“Hermosas tierras de amor y paz / hermosa gente, cordialidad / fútbol, asado y vino / así es el pueblo argentino. / Censura vieja y obsoleta / en films, revistas e historietas, / fiestas conchetas aburridas. / ¿Dónde está la diversión perdida? / Represión a la vuelta de tu casa / represión en el kiosco de la esquina / represión en la panadería / represión las 24 horas del día” (Represión. Los Violadores, 1980)

La última dictadura militar, tuvo entre algunos de sus objetivos, instalar una nueva política-económica, destruir a las organizaciones revolucionarias, imponer el pánico y el miedo en la sociedad y construir un nuevo imaginario social basándose en la cultura del consumo y el individualismo. Fue menester para esto crear condiciones, discursos y conceptos con los cuales la población perdiera cualquier rincón de resistencia y transformación. Fue necesario construir una legitimidad con la cual la dictadura pudiera perpetuarse y darle vía libre al neoliberalismo.

La música, la literatura, el cine y cualquier otra producción cultural y artística no solo fueron victimas de la censura y de la persecución sino que también la propia dictadura intentó utilizarlas en pos de anular cualquier territorio cultural, social y político que pudiera dar cuenta de lo que pasaba, como así también crear una realidad ficticia que sumergiera al país en el silencio.

Muchos músicos y artistas se vieron obligados a exiliarse o fueron detenidos-desaparecidos. La censura de discos y canciones, la quema de libros y de películas fueron moneda corriente durante la época de “plomo”, los discos de Horacio Guaraní, Mercedes Sosa o Víctor Heredia , por ejemplo, eran eliminados de toda circulación al ser considerados, por los militares , instrumentos para enviar mensajes subliminales, despertar conciencias y alentar el caos y el desorden.

El rock nacional no fue ajeno a esta época, las metáforas parecían ser el único recurso para poder esquivar las barreras de los censores.

Sea cual fuere el estilo, no es, por supuesto, la primera vez que la música actúa como un lugar de expresión y resistencia frente a una determinada opresión. En nuestras tierras, ya en el sigo XIX ,los negros resistían a través del candombe ,el sistema de esclavitud colonial que les era impuesto. Bailes, ritos y tocadas eran una manera más de decirle a los dinosaurios de siempre que a pesar de todo su poderío la cultura es rebelde y se retoba ante quienes quieren adormecerla.

Pero vale la pena detenerse a reflexionar cómo pudo el rock nacional sobrevivir a estos años. Vale la pena preguntarse hasta dónde sirvió como una manera de combatir o si en algún sentido no fue funcional a los intereses del terrorismo de estado.

Hace unos años León Gieco aseguraba en una entrevista realizada por el diario Página 12:” no jodamos, resistencia fue Rodolfo Walsh”. Esta afirmación no deja de ser cierta a la hora de repensar la encrucijada en la cual se encontraba el rock, más aun, con la guerra de Malvinas, al prohibirse pasar por las radios cualquier música en ingles, el rock adquiere una masividad hasta ese momento inexistente. Puede decirse y sería valida la critica, que el rock nacional podría haber jugado un papel mucho mas comprometido. Pero no deja de ser cierto que era una forma de generar encuentros, de aglutinar nuevas prácticas sociales y que si bien desde una posición desorganizada y dispersa supo ser un lugar para canalizar un sin fin de valores que la dictadura marginaba.

Podría pensarse que hay un doble juego, por un lado los militares tratando de usar el rock nacional como una manera de legitimar su “democracia”, por otro lado, censurándolo ,colocándolo como un arma de doble filo, donde por momentos, tenia la altura y la capacidad de ser un símbolo de rebeldía y en otras situaciones terminaba siendo expectante, diluyéndose en la impronta individualista.

Sergio Pujol, autor del libro Rock y dictadura, afirma en la revista Debate que” Quizá aquello no haya sido heroico, pero de ningún modo puede ser tachado de funcional a la dictadura. Finalmente, algo de la rebelión de los 60 y 70 pudo conservarse en la cultura del rock".

Son varias las reflexiones que puedan hacerse, lo cierto es que la música entendida como una forma de producción social y colectiva, más allá de sus notas y armonías, puede y debe ser una forma para vencer cualquier tipo de olvido. Es importante remarcar y continuar con el compromiso que tienen en la actualidad numerosas bandas y músicos que hacen de los acordes una memoria viviente, una trinchera de canciones que gritan presente, será parte del desafío seguir componiendo una historia donde las grasas de los capitales queden para siempre desterradas junto con los dinosaurios.

# Agencia de Noticias Jóven ISA (Argentina)