“Para la pena oscura un clavo ardiendo

que ilumine la noche y mate el miedo

y separe lo falso y lo verdadero”…

(Ana Lann)

Ahí estábamos, después de muchos años, el primero de diciembre de 2006 pasadas las siete de la noche, en la sala Seki Sano del teatroLa Candelaria. Ese añejo espacio en el que, una vez traspasas el umbral, te abandonas en el sueño de unas vidas que no siempre son sueño profundo sino más bien pesadilla que no termina o que despierta en la oscura realidad.

Llegamos allí por invitación del Grupo de Titiriteras de Ciudad Bolívar Huitaca, al que pertenece Diana Marcela Gómez, la hija de Jaime Enrique Gómez Velásquez, el historiador, el politólogo, el intelectual, el activista comprometido con las luchas sociales y sindicales en Colombia. El asesor político de la senadora Piedad Córdoba, el integrante de la Campaña Serpa-Presidente, oponente por el partido Liberal a la candidatura del actual Presidente Álvaro Uribe Vélez; el hombre que desapareció el 21 de marzo y luego de un mes y dos días de intensa búsqueda apareció muerto el 23 de abril de 2006.

Un año después de su hallazgo La esquina regional retomó detalles de la obra de teatro “La denuncia” dirigida por Rafael Giraldo y basada en la historia de Diana Gómez y su padre, una puesta en escena del papel de las mujeres en el contexto de guerra que vive Colombia. Un desafío contra el olvido y un ritual para acceder a la verdad y a la justicia.

Mientras esperábamos que empezara la creación colectiva de estas mujeres, un tropel de imágenes ocupó mi memoria. El pasado y el presente de este país se encontraron en la madeja revuelta de “Guadalupe años sin cuenta”.

Las luces se apagaron y con ellas los rostros resignados de un grupo de refugiados se prendieron a mi cerebro. “El paso”, pasó silencioso por nuestra vida de estudiantes fracasados de literatura así como pasó por este país por donde pasan muchas cosas pero al final no pasa nada.

Ante mis ojos perdidos apareció una estela de la bandera de Colombia sostenida, sin ganas, por una mujer salida de esa gran masa que está “En la raya” anunciando la “crónica de muerte” de cientos de personajes marginales de alguna ciudad sin nombre.

Un aviso en forma de luz sobre el escenario me notificó que “La denuncia” había empezado de nuevo, que allí sobre el escenario, esta vez un grupo de mujeres intentaría contarnos la historia de una vida que tras la extinción de otra busca afanosamente descoserle el disfraz que le han puesto a la verdad.

Huitaca es un personaje de la mitología muisca que este colectivo femenino ha tomado como símbolo para reivindicar los derechos de las mujeres que en algún lugar de la geografía colombiana levantan su voz para exigir la verdad, no sólo para mitigar su duelo sino para reconstruir, a costa de su dolor, la memoria histórica de un país que se ha ido acostumbrando al olvido. Un olvido al que las mujeres, con las que Diana se encontró en muchas de las regiones del país, a las que llegó para dictar talleres como facilitadora e integrante de la Comisión Política de la Iniciativa de Mujeres por la Paz, IMP , se negaban a cederle terreno.

Fue en estos encuentros en los que tuvo contacto por primera vez con la desaparición forzada; allí cuando una mujer le contaba que su hijo estaba secuestrado o que lo habían desaparecido se le rompía el corazón y sentía un dolor profundo, pero sólo llegó a comprender el horror de la desaparición cuando tuvo que vivirlo en su propia piel. “Es la angustia total de saber si tu ser querido está vivo o no, si lo van a devolver. Cuando comienzas a conocer más sobre la problemática te empiezas a preguntar si lo están torturando, si algún día tendrás sus restos; es miedo, es incertidumbre lo que te invade”.

…”para la pena negra, tus ojos limpios”…

En la escena, seis butacas de madera, una silla y un escritorio; en él una mujer con gafas, vestida de blanco y negro y un chal rojo sobre sus hombros, escribe cartas. Entretanto un grupo de mujeres se va transformando en hombres y una voz en alguna parte de las sombras va declamando textos…

Diana Gómez es la mujer que con trazos de dolor en su rostro lee una de las cartas que recibió durante la desaparición de su padre y luego la entrega a uno de los hombres que están en la escena. Uno de ellos empieza a leer: “Apreciada señora Margarita Castro… “Hemos recibido las 152 comunicaciones que usted ha dirigido al Palacio Presidencial. Todas han sido leídas con atención y seriamente estudiadas”…

En el auditorio se alcanzan a sentir sonrisas tensas, en las que se descubren las escenas vividas en obras anteriores y escuchadas casi a diario en los medios de comunicación, cuando uno de los hombres le responde a doña Margarita que han emprendido una serie de “investigaciones exhaustivas” para esclarecer el caso de su hijo. De ahí en adelante los personajes se debaten entre la tragedia de su realidad y la ironía y la desfachatez de las declaraciones de los funcionarios públicos que atraviesan los límites de la comedia y quedan atrapados en una línea satírica en las que sus facciones se deforman dándole paso a los lugares comunes de sus expresiones.

En la memoria de Diana aún están presentes las declaraciones y actitudes del entonces Ministro del Interior y de Justicia, Sabas Pretelt de la Vega , quien conoció el mismo 23 de abril, antes que la familia, la identificación de los restos de Jaime Gómez y se apresuró a expresarle a la senadora Piedad Córdoba sus condolencias. “El ministro había quedado de darme una cita para hablar de la desaparición de mi padre antes de que aparecieran los restos y nunca me la dio. Lo extraño es que Máximo Duque, el entonces director de Medicina Legal, saltándose el orden de las cosas le dijo al Ministro primero que a nosotros lo de la carta dental. ¿Yo me pregunto por qué tanto interés y afán?”

Y empezó el debate…

“Claro, ustedes lo olvidan, pero el país todavía está conmocionado por los hechos que se dieron el día 21 de marzo del año 2006 en los alrededores del Parque Municipal”…

Durante un mes la familia y los amigos lo buscaron en el mismo sitio donde lo encontraron muerto. Jaime Gómez había salido de su residencia, ubicada en la ciudad de Bogotá, el 21 de marzo de 2006, hacia las 5:30 de la mañana, con el fin de realizar una caminata ecológica por los alrededores del Parque Nacional…

…la Fiscalía, la Procuraduría, las Fuerzas Armadas y la Policía y, sobre todo, los médicos forenses del Instituto de Medicina Legal, concluyeron que lo que sucedió en el Parque Municipal se debió a un mero accidente”…

“No sé qué clase de forenses e investigadores en Colombia se pueden creer el cuento de que un cadáver esté expuesto durante más de un mes al aire libre sin que nadie se entere. El hedor atrae al más constipado ser humano” dice Diana con la misma firmeza con la que asumió desde el primer momento la vocería de la familia.

Tal parece que las brigadas que durante semanas buscaron a Jaime Gómez y no lo encontraron, a pesar de haber rastreado minuciosamente la zona donde supuestamente estaba el cadáver, pasaron por allí varias veces y nunca lo encontraron.

Los familiares desconfían del informe técnico que elaboró el Instituto de Medicina Legal, en el cual se asegura que los golpes y el estado en que se encontraba el cadáver no mostraban violencia ni signos de tortura, dando a entender que la muerte fue un accidente.

…como por arte de magia, una avezada perrita se convierte en héroe y millonaria gracias a su olfato y sensibilidad pues paseando con su amo, recorría los mismos predios por donde la víctima realizaba sus caminatas y ejercicios físicos cotidianamente. Pero milagrosamente halla el cuerpo desmembrado, producto tal vez de haberse resbalado en una cáscara de plátano para luego ser despedazado y desmembrado por chacales, buitres y ratas; cuando las denuncias y protestas acusan una desaparición forzada y hoy un crimen de Estado”…

El grito ahogado…

No es una representación exacta de la realidad aunque a veces lo parezca. “La denuncia” es la palabra hecha memoria, es el dolor profundo que se niega a quedarse asido al miedo, es el grito ahogado de una hija, de una víctima sobreviviente que busca incansable la verdad. Es la metáfora de las miles de víctimas del conflicto armado en Colombia que hoy claman por verdad, justicia y reparación.

Sobre el gesto, la imagen, la luz y la sombra se apoya la puesta en escena de estas mujeres, que logran con una serie de cuadros sencillos atrapar al auditorio que expectante ve como con los butacos de madera se va construyendo un momento desde el cual un hombre dice, “Soy un hombre soñador. Un padre, un hijo, un esposo”…

De las sombras aparece Diana Marcela Gómez, la hija que hasta hace unos minutos encarnaba a doña Margarita Castro, la mujer que escribía cientos cartas en una búsqueda infructuosa de su hijo desaparecido.

“…así era mi padre. Un soñador, soñaba tanto y quería tanto este país. Anhelaba otra sociedad, otra forma de relacionarse entre unos y otros… Quería educación para todo el mundo, que la gente creciera familiarizada con el arte, que los teatros estuvieran a reventar. Que el piano lo supieran tocar todos o por lo menos todo aquel que quisiera”.

Por segundos una cuchilla de silencio cortó el aliento del auditorio y por cada una de las sillas el escalofrío corrió a posarse sobre las pieles de quienes inamovibles fijábamos la mirada en aquella joven, en la valentía de aquella hija, como si no existiera nadie más en la escena.

Ella seguía reviviendo los momentos, depositando sobre el escenario su vida desgarrada. Contando con el alma uno a uno los instantes que vivió desde ese 21 de marzo cuando desapareció su padre hasta el 23 de abril cuando su “cuerpo” fue encontrado en una zona donde él no acostumbraba a hacer ejercicio, pero por donde sí lo habían buscado cientos de veces.

“No quería ser una Antígona, pero me tocó. No querías morir así tan joven, pero te tocó. No querías que te enterraran, pero te tocó. No queríamos quedarnos tan rápido sin padre pero nos tocó”…

Por turnos unos y otros, víctimas de aquí y de allá, se dirigían a esa pirámide de madera que por arte del teatro adquirió vida. En ella los desaparecidos se hicieron presentes.

“Mi hijo era un poco de eso”… “¿Gustavo se parecía, o se parece? Ya no sé si seguir hablando en presente o en pasado”… Extraño tanto ese aroma que dejaba en nuestro cuarto todas las mañanas”…

Y vuelve la hija, la actriz que hoy representa el dolor de la ausencia…

“No queremos ver más sangre, más muertos a mansalva, más madres llorando… hijos devorados por el odio, el poder, la intolerancia. No queremos más esposas guardando la mitad de una cama que no volverá a ocupar el mismo cuerpo”.

El guión se inspiró en su historia y está soportado por los textos que Diana Gómez escribía durante esos días de búsqueda estéril.

“Guerra, maldita guerra. Poder, maldito poder. Hubiese querido verte de pie, caminando, darte un abrazo, verte reír y escucharte. Tener paciencia para saber de tu propia boca y desde tu dolor que pasó”…

Al comienzo dudó de participar en la obra, tanto que en los primeros ensayos su parlamento era solamente el discurso que ella hizo en el Concejo de Bogotá el día que enterraron a su padre.

“Quiero contarte todo lo que hicimos para lograr que te liberaran, que recibimos muchísimos correos, cartas, solidaridad… mucha gente caminó y gritó a nuestro lado por tu libertad, por el respeto a tu vida”...

La obra se presentó por primera vez el 20 de octubre, el día del cumpleaños de Jaime Gómez. Allí comenzó el ritual de “La denuncia”, una mezcla de tristeza y dolor con la que Diana intentaba contarle al mundo de una forma muy directa cuál era ese momento de vida por el que estaba pasando.

“Creí, creímos, que era posible que estuvieras vivo. Y si, estabas y seguías vivo, era tu fuerza, eras tú, eran tus convicciones, tus ideas, las que nos movieron a caminar, a exigir, a hablar”…

El duelo

Encarnar a su propio personaje le causó dolor. Fue una forma casi brutal de hacer el duelo, de evitar que el olvido pasara sobre la historia de su padre dejando solamente un tachón. Fue una etapa de su duelo que la mantuvo activa pero que también la hizo pensar cómo hacer para no quedarse ahí y continuar en su búsqueda de la verdad y de la justicia. Mientras tanto “La denuncia” seguirá entretejiendo los finales…

“Muy rápido, cuando supe que te habían llevado pensé que no aguantabas mucho, que primero ponías tu dignidad y acelerabas lo que tuviera que venir. Sin embargo me dejé, nos dejamos atrapar por la esperanza. No te pude ver de pie, tampoco tuve un cuerpo yerto que abrazar, entonces me tuve, nos tuvimos que enfrentar a la realidad, solo trozos de ti, solo huesos pude ver. Huesos… tristes huesos, desarticulados como el país. Me detengo y pienso, sí, solo huesos, pero tus huesos. Hicimos y deshicimos hasta que logramos que tu historia no fuera la misma de muchos desaparecidos. Tuvimos tus restos. Al menos eso. Y rápido. Este acto, como muchos actos, es un rito de paso, una puesta en escena… como todo lo tuyo lo reinventamos. Al estar en construcción puede tener muchos desenlaces. Como nos gusta lo colectivo, lo que pase de hoy en adelante puede ser resultado de un libreto construido entre todas y todos en varios actos”.

Ahora Diana Gómez tiene un sitio en Internet desde donde sigue escribiendo y buscando una luz que ilumine la verdad sobre la muerte de su padre.

“Hay días en que desesperadamente me pregunto por qué te mataron. Por qué estoy viviendo este dolor tan intenso. Por qué no puedo disfrutar más de tu compañía, de tus enseñanzas… Por qué estuviste tan solo en nuestros corazones y en la gran foto que tiene la abuela en casa el 31 de diciembre... En esos instantes me lleno de un dolor profundo... un dolor que sabe a rabia en los labios cuando trato de verbalizarlo… me asquea el olvido. Me producen náuseas los que venden nuestra patria, más náuseas que las que sentí el domingo que encontraron tus restos. Náuseas más terribles que las que experimenté cuando me fui haciendo el lavado cerebral para aceptar que quizás estabas muerto. Náuseas más viscerales que las que sentí al verte solo en pedazos en la morgue… Más rabia que aquella de saber lo que decían de tu muerte el Presidente, el Ministro, el exdirector de Medicina Legal... Es mi derecho a sentir rabia, a estar dolida, a querer la verdad, a soñar con imposibles como la justicia”. [1]

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La esquina regional

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[1] El texto completo en http://antigonagomez.blogspot.com/

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