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Y de los "soldados de fortuna" llevados al matadero iraquí, entre 30 mil y 50 mil proceden de América Latina, reclutados en el hemisferio occidental por una red de entidades que establecen oficinas temporarias en capitales y ciudades importantes del área y cargan con aquellos que muerden el anzuelo.

Entre esos mercenarios de habla hispana, tratados por el imperio como seres de segunda tanto en sus territorios como en Iraq, se cuentan argentinos, salvadoreños, hondureños, colombianos y peruanos, sin contar con los efectivos militares oficiales remitidos por gobiernos del área deseosos de mantener el compadrazgo imperial.

Compañías reclutadoras como la Custer Batle y la Armos Group, entre otras muchas, se encargan de buscar a aspirantes entre los ex militares que en esta región estuvieron vinculados a los gobiernos represivos de las décadas de los 70 y los 80, a los que ofrecen salarios que pueden llegar a los tres mil 600 dólares por mes.

Según informes de entidades progresistas que denuncian tales hechos, unos 500 latinoamericanos han regresado en sacos negros a sus ciudades y hogares, luego de morir en enfrentamientos con la resistencia iraquí.

De manera que, junto al hecho de haber sido tradicional abastecedor de materias primas baratas a la opulenta sociedad norteña, el Sur del hemisferio es también hoy fuente de carne de cañón para apuntalar a duras penas la ocupación estadounidense en los lejanos dominios árabes.

Si a ello se une la situación de que casi 30 por ciento de los militares de EE.UU. remitidos a Bagdad son de origen latino, no puede negarse que la sombra del racismo y la xenofobia está muy presente en los planes bélicos de la Casa Blanca.

Los "inferiores" resultan, a los ojos de W. Bush y su equipo, buena materia prima para el fuego de las guerras de conquista.

Agencia Cubana de Noticias