Nada ha sido fácil para Cuba desde la caída del “campo socialista”. Rusia no le perdona la deuda que adquirió en los tiempos de la Unión Soviética y su pago representa una carga muy pesada para la economía de la isla. A Estados Unidos, su principal proveedor de alimentos, tiene que pagarle de contado y antes del embarque. Incluso en ese país, ciudadanas descendientes de norteamericanos que murieron en la invasión de Playa Girón y en actividades subversivas cometidas en 1961 contra Cuba, han ganado demandas por indemnizaciones y ellas se pagan ilícitamente de fondos cubanos embargados por el Estado agresor. Después de sus esfuerzos fallidos por encabezar la producción de caña de azúcar en el mundo, Cuba pasó a ocuparse del fomento de otros renglones económicos, precisamente poco antes de que comenzara a utilizarse masivamente el alcohol de caña y el aceite de palma como sucedáneos del siempre caro petróleo. A veces el país ha tenido que importar azúcar del Brasil para satisfacer la demanda interna, porque le resulta más rentable importarla que producirla. Pese a todo, según la Cepal, Cuba fue el país latinoamericano de mayor crecimiento económico en 2006: 12.5%. Exporta níquel, tabaco, medicamentos, biotecnología, y a varias islas del Caribe despacha cemento, al tiempo que aumenta la importación de bienes y servicios. En julio de este año deberán llegar a la isla 200 nuevos buses de Asia, cantidad que para cualquier ciudad grande de Latinoamérica parecería un chiste, pero que para la población de la capital cubana va a ser un alivio.

La bahía de La Habana recibe diariamente 300.000 metros cúbicos de descargas de todo tipo. En sus orillas está ubicada la Refinería Ñico López, que en los años 80 vertía 30 toneladas de petróleo diarias. Era una de las más contaminadas del mundo y había perdido fauna y flora marinas por falta de oxígeno. Hoy está en marcha un proyecto de descontaminación con ayuda del Pnud, el Fondo Mundial para el Medio Ambiente y varios países El proyecto pretende desmontar viejos y sucios muelles en la zona occidental de la bahía y dejar tan solo un terminal turístico para cruceros. Pronto habrá allí otras obras, como la rehabilitación de la Alameda de Paula, escenario de amores y desamores que alcanzó a conocer el mismo Humboldt. La iglesia de Paula, que formaba parte de ese espacio, ya está renovada y es la sede del grupo de música antigua Ars Longa.

En Cuba, hasta el momento, no hay ni la sombra de las descomunales diferencias de ingreso que rigen en el conjunto de las naciones latinoamericanas, pese a que hoy empiezan a aflorar signos de desigualdad. El gobierno, efectivamente, recoge a quienes operan en las calles como mendigos, y lo mismo sigue haciendo con las prostitutas, por lo cual no falta la protesta de ciertas ONG. El Estado estima, con razón, que no hay motivo para pedir limosna. Tampoco lo hay para que algunos vendan a terceros los alimentos que les suministra gratuitamente el Estado. Hay gente, por ejemplo, que pide jabón solamente para venderlo. Como en todas partes, hay quienes no quieren trabajar, pero la mayoría lo hace y algunos más duro de lo que uno imagina. Por la razón que sea, ahora la gente posee más medios económicos. Eso pudo observarse en los regalos que compraron los padres para la última fiesta de Reyes, que en Cuba es más importante que la Navidad: casi todos contenían las pistolas y metralletas de la modernidad al lado de las muñecas y juegos de maquillaje para las niñas.

El evidente déficit de maestros es paliado con gran número de “emergentes” procedentes del oriente del país, más bien jóvenes que diestros en pedagogía. Nadie quiere ser maestro. Con los ingresos que da ese empleo no alcanzan a completar la canasta familiar. Trabajos como los de aseo de hospitales tampoco los entusiasman, y como numerosos trabajadores de la salud están enrolados en los programas de ayuda a Venezuela y otros países, está al orden del día la búsqueda de “emergentes”. En ambos casos la gente se queja de la falta de idoneidad de estos jóvenes. Los profesionales diplomados, entre tanto, ganan lo mismo que un obrero con méritos. Son 700 pesos mensuales pero allá cualquier centavito de sobra rinde.

El business que comienza a tomar impulso al calor de la distensión del mercado explica que algunas personas hayan subido de estrato social. Son los nuevos ricos que arroja la mayor edad del modelo cubano. Pese ello, aún subsiste la honradez en el comportamiento de la generalidad de la población. Personas particulares, empleadas del Estado, cobran puerta a puerta las facturas de los servicios públicos domiciliarios, y uno podría pensar que eso origina formas de abuso o hurto contra la ciudadanía, pero no. Por concepto de servicios públicos las familias siguen pagando muy poco, aunque no parecen darse cuenta de eso (¡que no las oiga algún habitante de los barrios bogotanos del sur!).

Hay inmobiliarias que venden a los extranjeros apartamentos y oficinas de negocios. Hay dueños de carros finos que trabajan en empresas transnacionales y se dan la gran vida en los “repartos” (barrios). Y aparece algo novedoso, señal de los nuevos tiempos de la cultura política: primero, en la capital se ve ahora gran cantidad de personas lbgt andando libremente por las calles; segundo, las emisiones de Telesur ocurren simultáneamente con las de la telenovela de moda, a las 9:30 de la noche, y nadie se pierde la novela... La otra novedad es que el famoso complejo alimentario Copelia ya no vende sus reputados helados que durante años degustaron desde campesinos raizales hasta Presidentes de visita en Cuba. A cambio, la instalación ofrece ordinarios helados Varadero, mientras por todo el territorio nacional resplandece el producto transnacional Nestlé.

El auge económico tiene tanto de largo como de ancho. Contra todas las predicciones de los críticos del sistema cubano, en los últimos tiempos ha rebajado el número de “jineteras” que merodean por los hoteles de lujo ¿Qué se hizo ese ejército perseguidor de hace diez años? ¿Están aún allí, pero camufladas? ¿Se fueron con excéntricos europeos? ¿Se retiraron a sus cuarteles de invierno? Lo cierto es que ya no acosan a los turistas como antes ni se le pegan a uno en los vestíbulos para pedir ayuda personal. En la calle, de pronto, alguien se acerca a uno para informarle cortésmente: “Allí hay un paladar”. Pero ese alguien está bien vestido, no es vago ni mendicante. Se ven más alimentos y mayor diversidad de consumo y en las viviendas arden las bombillas ahorradoras de energía que el Estado instaló gratuitamente para todo el mundo.

Sí, el almuerzo que se suministra en las escuelas y colegios es de mala calidad y algunas familias prefieren prepararlo por cuenta propia para sus hijos. En las oficinas públicas el “corrientazo” tampoco es atractivo. El agua del acueducto es de mala calidad y por todas partes se ven fugas del líquido. La atención al público no es la mejor. Por ejemplo, en la bella pero descuidada estación ferroviaria habanera las dos funcionarias que atendían al público asentaban literalmente sus rostros sobre la mesa de trabajo cuando acudimos a ellas y sin moverse siquiera contestaron con gran esfuerzo a nuestras preguntas. “Señorita, ¿cuánto cuesta el pasaje a Santiago de Cuba?”. “Sesenta pesos”. No se supo si en pesos cubanos o en pesos convertibles, porque otra pregunta más habría desatado la ira de tan diligentes funcionarias. Decisión turística sabia: mejor no ir, porque finalmente no se sabe si ese es el valor real o es un “tumbe”, y además la máquina se puede “romper” en el camino... Una escena como esas contrasta con la del paquete turístico, que incluye Punta Ancón y es totalmente otra cosa: opera bajo el control de la cadena Gran Caribe, ofrece un sitio maravilloso, el servicio hotelero es de superior calidad y la gira resulta económica si se la compara con el precio que tasó la chica del ferrocarril, pues añade un recorrido de dos días por Cienfuegos, Trinidad, Sancti Spiriti y Santa Clara, alojamiento, alimentación y el disfrute de limpias playas caribeñas. El único lunar fue el guía, al parecer un inconforme político. No hacía su trabajo de buena gana, no parecía enterado ni convencido de temas elementales que un guía debe saber y parecía estar interesado solo en hablar por celular y mostrar los aspectos negativos de las cosas. ¿Cuántos como él habrá ahora en la isla?