Comunicación y política

Los procesos electorales siempre serán los espacios ideales para analizar cómo se instrumentaliza el ejercicio de lo político en lo comunicativo y viceversa. Contemporáneamente se viven tres transformaciones, o mutaciones, que dan cuenta de este escenario tan complejo: la massmediatización de la política, la transformación de las representaciones de los actores políticos en las esferas públicas y la reconfiguración de lo público a partir de nuevos regimenes de significación[1]; pues, si hay algo claro, es que las relaciones anteriormente instrumentalizadas entre el ejercicio de “lo político” y los medios de comunicación están pasando hoy en día por otras vías y otros consensos.

Al observar cómo los candidatos han acudido tradicionalmente a diversas formas comunicativas, unas hegemónicas otras subalternas, para expresar su pensamiento político y cómo se han configurado sus políticas comunicativas, según públicos objetivos y sectores diferenciados de opinión, podemos afirmar tajantemente que en el próximo proceso electoral acudiremos de nuevo a una “fragmentación de lo político en lo comunicativo”; que nos lleva una vez más a pensar en la crisis de la representación y de los relatos homogenizantes enla sociedad. La mutación es clara: la política dejó de ser lo que es, gracias a los medios y los medios transformaron la forma de hacer la política.

De la misma manera, existía anteriormente la creencia de que a la opinión pública solamente la motivaba el uso público de la razón y si algo nos ha enseñado las anteriores campañas electorales en Colombia es que las causas emotivas, las pasiones y el campo de las subjetividades también estructuran y guían fuertemente estos procesos. Un derrotero será claro en los procesos que se avecinan, y es el que los colombianos votaran más por las simpatías que le produce un candidato que por sus propuestas políticas. ¿Cómo deberán manejar los medios esta verdad contemporánea de Perogrullo?

La construcción de valores claves es definitivo para movilizar al electorado colombiano en tiempos de campaña, recursos que, como quedó evidenciado en la campaña presidencial pasada, nos recuerda que “asistimos a un viejo pero renovado estilo de gobernar –actuar– comunicar, basado en la promesa de retornar a los valores de la autoridad, la austeridad, la disciplina y la obsesión por el trabajo”[2] que a permitido que se construyan “narrativas comunes” frente a los problemas que vive el país y que ayudan a legitimar estilos de gobierno poco plurales e incluyentes. Acá comienza uno de los principales retos que afrontará la prensa colombiana: cómo informar lo más verazmente posible sin caer en la tentación de movilizar valores que puedan ir en contravía de la democracia del país, pues su espectacularización es bastante llamativa como valor–noticia para sus agendas periodísticas.

Vale la pena recordar que las esferas públicas democráticas se construyen gracias a la múltiple red de públicos y contra públicos que se tejen, que circulen amplios intereses, que sean espacios discursivos plurales y que sean lo más heterogéneos posibles. La capacidad de que las esferas públicas sean amplias es directamente proporcional al grado de democracia existente en una sociedad, nos lo recuerda Nancy Fraser[3], e igualmente este espacio forma identidades y expresa las formas particulares de ser. El periodismo en tiempos electorales debe ayudar, definitivamente, a que esto sea posible.

Los medios de comunicación tienen igualmente una tarea/responsabilidad definitiva y es la de transformar los imaginarios que los colombianos tienen sobre sus realidades políticas, pues sólo en la medida en que se conviertan en espacios plurales, podrán ayudar a que la opinión pública logre acceder a diversos puntos de vista, condición decisiva para que un país como Colombia que atraviesa momentos de monopolización de la palabra.

Si observamos que la esfera pública colombiana esta convertida en una amplia homogeneidad que respalda incondicionalmente las políticas actuales, nos preguntamos ¿Cómo discrepar ante una mayoría tan aplastante sin llegar a ser estigmatizado en el juego maniqueo propuesto? ¿Cómo conformar esferas públicas plurales y amplias cuando parece, por lo menos políticamente, que le hemos entregado incondicionalmente las llaves al Presidente? ¿Cómo garantizar que los contra públicos y los relatos subalternos no sean tildados de “terroristas”, de “bandoleros” o de “guerrilleros de civil” sólo por pensar distinto? ¿Cómo garantizar el respeto al otro y el derecho a la diferencia en un ambiente tan polarizado socialmente? Estos son los retos periodísticos a futuro….

Hacía un periodismo responsable de los procesos electorales

Con el ánimo de ir elaborando estrategias para afrontar el reto que se nos avecina, presentamos una serie de recomendaciones que más que “un deber ser” quieren convertirse en excusas para fomentar el debate y la discusión.

Abordar distintos géneros periodísticos. Apelar a géneros comprensivos interpretativos como la crónica, el perfil, el reportaje, la entrevista en profundidad o el reportaje es una tarea pendiente del periodismo nacional, regional y local. La diversidad de géneros periodísticos permite enriquecer mucho más las miradas y las posturas sobre los diferentes ángulos que conforman los temas que se debaten en los procesos electorales. A la vez que se gana en pluralidad y equilibrio se logra igualmente ofrecer distintos matices y texturas a la pieza informativa en tiempos de elecciones. Esta recomendación es necesaria si se observa la tendencia a un periodismo de registro que pareciera distanciar al reportero de la vivencia de los acontecimientos para hacerlo depender del teléfono, los boletines oficiales o la información institucional.

Configurar agendas “propias” de seguimiento a la información de las campañas. Una de las fallas que siempre se evidencia en procesos electorales por parte de los medios es la ausencia de un mayor seguimiento informativo de los actores, temas y dinámicas relacionadas con la contienda electoral. Si los medios no nos preparamos para ello, es posible que las agendas de los candidatos más fuertes política y económicamente logren cooptar, como es tradicional, las agendas de los periodistas.

Mejorar indicadores informativos relacionados con la diversidad y la pluralidad. Una de las promesas del periodismo moderno, que a la vez ha edificado no sólo los valores de la calidad informativa, sino la propia autorepresentación que los medios de comunicación y los periodistas tienen de sí mismos, es la de ser “foros de debate público”, esto es, escenarios abiertos donde la sociedad pueda entrar en un debate sobre sí misma. Por tanto, es necesario que la información sobre los temas electorales respondan a esta diversidad tanto desde la pluralidad de géneros periodísticos como desde la inclusión en la información de más “voces” posibles, no solo en términos de la cantidad sino de la calidad. “Voces” que sean equilibradas, contrastantes y diversas. En este punto se hace indispensable apelar a fuentes especializadas en el tema político de manera directa como vía para dar información exacta y confiable a la audiencia o los lectores.

La investigación es la clave. Consolidar estándares de calidad periodística amerita más y mejor investigación periodística, sobre todo porque promover narrativas que le “compitan” a las noticias y las breves atraviesa menos una cuestión de periodistas genios y más una dimensión de periodistas reporteros. A una mayor reportería periodística corresponde una mejor producción informativa. Saber la tradición política en la que enmarcan los candidatos, sus historias electorales, sus comportamientos políticos en temas claves para el país, entre otros, será clave a nivel regional y local.

No al unifuentismo. Según los manuales del periodismo, incluyendo al de la BBC de Londres, sólo se puede considerar como noticia toda información que presente, mínimo, dos fuentes. En los procesos electorales se evidencia la ausencia de fuentes, que es una práctica que atenta contra los valores de la calidad. Se recomienda, una vez más, que las prácticas periodísticas, además de ofrecer relatos veraces sobre el proceso electoral mismo, lo hagan sobre la base de otra de las promesas que siempre han acompañado a la labor informativa: ser un discurso que se produce y circula a partir de la presencia de múltiples voces.

Concertar reuniones con los públicos de la comunicación. Si en periodismo es importante la producción de noticias, es igualmente relevante la recepción y apropiación que de ellas hacen los públicos de lectores, escuchas u oyentes. Pues lo que hoy se juega en el periodismo no es únicamente las interacciones con las fuentes, sino el respeto por las audiencias. Por tanto, es importante que las salas de redacción establezcan canales de comunicación con públicos oficiales y no oficiales, especializados y no especializados cuyas opiniones, miradas, vivencias y experiencias pueden contribuir a promover y mantener activas, no sólo agendas diversas sobre este tema, sino distintos rangos de visión sobre el proceso electoral mismo.

Velar por la calidad periodística. Una de las razones de ser del periodismo moderno pasa por la búsqueda de la calidad en las prácticas y procesos de producción informativa. Por tanto, se recomienda a los medios de comunicación redoblar esfuerzos por consolidar buenas prácticas periodísticas que redunden en la calidad de la información sobre los procesos electorales, pues esta en juego, nada más y nada menos, que el rumbo democrático que parece, por momentos, divisarse como nublado o sombrío.

[1] Para profundizar sobre estos asuntos favor consultar el texto “Mutaciones contemporáneas. Proceso electoral y medios de comunicación en Colombia 2006” disponible en: http://www.c3fes.net/docs/eleccionesmedioscolombia.pdf
[2] Bonilla, Jorge Iván. 2004. “Medios de comunicación, opinión pública y conflicto armado. El consenso por otras vías”. En: “Síntesis. Anuario social, político y económico de Colombia”. FESCOL – IEPRI – Nueva Sociedad. Página 8.
[3] Fraser, Nancy. 2000. “Iustitia Interrupta. Reflexiones desde la posición postsocialista”. Siglo del Hombre Editores – Universidad de los Andes. Bogotá.