Primero, las dilaciones para su captura cuando todo el mundo sabía que había ingresado ilegalmente en los Estados Unidos y hasta se paseaba por Miami.

Luego, su prolongada detención en El Paso, Texas, por haber violado las fronteras nacionales como cualquier "espalda mojada" procedente del sur.

Más tarde, las acusaciones de mentiroso al informar sobre los mecanismos para el ingreso en el país, todo sazonado por los imperativos de jueces para definir lo que se hará con el asesino y la posibilidad de ponerlo en libertad. Ahora, el controvertido y supuesto diferendo entre una jueza quien insiste en otorgarle el derecho a irse a casa en espera del juicio por embustero marcado para este mayo, y la reacción de la Fiscalía que aduce esa medida resulta improcedente porque, dado su historial, Posada Carriles bien puede huir y burlar la acción legal.

Al final prevaleció la decisión de otorgarle la fianza para dejarlo libre, siguiendo instrucciones de la Oficina Oval.

Todo un tinglado donde marchas y contramarchas conforman una urdimbre que no logra esconder una gran realidad: las máximas autoridades norteamericanas, esas que hacen guerras en el planeta para "aplastar el terrorismo", no son otra cosa que cómplices de la ejecución del terror y de quienes lo han ejecutado durante toda su sucia vida.

De todas formas la citada acción de la Fiscalía reúne elementos interesantes. Se habló de lo inseguro de remitir al detenido a su casa bajo una pretendida vigilancia electrónica, porque, adujo la fuente, Posada Carriles es un experto en escapatorias y en el uso de documentos falseados.

Además, algo novedoso en boca de ciertas autoridades norteamericanas: la fuente recordó la participación del reo en la voladura, frente a las costas de Barbados, de una nave aérea cubana con 73 personas a bordo en octubre de 1976, sus planes de atentados contra el presidente Fidel Castro y el estallido de bombas por su encargo, y mediante mercenarios, en hoteles habaneros.

Igualmente, la Fiscalía dudaba de la valía de la fianza a pagar, un cuarto de millón de dólares, que debe provenir de quienes ayudaron al terrorista a llegar a USA y han financiado sus deleznables acciones.

Todo ello no hace más que reiterar los términos que en marzo de 2006 utilizaron el Departamento de Seguridad Nacional y el Servicio de Inmigración, cuando en carta a Posada Carriles atribuían a su peligrosidad y apego a la violencia la decisión de mantenerlo encarcelado.

La solución, reiteramos, sería simple y hubiese tenido lugar desde hace mucho tiempo.

La Casa Blanca bien podía haber aceptado la reclamación de extradición cursada de inmediato por Venezuela, de donde el criminal escapó cuando se le seguía juicio por la destrucción del avión cubano.

Solo que, tal vez, uno de los miedos oficiales es que Posada confirme a los cuatro vientos todo lo que Washington ha tenido que ver con su criminal carrera y su permanente burla a la justicia. Acusarlo sería acusarse a sí mismo, ha dicho Fidel en sus reflexiones al respecto.

Agencia Cubana de Noticias