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Y justo el etanol, utilizado tradicionalmente por la industria licorera y luego como aditivo al combustible automotor es ahora otra de sus obsesiones. Mover los coches de lujo con alcohol, dice, reduce la dependencia nacional con respecto al petróleo, por tanto ni pensar en los hambrientos del planeta. Granos, gramíneas y toda la masa vegetal disponible deben ser convertidos en su "fantasía" para vehículos.

Sin embargo, las realidades son diferentes a las visiones presidenciales. Para el analista Lester Brown, director del Earth Policy Institute, entidad ligada al desarrollo de una economía mediambientalista, el asunto es complicado y muy serio, si se toma en cuenta que la cantidad de granos necesaria para fabricar 25 galones de etanol puede alimentar a una persona durante todo un año.

El dilema está entonces, añade Brown, en favorecer a los 800 millones de propietarios de automóviles en el mundo, o en darle de comer a los 900 millones de hambrientos y mil 300 millones de pobres que sobreviven en el planeta.

En esa cuerda el máximo dirigente cubano, Fidel Castro, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez y su colega nicaragüense, Daniel Ortega entre otras figuras internacionales, han calificado recientemente de "irracional y anti ético" el propósito de coartar la producción de alimentos para destinar las extensiones agrícolas a la entrega de combustible que cubra el despilfarro de la sociedad estadounidense.

Si se toma en cuenta que para conseguir un millón de barriles de etanol deben cultivarse 20 millones de hectáreas de maíz, los Estados Unidos requerirían sembrar medio mundo para colmar sus apetencias, insistía en especial el estadista sudamericano.

De manera que el dilema está en pie. O alimentos para paliar el hambre global, o desnutridos eternos y autos de lujo con biocombustible asegurado para los opulentos de siempre.

Agencia Cubana de Noticias