“El deber ser de todas las cosas es ser una felicidad
Si no son una felicidad
Son inútiles o absurdas.”
 Jorge Luis Borges

Descalzo, y con los pies hinchados, el viejo Cacique Luis Buanu bajó las escaleras del bus que lo trajo de su territorio al frío asfalto de la terminal de transportes de la ciudad de Bogotá. Allí, en medio de la niebla, vio morir la madrugada, mientras esperaba que alguien lo recogiera para llevarlo de gira por varias organizaciones y embajadas de la capital. Vino en compañía de Siracubo (Luis Tegría, el Presidente de Asou´wa), con una única misión: buscar apoyos para impedir la exploración y explotación petrolera en su territorio.

Y es que desde hace ya varios años, el gobierno y ECOPETROL por un lado, y los indígenas por otro, han venido adelantando campañas diplomáticas e informativas alrededor de la exploración petrolera de los bloques Sirirí y Catleya, el proceso de consulta previa que requiere y las graves afectaciones que puede sufrir la vida y la cultura del pueblo U´wa.

Ha sido una confrontación fuerte y las posiciones se han movido en polos opuestos de sí o el no a la actividad petrolera en este territorio, augurando la reproducción de un prologado conflicto, similar al vivido hace casi una década, cuando la transnacional Occidental Oil and Gas Corporation (OXY) trató de explorar la zona sin tener en cuenta los derechos de las comunidades que viven en ella. En ese entonces, las consecuencias fueron nefastas para el gobierno y la empresa que, al violar los procedimientos de consulta previa establecidos por la Ley 21 del 91, afectaron seriamente su imagen y propiciaron la movilización de importantes sectores de opinión en EEUU y Europa, así como demandas en su contra.

Por ahora, un balance parcial de la estrategia gubernamental deja cierta sensación de fracaso porque la controvertida consulta, donde según el gobierno “se buscó aplicar el más alto estándar proteccionista del nivel nacional e internacional”, no logró un diálogo abierto con el pueblo U´wa para identificar los impactos del proyecto, y en ella sólo participaron los indígenas de Ascatidar -Arauca, quienes luego objetaron la buena fe del proceso. Tampoco logró convencerlos de la importancia que según el gobierno tiene este proyecto para la economía del país, y las dos asociaciones, Asou´wa y Ascatidar, finalmente dijeron no a la exploración petrolera en su territorio. Sin embargo, todavía están por verse los efectos de la campaña diplomática y jurídica del gobierno, tendiente a lograr un clima de opinión pública favorable al proyecto.

El meollo del asunto

Los argumentos han girado en torno a temas como la consulta previa, su procedimiento y el ejercicio de un derecho fundamental como la participación; a la necesidad del Estado de asegurar fuentes de financiación y recursos energéticos que eviten un posible desabastecimiento en el 2015; han versado sobre los derechos al territorio, la cultura, la autonomía y la pervivencia de los pueblos indígenas, y sobre los impactos ambientales y sociales negativos que históricamente han dejado los proyectos petroleros en Colombia y en el mundo. En estos aspectos existen contradicciones muy profundas que, ante la falta de acuerdos, han desencadenado en acciones unilaterales por parte del gobierno y la empresa, tales como el inicio de las actividades sísmicas “en zonas externas del resguardo”, según han dicho fuentes estatales.

En este contexto, el episodio con la OXY parece tan sólo el primer round de una larga disputa que no se resuelve porque el tema de fondo no se relaciona con el procedimiento, ni con la metodología de la consulta, como pudiera deducirse de las intervenciones del gobierno. Por un lado, se aprecian visiones de mundo y perspectivas del desarrollo completamente distintas, que involucran posiciones, expectativas y actitudes divergentes sobre el papel del Estado, la inclusión y la pervivencia de los pueblos indígenas, el diálogo entre culturas y la interpretación de las leyes, que hacen muy complejo el problema y cuestionan hasta el mismo modelo de un Estado que, pese a los preceptos constitucionales, no termina de hacerse multicultural.

Pero, por otro lado, según se desprende de la opinión de algunos expertos consultados, fundamentalmente se contraponen fuertes intereses económicos, políticos y hasta geoestratégicos, intereses colectivos e intereses generales y particulares que entran en conflicto, aún dentro de la misma perspectiva de Estado.

Es evidente que las partes ya tenían sus decisiones tomadas, y en ese escenario no había diálogos posibles. Tal vez por esto, gobierno e indígenas no lograron un punto de encuentro que les permitiera construir confianzas, gestionar sus intereses y llegar a ese tan anhelado “entendimiento” real entre culturas, del que habla la Antropóloga Jurídica Esther Sánchez, o ese “poder vivir juntos” del que habla Touraine, y que tanto necesita este país fragmentado, étnicamente diverso y políticamente convulso.

¿Qué es lo que hace tan diferentes a los U´wa, y porqué tienen una visión radical frente al tema petrolero? ¿Etnocentrismos ó conflictos de intereses? ¿Cómo establecer un diálogo constructivo, que aporte al entendimiento entre culturas, a la negociación y concertación de intereses, y beneficie la acomodación de las minorías étnicas en un Estado pluricultural? Si hay que sacar petróleo, ¿por qué buscarlo precisamente en territorio U´wa, cuando lo único que han encontrado es gas? He aquí, algunos elementos de juicio a considerar.

¿Quiénes son los U´wa, qué los hace distintos?

Los U´wa son una expresión de esa maravillosa diversidad étnica que todavía tiene Colombia para aportar al mundo, y que se expresa en 87 grupos étnicos indígenas diferentes. Son un pueblo conformado unas 6.000 personas, distribuidas en 22 comunidades, que todavía conserva con celo la esencia de su espiritualidad, su lengua, y algunas prácticas culturales y religiosas propias que los ligan a una visión integral y particular de su territorio o “madre tierra”.

Su territorio ancestral abarcaba zonas de los departamentos de Norte de Santander, Santander del Sur, Boyacá, Casanare, Arauca y se extendía hasta Venezuela. Era un territorio extenso de caza y pesca, que medía cerca de un millón 400.000 hectáreas, y del cual hoy sólo poseen unas 200.000, es decir el 14%.

Su trágica historia

Según Francisco Salazar, un Antropólogo y Abogado que conoce bien a los U´wa porque convivió con ellos varios años, “entre todos los pueblos aborígenes colombianos éste ha tenido una historia particular y violenta de contacto, que desde la temprana conquista les mostró el carácter inmisericorde de los descendientes de Colón.

Entre 1635 y 1650, los indios “tunevas”, como se les llamaba, desarrollaron un movimiento de resistencia en la región de Servita, actual Departamento de Santander, y terminaron huyendo de la encomienda hacia las montañas de la ´Serranía de los Ynfieles´, al grito de “no tenemos ni dios ni rey, y nos han de conquistar de nuevo”. Por casi doscientos años, los U´wa se refugiaron en la serranía de Chita y Cocuy de la Cordillera oriental, en territorios agrestes que los protegían de la dominación y el exterminio español.

Ya en la época republicana, su resistencia los llevó a cometer un suicidio colectivo, en el lugar conocido como la Peña de la Gloria, municipio de Cocuy, Boyacá. Este hecho que marcó su historia, lo explica Salazar diciendo que “cuando los U´was han sentido que se ha ido perdiendo su último refugio sobre la tierra, su estrategia ha sido renunciar a vivir, siguiendo de esta manera la suerte de La Madre Tierra… y así renuncian también a ver su agonía”.

Dicha explicación pareció compartirla en 1997 el Sacerdote Jesuita Javier Giraldo, quien en su artículo “Los U´was por el derecho a no ser vendidos”, interpretó las dimensiones biológica, de sentido y ética de este episodio tan dramático de la vida de los U’wa. Según el sacerdote, aquí el suicidio no significó un rechazo al don de la vida sino más bien el respeto a dimensiones aún más sagradas de la vida misma. El suicidio, como acto de resistencia, tiene su propia semántica y ordinariamente es el último acto de un proceso que comienza con una condena moral y una lucha contra determinados anti-valores que, cuando logran sitiar a la esperanza, llega al acto heroico de demostrar su grado de adhesión a los valores condicionando a ellos la propia vida. En este sentido, “es un acto de autoafirmación humana en la desesperanza, como única posibilidad… de adherirse a valores ya imposibles de sustentar y defender en su existencia histórica…

La realidad y los sueños

Dice Siracubo, que “el diálogo u´wa es en el pensamiento y en el conocimiento, es el soñado, el pensado, es la vida. Cada quien maneja su mundo, y listo, no hay problema desde que no se invadan espacios y territorios”. Así pone de presente que los sueños rigen la vida del pueblo en la cultura U´wa. “Soñar es un aprendizaje al que se aplica todo individuo y es uno de los nortes de su cultura. En los sueños están las respuestas de lo desconocido y tales respuestas afloraran en el momento preciso”, comenta Salazar. Tal vez por esto, la relación con los U´wa tiene otros tiempos, otras dimensiones negadas a nuestro conocimiento, pero sobre todo, inaccesibles a nuestra comprensión.

Cosmovisiones del desarrollo

Hace rato que el desarrollo viene siendo percibido como la búsqueda de un modelo que nos acerque a la felicidad, entendida como bienestar y realización de las necesidades humanas. Por eso, no pocos teóricos y economistas curtidos en los temas de la banca internacional, como Manfred MaxNeef, lograron reencontrar en las visiones de los pueblos originarios el sentido de la vida y empezaron a hablar de un desarrollo con sentido, o desarrollo a escala humana, que cuestiona los modelos imperantes hasta ahora, basados en el crecimiento y en las cifras de la macroeconomía.