Su asesinato hace 59 años transformó al pueblo en volcán en erupción que todavía no se apaga.

Gloria Gaitán, que resiste tenazmente la intención del pais político de sembrar de sal la memoria del más importante conductor de multitudes nacido en este suelo, afirma:“El magnicidio de mi padre lo realizóla CIA en conjunto con el gobierno colombiano, complot al que llamaron “Operación Pantomima”, puesto en obra y coordinado por los agentes Thomas Elliot y John Mepple Spinto, por el lado norteamericano, y el coronel Virgilio Barco, Director de la Policía Nacional, por el lado colombiano”.

En su página (laculturaeselcampodebatalla.blogspot.com) Gloria recuerda que la resistencia de Manuel Marulanda o Tirofijo y de Gabino, principales jefes guerrilleros del país, empezó por la implacable persecución contra sus familias gaitanistas, realizada por hordas conservadoras de pájaros y chulavitas, que constituyeron la primera generación paramilitar y parapolicial.

La doctrina gaitanista provocaba susto a los jefes políticos de entonces (Eduardo Santos, los primos Lleras, Carlos y Alberto; Laureano Gómez y Mariano Ospina, entre los principales). Porque Gaitán llamaba a las mayorías populares, indiscriminadamente, a luchar contra la minoría oligárquica, monopolizadora de la tierra, la riqueza, el conocimiento técnico y científico y el poder político. Era la rebelión del inmenso país nacional contra el mezquino país político. Reclamaba medidas económicas y sociales urgentes para los campesinos y los trabajadores urbanos. Garantías sociales y salarios iguales para mujeres y hombres. Industrialización del país. “Limitaciones equitativas del margen de ganancias”. “Supresión de los monopolios de hecho que regulan los mercados dentro de un solo interés”. Acciones urgentes de reforma agraria y seguridad alimentaria de toda la población, seguridad social obligatoria, educación y salud para todos. Política internacional independiente: “intercambio comercial con ventajas equivalentes y la no intervención en las determinaciones políticas internas”. La actividad de “los grupos imperialistas es funesta tanto para la democracia del Norte como para los demás países”.

El anterior es un breve extracto de la Plataforma del Teatro Colón, aprobada en la convención liberal de enero de 1947 y no refleja toda la riqueza y profundidad del pensamiento gaitanista, nutrido de lecturas y del contacto vivo con las gentes de todas las clases y todas las regiones.

Gaitán tenía los rasgos de carácter que moldearon la gloria de Bolívar. No se deprimía ante las derrotas y fracasos. Por el contrario, agigantaban su fuerza y su talento. Reorganizaba sus cuadros de mando, levantaba el ánimo de sus seguidores y entraba al combate, sin perder el tiempo en justificaciones, quejidos y recriminaciones.

Derrotado en la campaña electoral de 1946 por la división liberal, pasó a organizar la convención de su partido, contra la resistencia de los expresidentes liberales, con los que trató inútilmente de reconciliarse; reunió la convención del Colón con elevado número de delegados elegidos democráticamente, con amplia representación social y regional. A partir de allí, la campaña electoral de 1947 recuperó amplias mayorías liberales en la Cámara de Representantes, Asambleas y Concejos.

Acababa de posesionarse el presidente conservador Mariano Ospina Pérez, el 7 de agosto de 1946. Gaitán aceptó la invitación de Rómulo Betancur, presidente de Venezuela y jefe del partido Acción Democrática, para celebrar el primer aniversario de su ascenso al poder.

Aquel 18 de octubre, el pueblo de Caracas se había volcado sobre la Plaza Rafael Urdaneta. En la tribuna, Jorge Eliécer Gaitán, presenciaba el evento como invitado de honor. No estaba programada su intervención. En cierto momento, el público comenzó a corear su nombre: ¡Gaitán! ¡Gaitán! ¡Gaitán! Respetuoso del protocolo, el líder colombiano se negó a escuchar el llamado, pero Rómulo Betancur le pidió acceder a la tribuna.

“Hombres y mujeres de Venezuela”, resonó la timbrada voz del insuperable orador. “Yo, que pertenezco a un país cuyo pueblo es superior a sus dirigentes, al ver la muchedumbre de rostros morenos reunidos en esta plaza, he experimentado una emoción que hace contraste con la sensación de angustia que, siendo estudiante, experimentara ayer, ante el dolor y la tragedia que se agolpaban sobre el alma grande de los herederos de Bolívar”.

Recordó a los padres y abuelos de los presentes que sufrieron cárcel, destierro y agravios durante gobiernos despóticos como el de Juan Vicente Gómez, militar tachirense que vivió en Cúcuta, conquistó el poder y se mantuvo en él casi tres decadas con apoyo en los partidos venezolanos liberal y conservador, los magnates petroleros norteamericanos y los dueños de los hatos ganaderos. Al término de su régimen, al morir en 1935, los partidos tradicionales venezolanos habían desaparecido.

Gaitán dijo a los caraqueños que el gobierno adeco los introducía en una libertad política que podría convertirse en simple formalidad, si no lograban la libertad económica. Exaltó luego a los pueblos latinoamericanos, su laboriosidad, su imaginación para vencer las dificultades de la naturaleza y los abusos de “una pequeña minoría oligárquica”. Todos los pueblos hermanos de Latinoamérica tienden a acercarse y todos anhelamos “que los ricos sientan que deben ser menos ricos para que los pobres reciban mejor remuneración por su trabajo”.

Posiblemente pensando en su propio camino del calvario, Gaitán remató así su discurso:

“…si un solo varón quedara en Venezuela, de todos los que aspiran a ser libres, que ese solo hombre se sienta obligado a la batalla, porque yo diría que vale más una bandera solitaria sobre una cumbre limpia que cien banderas extendidas sobre el lodo”.

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