En su libro “Metamorfosis: guerra, Estado y globalización en Colombia”, José Aristizábal analiza cómo la inserción del país en la globalización ha transformado, prolongado y degradado el conflicto, y demuestra posibles caminos para superar la violencia y avanzar hacia la paz. “La sociedad civil tiene que presionar la paz, construirla desde abajo, en los pueblos, los municipios y los departamentos”, precisa su autor, ahora exiliado en España y de paso por Colombia para presentar su obra.

Jürg Schiess: -¿Se siente seguro en Colombia?

José Aristizábal: No completamente. A pesar de la supuesta desmovilización de los paramilitares sigue latente una amenaza sobre representantes de la oposición política, defensores de derechos humanos o personas que se dedican a hacer un análisis crítico de la realidad social del país.

J.S.: -¿Le sorprende esta situación?

J.A.: -No. La Ley de Justicia y Paz no resuelve el problema de los paramilitares sino que conduce a una paz mafiosa, una paz donde los señores de la guerra conservan gran parte de su poder, donde rige la ley del silencio, donde la población sigue coaccionada y no tiene la libertad para desarrollar sus ideas propias de construcción de otro tipo de sociedad.

J.S.: -¿Qué política se requiere para lograr una verdadera paz con los paramilitares?

J.A.: -Hay que someter a los líderes paramilitares a la justicia y romper el poder que han construido gracias al conflicto. Para esto último, es imprescindible que se desbaraten sus negocios del narcotráfico y sus redes de influencia política y económica. Además, es absolutamente necesario que las víctimas sepan toda la verdad y que haya plena reparación. Lamentablemente, todo esto no se está dando en el actual proceso de paz.

J.S.: -En las semanas pasadas se han dado a conocer algunos casos de alianzas entre políticos y multinacionales.

J.A.: -Sí, pero se tiene que profundizar mucho más en esto. Lo que se revela públicamente es apenas la punta del iceberg. Los vínculos de los empresarios colombianos y los militares con el paramilitarismo están, por ejemplo, aún a oscuras.

J.S.: -¿Cómo evalúa la política del gobierno de Álvaro Uribe frente a los grupos insurgentes?

J.A: -La opción militar no es una estrategia viable. Tratar de resolver la guerra con más guerra, es como echarle gasolina al fuego.

J.S.: -Entonces, el gobierno debería apostar por el camino de las negociaciones.

J.A.: -Sí. Pero la vía de la negociación tampoco está libre de problemas. Por un lado, la sociedad no puede esperar indefinidamente a que el Estado y la guerrilla se sienten a negociar; y, por el otro, existe el riesgo de que una paz negociada sin reformas profundas no sea duradera.

J.S.: -¿Qué factores tienen que acompañar a las negociaciones?

J.A.: -Ya no debemos seguir permitiendo que los que hacen la guerra sean los que encabezan los esfuerzos de paz. Ha llegado el momento en el que la sociedad civil debe asumir un papel clave en la construcción de la paz.

J.S.:- ¿En qué sentido?

J.A.: Sin mayor democracia, sin una nueva institucionalidad legitimada por su beneficio a todo la población, la paz no será posible en Colombia; y estoy convencido de que esto solamente se logra realizar desde abajo y a través de un despertar de la sociedad civil. En la medida en que se hacen transformaciones políticas, sociales y económicas en lo local y regional con la participación ciudadana y la movilización social, todo el país avanzará hacia la paz.

J.S.: -Después de más de 40 años de guerra civil, muchas personas se han acostumbrado a la violencia. ¿Es un factor que dificulta el despertar de la sociedad?

J.A.: -Es cierto que hay una situación en la cual la gente se ha acostumbrado al conflicto. Algunos decimos que este país está anestesiado. La violencia se ha vuelto una realidad común y corriente, no se respeta la vida y no hay una dimensión ética en la cotidianidad. Pero esto no implica que no hay grandes deseos de superar la violencia y de transformar la sociedad.

J.S.: -¿Cuáles son las posibilidades de que estos deseos se convierten en acción?

J.A.: -Buenas. Primero, la inconformidad con la actual situación ya ha empezado a expresarse de diferentes formas, por ejemplo en el hecho de que se ha derrotado el referéndum promovido por el presidente Uribe en el año 2003 o que la izquierda y movimientos independientes han ganado varias alcaldías importantes como las de Bogotá, Medellín, Cali o Pasto.

J.S.: -¿Y segundo?

J.A.: No debemos olvidar que ya existen grandes ejemplos de resistencia a la violencia y de lucha por la convivencia pacífica. Colombia no es un país únicamente de bandidos y narcotraficantes. Además, las circunstancias internacionales son propicias para un papel más significante de la sociedad civil en la política.

J.S.: -¿Se refiere, usted a los acontecimientos que se están dando en países como Venezuela, Bolivia o Ecuador?

J.A.: -Sí. En estos países los movimientos sociales han logrado iniciar importantes procesos de cambio económico, social y político. Esto puede ser un motivo de inspiración para que los lazos entre estas sociedades y Colombia apoyen procesos de mayor democratización.

J.S.: -Según su libro, el Polo Democrático Alternativo (PDA) tiene que asumir el liderazgo en los esfuerzos de paz de la sociedad. ¿Es el libro nada más que propaganda para este partido?

J.A.: -En ningúna forma. Pero como el PDA es el actor de oposición política más fuerte y se plantea ser gobierno, es necesario evaluar, al hablar de salidas del conflicto, el papel que este partido puede jugar en la búsqueda de la paz y la democratización del país.

J.S.: -¿Cuál es su papel?

J.A.: La paz tiene que ser la bandera del PDA si quiere ser una verdadera opción de gobierno. Puede permitirse, por ejemplo frente al neoliberalismo, el no tener propuestas alternativas totalmente elaboradas, pero en el tema de la paz debe disponer de una política propia, clara y completa que esté siendo aplicada permanentemente por todos sus militantes y dirigentes.

• Miembro del equipo de investigación de Ilsa.