¿De dónde nace la idea de crear esta muestra?

Fetiches de Fertilidad es secuencia de la primera muestra en este género, que se tituló Guguchachi, que era una apropiación de las obras más importantes de la historia del arte: el Discóbolo de Miró, La Pietá de Miguel Ángel, El urinario de Duchamp, o Las formas únicas de la continuidad en el espacio de Boccioni, que son íconos en la historia del arte, y más que todo son digeribles para todo el público.

Esta vez se me ocurrió ponerle un nombre distinto, único a la obra. Gugu tiene que ver con los primeros esfuerzos de los niños para hablar y chachi lo tomé del recuerdo de mi abuelita, que solía decirme: chachi, chachi, cuando me invitaba a sentarme. Este nombre se solidificó con las escalas de las piezas, que no son grandes, y además con la utilización de la técnica precolombina, en una creación de híbridos.

¿Por qué la cuestión de lo precolombino?

Es un valor que está totalmente abandonado, pero no desgastado. Con los factores que hoy se manejan artísticamente, como que se menosprecia a la producción artística y cultural que tiene Latinoamérica, entonces lo que yo trato es de rescatarla.

La educación occidentalizada te hace ver que lo de allá es más bonito, que lo de acá es feo, que lo de allá es mucho mejor. Yo doy una muestra de que a través de una técnica propia, ancestral de América Latina se puede crear un discurso completamente nuevo y contemporáneo, es decir, cosas sólidas y concisas.

En la muestra Fetiches de Fertilidad estoy dando más énfasis a lo precolombino, porque tal vez antes retomé solo la técnica, y hoy estoy retomando la forma, la cual estoy reconsiderándola y replanteándola, eso es muy importante.

Uno de los focos culturales que está en auge a nivel mundial, en torno a la conservación de culturas originarias y aborígenes es Latinoamérica, y si eso lo disparamos dentro del plano contemporáneo, con contenidos artísticos, pega muy bien en el Ecuador. El arte contemporáneo está actualmente en un proceso de transición, se ven muy pocas cosas sólidas, por eso soy radical en valorar lo que tenemos.

¿Es un problema de identidad?

La identidad juega un papel muy importante en mi obra. A nivel de circuito artístico puedo plantear que la identidad está totalmente híbrida, globalizada. Qué pena que tengamos que tomar cosas de afuera para sentirnos identificados.

En la obra Fetiches de Fertilidad se plantean nuevas cosas, como tomarle a la vasija con su vacío interior, con las características propias de la cerámica. Yo recupero eso y trato de volverlo un hibrido con lo que es el armamento nuclear. Estoy planteando que el armamento nuclear ha sido más que solo un eslogan de “buscar la paz”, ha sido un instrumento para la guerra y para la acumulación de capital.

La fertilidad entonces está planteada en el sentido del poder económico que producen los armamentos nucleares. Al mismo tiempo, lo que estoy planteando es una ironía, un juego, y lo que está tácitamente ahí planteado es que la sociedad en algún momento pueda vivir en una forma igualitaria y archivar todo ese armamento nuclear que ha servido para la destrucción del hombre y no para mejorar su calidad de vida.

¿Al comparar las formas precolombinas con armamentos nucleares no estás siendo blasfemo con nuestra cultura ancestral?

No. Las lecturas son muchas, porque, por ejemplo, cuando vez estas figuras te dan ganas de amarcarlas, tocarlas, acariciarlas, no las ves desde el punto de vista belicoso, las ves como un objeto sagrado. Será porque yo las he idealizado, pero veo a esas piezas como algo sagrado. Lo que planteo es cómo con un material tan antiguo, tan simple, tan rechazado y sepultado puedes manejar contenidos de ahora. Utilizo un horno completamente primitivo para la preparación de las piezas. La arqueología está en constante movimiento, yo me enganché ahí para hacer la obra.

La cultura de acá (Cotopaxi) no se siente identificada con lo que es, hay un mestizaje terrible, un rechazo a lo que somos y a lo que tenemos, la propuesta entonces es que con lo que nosotros tenemos y somos podemos hacer maravillas.

El segundo proyecto nació y salió en la Parroquia la Victoria (Pujilí), es un sector netamente alfarero y esto fue lo que más impulsó mi proyecto. Si bien es cierto el primer proyecto salió en Quito, las circunstancias de la vida me obligaron a volver a vivir en Pujilí y pude reobservar lo importante que era la alfarería para la parroquia.

En la Victoria, la mayoría de familias producen alfarería, eso fue lo que impulsó mi proyecto. Pero paradójicamente allá la gente muestra rechazo a la alfarería, no le gusta que le digan que es alfarera, y en realidad es una verdadera obra de arte ver como ellos trabajan, con una técnica y una pasión increíbles...