Y lo peor es que quienes por su incidencia global resultan los mayores perturbadores del entorno, se niegan rotundamente a suscribir tratados internacionales dirigidos al menos a poner bridas a lo que puede derivar en una tragedia sin regreso. Hablamos en concreto de naciones poderosas como los Estados Unidos, cuyas autoridades, por ejemplo, se oponen a acuerdos como el de Kyoto, destinado a controlar las emisiones de gases productores del efecto invernadero.

Mientras, los datos que se suceden y acumulan no dejan de alarmar. Según referencias de la llamada Administración Oceánica y Atmosférica Nacional, con sede en Washington, este invierno resultó el menos frío desde hace siglo y cuarto cuando se iniciaron las mediciones climáticas. Entre diciembre y febrero últimos casi descendió en un grado la temperatura en el hemisferio norte con relación a la recién concluida centuria, mientras que el mar también marcó rècord en seis centésimas de grado por debajo del promedio registrado entre 1997 y 1998.

Y mientras esos datos no dejan de alarmar a la comunidad mundial y despertar serias preocupaciones entre los especialistas y gobiernos, el ministerio brasileño de Medio Ambiente hizo cálculos nada felices con respecto a las consecuencias que tendría para ese gigante geográfico el permanente recalentamiento global.

La referida entidad oficial pronosticó que no menos de 42 millones de sus ciudadanos asentados en zonas costeras podrían verse afectados por la elevación del nivel de las aguas del océano Atlántico durante el presente siglo.

El aumento de la temperatura en el mundo, los deshielos masivos en los polos y la expansión de las aguas generados por el propio calor, resultan factores seguidos con precaución por los científicos brasileños.

Ellos estiman que el nivel del mar en sus costas crece 40 centímetros cada cien años, pero se teme ahora la cifra se desborde. De hecho, eso haría muy vulnerable a Río de Janeiro, mientras que en el estado de Pernambuco ya diez playas han sufrido reducciones a cuenta de tal expansión.

Se considera que un aumento de 50 centímetros en el volumen oceánico devora 100 metros de costas bajas.

Y en este asunto, lo terrible es que se siguen acumulando las advertencias y estudios, sin aparecer aùn un remedio definitivo.

Agencia Cubana de Noticias