por Víctor Raúl Haya de la Torre
¿A dónde va Indoamérica? Obras Completas, T. II

Para comprender la influencia de la Iglesia Católica Romana en los países latinoamericanos, un socialista británico debe retrotraerse a la Edad Media, cuando los Papas conspiraban contra los reyes y hasta los destronaban. La conquista española de México, de Sud y Centroamérica, en el siglo XVI, trajo el feudalismo con todas sus características históricas, servidumbre, casi esclavitud sobre los grandes y nobles dominios y, eclesiásticamente, una Iglesia poderosa y política.

La dominación política española no podía tener éxito sin la influencia mágica de la Iglesia Católica y del terror sórdido de la Santa Inquisición. Las maravillosas civilizaciones de los Incas y de los Aztecas fueron brutalmente destruidas como “hechura del diablo”. Y los últimos emperadores indios de México y del Perú fueron torturados y ejecutados “en nombre de Cristo y del Rey”.

La Iglesia deviene latifundista

La Iglesia Católica se convirtió en formidable potencia económica desde el comienzo de la dominación española en América. Vastos territorios y millones de indios quedaron bajo la férula de la Iglesia, la mayor latifundista. Sólo la Orden Franciscana poseía cinco provincias en México y Centroamérica, inclusive lo que son actualmente repúblicas de Guatemala (48,290 millas cuadradas) y Nicaragua (49,200 millas cuadradas).

No podemos separar la influencia política de la eclesiástica en la dominación colonial española de América. La famosa bula del Papa Alejandro VI (1494) concedió al Rey de España todo el nuevo mundo descubierto y, por su parte, el Rey manejó esas tierras como fiel hijo de la Iglesia. Se produjeron, no obstante, muchos conflictos entre la Iglesia y los virreyes. El motivo de las peleas residía en la exención del pago de impuestos de que disfrutaba la propiedad eclesiástica. Esta exención ocasionaba grandes y cada vez más crecientes pérdidas al tesoro público.

Sacerdotes católicos apoyan la revolución

Cuando estalló la revolución de los países latinoamericanos contra la dominación española, la Iglesia se dividió. Sacerdotes católicos pobres tales como Hidalgo y Morelos, en México, iniciaron la rebelión en 1810. Estos dos líderes y mártires fueron perseguidos y excomulgados por la Iglesia, y Morelos fue mutilado en público por orden de la Inquisición. El Papa condenó el movimiento y publicó una bula, ordenando a los católicos de América Latina reconocer nuevamente la autoridad del Rey de España.

Como la revolución fue apoyada y completada por las clases terratenientes, el sistema feudal de la Colonia no cambió. La esclavitud continuó en América Latina, como había continuado en los Estados Unidos del Norte, por muchos años después de obtenida la independencia; y todavía hoy hay esclavitud en muchos países agrícolas de la América del Sur. Con el feudalismo continuó su gran aliado, la Iglesia Católica. Durante la última centuria, los movimientos liberales han reducido su influencia en algunos países, o la han separado del Estado, como en México, Brasil, Uruguay y Chile. Pero en otros países la Iglesia romana disfruta todavía de grandes prerrogativas políticas y económicas.

Un ejemplo reciente lo tenemos con la pretendida “Consagración del Perú al Sagrado Corazón de Jesús”, autorizada por el gobierno peruano en mayo de 1923, pero detenida por una tremenda protesta nacional, dirigida por los estudiantes y los obreros. Otro caso es el de la fiera controversia entre el Vaticano y el gobierno argentino sobre la elección del Arzobispo de Buenos Aires, propuesto por el Parlamento, -como es de uso en nuestros países católicos-, y objetado por el Papa.

Una lucha de cien años

Como uno de los más poderosos centros del viejo imperio colonial español, México estaba casi enteramente en manos de la Iglesia Católica, pero ha luchado contra ella por casi una centuria. La lucha entre México y la Iglesia Católica Romana ha sido intensa y plena de dramáticos episodios. Desde los más tempranos días de la república, la Iglesia Católica ha sido duramente atacada por los elementos liberales. Su influencia durante el primer período de la vida independiente de México fue muy poderosa. El renegado general Itúrbide, héroe de la revolución contra España, fue luego proclamado Emperador con el apoyo de la Iglesia. Durante la guerra entre México y los Estados Unidos en 1814, se acusó a la Iglesia Católica de ayudar al enemigo contra el gobierno liberal de México. En 1859 fueron proclamadas las Leyes de Reforma, que nacionalizaban la propiedad eclesiástica (£ 4,500,000), suprimían las Ordenes Religiosas, establecían el matrimonio civil, etc. El Papa “condenó enérgicamente” las leyes, y los católicos mexicanos rehusaron “jurar fidelidad a la Constitución”. El Emperador francés Napoleón III despachó una expedición para conquistar a México. El pueblo mexicano se levantó y ajustició al usurpador, arrojó al ejército francés, y restauró las Leyes de Reforma en 1867.

En 1910 estalló la revolución agraria en México. Durante la prolongada dictadura del general Díaz (1876-1910), la Iglesia Católica había recuperado mucho de su poderío, aunque no sus derechos constitucionales. Había sostenido toda reacción contra la Constitución revolucionaria. Había apoyado las tenaces intrigas imperialistas de los Estados Unidos. En 1922, el presidente Obregón deportó de México al representante del Vaticano, que había celebrado una ceremonia religiosa al aire libre, violando la Constitución. La contrarrevolución del señor de la Huerta, el agente reaccionario de los “reyes del petróleo”, en 1924, contó con apoyo eclesiástico.

La campaña reciente

El presidente Calles inició en marzo último una nueva campaña radical contra la Iglesia Católica, clausurando los locales católicos y deportando todas las Ordenes católicas extranjeras. La Iglesia elevó una fuerte protesta, reclamando la “libertad religiosa”. Esta protesta fue bien recibida entre los católicos en Estados Unidos y por los “reyes del petróleo”, que están listos para apoyar cualquiera propaganda que justifique su perenne conspiración contra México y su anhelo de intervención militar. En el Foreign Affairs, de Nueva York, el presidente Calles escribe:

“No existe en México un verdadero problema religioso. Quiero decir que no existe persecución de carácter religioso… Es verdad que la Constitución mexicana tiene providencias que el alto clero considera incompatibles con su permanente e ilegítima intervención en la política y en las cuestiones de Estado, o con su prominente potencialidad económica, como medio de influencia espiritual y factor principal de dominación material”.

El pueblo despierta al socialismo

El problema fundamental de México, como en todas las naciones latinoamericanas, reside en la política de expansión y amenaza de los Estados Unidos. Todo lo que se haga para eliminar las fuerzas reaccionarias que apoyan al imperialismo en nuestros países es obra de defensa de la libertad de América Latina. Algunos elementos eclesiásticos, con nuestras clases gobernantes (latifundistas y joven burguesía), están de parte del imperialismo y suelen ser considerados como enemigos de nuestros pueblos. La revolución mexicana ha comenzado, reciamente, una verdadera y coordinada política de liberación de sus adversarios. Y si bien los gobiernos revolucionarios de México no han avanzado considerablemente en el real camino del socialismo, el pueblo mexicano y sus clases trabajadoras se despiertan para completar su gran tarea.

Oxford 1927
(Traducido por Carlos Manuel Cox, de The New Leader, Londres, mayo 20, 1927)