El asunto es que el grupo que hoy dirige la política exterior en Washington acaba de publicar su informe particular sobre los derechos humanos en el resto del planeta, y decidió "condenar con todo vigor" a Cuba y Venezuela, como dos de los grandes represores de las prerrogativas ciudadanas en el orbe.

La Habana, segùn el Departamento de Estado, mantiene una coacción violenta contra sus ciudadanos y todos aquellos que se "oponen al comunismo", mientras Caracas anda por los mismos trillos, y el gobierno de Hugo Chávez se deleita en cerrar espacios a la oposición y torcer la democracia.

Y tomando en cuenta estos "pecados", Cuba y Venezuela merecen, a juicio de los Estados Unidos, la etiqueta de brutales, represivas, criminales, y otras lindezas por el estilo.

Es de suponer el contento de los enemigos de ambos procesos revolucionarios, sobre todo los que asumen el terrorismo y el crimen, pagados y aupados históricamente por la Casa Blanca, como armas de "disuasión" frente a los "malvados" del bando contrario.

Los propios sectores violentos y reaccionarios estadounidenses estarán de fiesta, en el entendido de que asesinar y torturar en las prisiones, traficar con seres humanos en cárceles clandestinas y establecer verdaderos campos de concentración en bases militares ilegales como las de Guantánamo, son acciones muy correctas y avaladas por la moral y la ética occidentales.

Tampoco a sus ojos resulta un crimen presionar a los propios ciudadanos estadounidenses limitando sus derechos, irrumpiendo subrepticiamente en sus e mail y llamadas telefónicas, escudriñando cuanto leen o escuchan, y alentándolos a denunciarse unos a otros ante la menor sospecha de que están ante "un enemigo de la patria".

Pero evidentemente los afectados en estos casos no tienen derechos, por tanto nada de lo que se haga con ellos constituye un crimen.

Lo que ha sucedido una vez más con los famosos informes especiales del gobierno de George W. Bush no es, por tanto, de extrañar, ni sería materia tampoco como para preocupar a los aludidos si tanta falacia no pudiese convertirse en pretexto para acentuar la agresividad, el odio y la venganza.

Y no es casual que los malhechores internacionales tengan siempre el signo antiimperialista que tanto incomoda en la Casa Blanca y que desea borrar a toda costa.

Agencia Cubana de Noticias