Unos lo señalan como disidente, en otros lo tratan de veterano luchador o activista, términos a los que le añaden la condición de anticastrista. Los menos le adjudican su antiguo empleo como agente o simple informante de la CIA.

Este "curioso" detalle no resulta tan formal como parece, pues de este modo "casualmente" ocultan la verdadera naturaleza de este peligroso sujeto, a quien los medios de la Florida controlados por la mafia de origen cubano, prefieren presentar, en el mejor de los casos, como "un ancianito enfermo e inofensivo", cuyo delito más grave se reduce a haber mentido acerca de su ingreso a territorio norteamericano.

Que se trata de un propósito deliberado salta a la vista cuando es conocido que Posada Carriles posee un currículo criminal tan extenso como diverso, a partir del cual son numerosos los adjetivos a emplear para calificarlo, mucho más ajustados a su verdadera condición.

A Luis Posada Carriles le cabe, por ejemplo, el de torturador y verdugo, porque esa fue su actividad durante los años al servicio de la tenebrosa DISIP venezolana, época en que bajo el seudónimo de Comisario Basilio, martirizó a numerosos revolucionarios de ese país sudamericano.

También puede ser llamado narcotraficante, pues a esa función se dedicó en su labor como organizador de la guerra sucia de Washington contra el gobierno sandinista de Nicaragua, actividad compartida con la de contrabandista de armas a favor de la contrarrevolución, en sangriento conflicto con un saldo aterrador de víctimas.

No sería exagerado tampoco designarlo como mercenario frustrado, atendiendo al momento en que se alistó en la invasión organizada por la Casa Blanca contra Cuba en abril de 1961, oportunidad en que a bordo de una embarcación realizó el bojeo a la Isla sin decidirse a desembarcar, debido a la presencia miliciana en todos los accesos posibles.

El adjetivo de chantajista le cabría asimismo, pues eso hizo cuando descontento con la Fundación Nacional Cubano-Americana, ante la negativa de esta de entregarle nuevas sumas de dinero, habló hasta por los codos a la periodista Ana Louise Bardach, del The New York Times, destapando sus vínculos con esa organización para llevar a cabo hace 10 años los atentados dinamiteros en instalaciones turísticas cubanas, donde perdió la vida un joven italiano.

Posada puede ser también catalogado como un cínico sádico, categoría ganada al afirmar que después de sus crímenes "dormía como un bebé" o cuando jactancioso y burlón pretendió justificar el asesinato de Fabio Di Celmo, al asegurar que simplemente fue fulminado por la metralla "por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado".

Y cómo calificar a quien fría y tranquilamente organizó la voladura de un avión comercial con 73 personas a bordo en 1976, y se disponía a hacer lo mismo en el Paraninfo de la Universidad Central de Panamá, donde cientos de estudiantes acudirían a un acto de solidaridad con Cuba, en presencia del presidente Fidel Castro.

Es bueno advertir que si hoy a Posada no se le adjudican 800 o mil muertos más, es gracias a la eficaz labor de los órganos de la Inteligencia cubana, que descubrieron el complot y ofrecieron oportuna y detallada información a las autoridades panameñas para frustrar el plan.

Ahora en libertad en Miami y en espera de un juicio el 11 de mayo por simplemente violar leyes migratorias, el criminal es muchas cosas feas y mal olientes, y para nada deviene el corderito que algunos quieren presentar. Para ayudar a los medios a darle un trato justo, aquí tienen media docena de adjetivos para llamarlo de tal modo que se parezca a él.

Agencia Cubana de Noticias