Hasta hace cinco años los candidatos a engrosar (toda una paradoja) la lista, sólo tenían que demostrar que no solían conjugar el verbo comer y listo. Una incapacidad por inanición permanente, deshidratación o extremaunción eran los argumentos en casos extremos. No tenían esa lista de inhabilidades (más extensa que la tiene encochinado a más de un matrimonio moderno metido en la función pública) que se inventó primero la encuesta nacional de hogares en el 2003 y más recientemente la encuesta de calidad de vida. Es más fácil ser Alcalde de Bogotá, que sabe muy bien lo que significa "aguantar", como dicen las abuelas cuando no hay para mercar.

A veces hasta la partida de defunción es insuficiente, no sea que detrás haya gente cobrando seguros de vida indebidos, en esta época de vacas flacas (que tampoco entran en la lista de indigencia) y con tanta campaña electoral pasando necesidades.

Por eso, ahora dicen que son menos. El primer sorprendido con la noticia fue el mismísimo Min protección, Diego Palacio. Casi que tuvo que venir a explicarle, armado de plastilina el director del Dane,Alvaro Rojas (que es tan hábil en eso de subir y bajar las tablitas de los indicadores, como experto en trabalenguas cuando se trata de explicar el censo, las cifras y los cambios súbitos). A ver, Diego, estuvo a punto de decirle, es cuestión de una regla de tres simple: Si antes del censo éramos tres millones más, después del censo somos tres millones menos; por lo tanto son menos los pobres porque entre los tres millones los pobres son siempre más.

Pero el Ministro, que le gustan las estadísticas tanto como la medicina y por ello anda dedicado a la política, sólo entendió el asunto cuando vio y escuchó los titulares de prensa acompañados del júbilo inmortal. El, como el resto de los mortales colombianos, que lo son más si están cerca de la línea de indigencia, no ha podido entender cómo si en el 2003, el Dane coincidía con la Contraloría y la Universidad Nacional en que los pobres en Colombia sumaban 29 millones, hoy cuatro años después, los pobres si acaso suman 16 millones y medio. Eso, doctor Palacio, arroja la maravillosa cifra de 3.100.000 pobres menos cada año, lo que se traduce en (mal contados, pero tranquilo, ya están acostumbrados) 8500 pobres menos cada día. El resultado del siglo!. (Que el jefe de prensa de Palacio, César Mauricio Velásquez no se ha dado cuenta, pero esperen que coja cancha).

Claro, la celebración la iban opacando los 17 niños del bajo Atrato chocoano que se les dio por morirse (y precisamente de hambre) en plena etapa de divulgación de las nuevas encuestas. Y eso que no sonaron los casos de los 160 embera chamí que están aguantando hambre desde hace seis meses, tras huir de sus tierras en San José del Palmar a causa del conflicto, y de los menores desnutridos o muertos en Caloto-Huila, y en Paez-Belalcázar, Cauca.

Pequeños lunares que no pueden empañar la tendencia actual de las encuestas. Si a cada medición que revela disminución de la pobreza en el Distrito, le responde otra del gobierno nacional con mejores cifras, pues el problema está próximo a ser solucionado. Sólo falta que alcaldes y gobernadores en el resto del país se unan a la causa, hagan su propia medición y declaren a los pobres en vías de extinción. Que los aprovechen ahora para las fotos y para los votos porque pronto no se encontrará uno ni siquiera para un tinto, como dicen las abuelas. Aunque no faltará el apátrida que por el puro afán de de ser aguafiestas quiera inscribirse en el sisben o almorzar en un comedor comunitario mientras reniega de las encuestas. Pobres cifras.

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