El lunes nueve la jueza negó la libertad bajo fianza con la justificada sospecha de una probable fuga del encartado: el miércoles apareció una inesperada " marcha atrás " y ordena su salida para la calle con la inverosímil explicación de que lo anterior se debió a un fallo cibernético. Poco más de 24 horas después se congela la liberación y entra en un nuevo impasse.

Quienes han seguido este bochornoso episodio desde el momento de la entrada ilegal de Posada a territorio norteamericano, tienen todo el derecho del mundo a preguntar: ¿Hasta cuándo y hasta dónde van a llegar en la Casa Blanca en la obsesiva e interesada decisión de proteger al reo?

Evidentemente, la papa está hirviendo, y los encargados de sostenerla o lanzarla sin quemarse no han encontrado el modo de actuar de manera coherente, situados en la incómoda posición de no saber cómo hacerlo.

A favor de ellos vale subrayar que cualquier variante presenta insalvables inconvenientes.

Extraditarlo a Venezuela para que sea juzgado por el asesinato de 73 personas resulta impensable. Ello desencadenaría un proceso que sacaría a la luz pública revelaciones muy graves sobre las tropelías de Washington en su política hacia América Latina en las décadas del 70 y el 80 del siglo pasado, y a la postre el principal acusado serían ellos mismos...

Destacaría en el escándalo el apoyo brindado a las sangrientas dictaduras militares con su secuela de decenas de miles de asesinados, torturados y desaparecidos.

No iría a la zaga de lo anterior la promoción de la guerra sucia contra el gobierno sandinista de Nicaragua, para lo cual la Casa Blanca no vaciló en violar sus propias leyes y organizó un colosal contrabando de armas, condimentado con un no menos colosal tráfico de drogas, episodio en el que Posada desempeñó un papel protagónico.

Este juicio en la Patria de Bolívar pondría asimismo sobre el tapete el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier y su secretaria norteamericana, ejecutado a la luz del día en el centro de la capital estadounidense y muy cerca de la Casa Blanca.
Abundarían igualmente los elementos relacionados con la conspiración contra Salvador Allende y hasta el no esclarecido magnicidio de Dallas podría cobrar actualidad. Nadie sabe.

Pero si los episodios narrados hasta aquí no fueran ya suficientemente comprometedores, el proceso revelaría la actividad subversiva de varias administraciones de USA y su complicidad con la mafia terrorista de Miami para derrocar a la Revolución cubana.

El saldo de esa actividad criminal, ejecutada durante casi medio siglo en nombre de la democracia, incluye la guerra biológica, la invasión por Playa Girón (Bahía de Cochinos) la promoción del bandidismo en casi todas las provincias cubanas, los más de 600 planes de atentados para asesinar al presidente Fidel Castro y la ejecución en Cuba, en países europeos y latinoamericanos y en los propios EE.UU., de cientos de atentados terroristas.

Ese sistemático terrorismo de estado, ejecutado contra la mayor de las Antillas, ha costado la vida a más de tres mil cubanos y provocado heridas con graves secuelas a más de dos mil.

Como se puede apreciar - a grandes rasgos - elementos suficientes hay para no entregar a la justicia venezolana a su hombre, pero al mismo tiempo se le agotan a Bush las opciones para continuar protegiendo al asesino sin violar leyes y procedimientos que no permiten mantenerlo más tiempo en prisión únicamente por fraudes migratorios. Posada, sus defensores y la mafia cómplice del sur floridano, que lo necesita libre, lo saben y presionan.

De tal modo W. enfrenta un difícil dilema: si lo extradita, resultará él mismo incriminado y recibirá el rechazo de la poderosa camarilla terrorista de Miami; si lo mantiene en prisión y condena, aunque sea por fraude migratorio, igualmente perderá su base de apoyo en Miami y si lo suelta provocará una colosal repulsa mundial y pondrá aún más en entredicho, su dudosa condición como líder de la batalla mundial contra el terrorismo.

Agencia Cubana de Noticias