen interés alguno en hacerlo. Y todavía más cuando encuentran a sus pares y se dan cuenta de que tienen el derecho de ser y actuar como sienten y piensan porque su conducta no causa daño a la sociedad en que viven. Si se miran las cosas con desprevención, los homosexuales de todos los tipos han aguantado estoicamente la exclusión por mucho tiempo, como para que ahora salgamos a encender las alarmas porque han decidido organizarse y luchar al lado de las fuerzas progresistas que buscan un cambio democrático en el país.