Era más que merecido. Que Colombia y Cartagena sean la sede del cuarto Congreso Internacional de la lengua, así, sin adjetivos ni calificativos, no fue un asunto de lobby, ni ñapa de la Fábrica nacional de cortinas de humo, ni de la asociación nacional de limpiadores de imagen. Es cosecha justipreciada de la labor que a cual más hemos adelantado incansablemente todos los colombianos durante los últimos 200 años. Los frutos están ahí a la vista. Son tantos y tan variados que al lado de las disquisiciones sobre la importancia de la lengua en la comunidad y en las ciencias exactas o acerca de la norma policéntrica del español, habría material para hacer una exposición, con el mismo éxito y con igual capacidad convocatoria, en el mercado Bazurto para no salirnos de La Heroica.

Las exposiciones en el primer stand, sobre la lengua como instrumento de integración, se las pelearían el vicepresidente Santos y la Senadora Piedad Córdoba. Cerca estarían Robledo y Gaviria a la defensiva, y en las barras el Ministro Arias (y señora) y Diego Palacio con sus coros monosilábicos acerca de infamias y cobardías.

Para la segunda sesión solemne, el uso de la lengua y las relaciones con la prensa especializada, clasificarían sin objeciones el Superfiscal 2006, Mario Iguarán, y por lo menos una cuarta parte de sus colaboradores.

Para el tercer panel sobre los archivos parlamentarios y su digitalización estarían que ni pintados Rafael García, Jorge 40, Chupeta, Rasguño y una disertación especial de Alberto Santofimio sobre las microfilmaciones.

En la mesa redonda sobre paralinguismos, serían anfitriones obligados los magistrados de la Corte Suprema y los corresponsales de los medios internacionales destacados en Colombia.

En la charla informal sobre argot, jerga y populismo en el lenguaje, ponentes automáticos serían el Alcalde Garzón, Jota Mario y Fabio Valencia Cossio.

Y para las múltiples mesas de trabajo se podrían turnar los reporteros políticos hablando de la lengua como elemento de intercambio comercial, ciertas modelos y presentadoras sobre arquitectura y usos de la lengua, los técnicos de Santafé y Millonarios sobre la lengua como constructora de utopías, los realizadores e intérpretes de encuestas de favorabilidad acerca de la lengua como cohesionador nacional, y el asesor José Obdulio Gaviria clausurando las sesiones con su ya internacionalizada ponencia acerca de la lengua como factor de éxito en las políticas de seguridad democrática.

Material tenemos incluso para declararnos en sesión permanente durante los próximos 1240 días con sus noches.

Y con el valor agregado de no tener que quedarnos en bola o hacernos los pelotas para que nos asignen como sede de Miss Universo y del Mundial de fútbol. Con esa tradición y esa vitrina para qué lobby y para qué embajadores...