Breve análisis

Al revisar la secuencia de las diecinueve constituciones expedidas desde 1830 hasta 1998, es decir, en ciento sesenta y ocho años de vida republicana, se puede observar que entre 1830 y 1845, en apenas quince años, se tuvieron cuatro constituciones, y luego, entre 1851 y 1869, nuevamente se promulgaron cuatro constituciones, dándose el caso extremo que la de 1851 solo tuvo un año de vigencia. Ocho constituciones en treinta y nueve años de establecida la república. Esto indica el alto grado de inmadurez e inestabilidad políticas en las que se debatió el país en esas primeras décadas. Para poder elegir en 1839 como presidente a Vicente Rocafuerte se convocó a una Asamblea Constituyente; luego, para elegir presidente constitucional a Diego Noboa, luego del golpe dado a su favor por el general Urbina, se volvió a convocar en 1851 a una Constituyente, pero como ese presidente no fue del agrado del general golpista, se convocó nuevamente a otra Asamblea, que eligió, al año siguiente, al descontento como presidente. No obstante, hay que reconocer que la Asamblea de 1851, terminó con el oprobioso régimen militarista extranjerizante que estableció Juan José Flores, pero lo reemplazó por otro de igual predominio de los militares, aunque esta vez nacionales.

La Constituyente de 1861 tiene una explicación política, pues el país salía de una etapa caótica y de una crisis que lo tuvo al borde de su disolución, pero la de 1869, solo se explica por el afán casi maniático, y en todo caso, lleno de fanatismo, de García Moreno, para convertir al Ecuador en un convento en el cual se obligue a todos a pensar conforme a sus criterio políticos y se persiga a todo el que no comulgue con sus ideas religiosas.

Luego del 6 de agosto de 1875, otro ambicioso se adueñó del poder. Y para consagrar su asalto al poder, se convocó en 1878 a la novena Convención y se promulgó la Constitución que Veintimilla, elegido en esa Convención presidente constitucional, pisoteó y trató como un papel inútil. Esa Constitución solo estuvo vigente por seis años y los llamados “restauradores”, para afianzarse en el poder, llamaron a una nueva Asamblea a fin de que dicte la décima Constitución y nombre presidente a José Maria Caamaño. Hasta allí, diez constituciones en menos de medio siglo.

Pero, en esas diez constituciones no existían diferencias de fondo. El Estado seguía siendo confesional; la educación seguía en manos de los establecimientos católicos; no se reconocía la libertad de cultos; se habían hecho débiles esfuerzos para acabar con el predominio de la Iglesia, consagrado en el Concordato entre el Ecuador y el Vaticano, y, en fin, los propietarios de la Sierra y de la Costa, eran los que dominaban el país y cometían toda clase de abusos contra la mayoría de la población desprovista de bienes de cualquier clase.

Solo a partir de la Constitución de 1897 y, más aún, de la de 1906, se vio surgir un país diferente, aunque no fuera más que en el contenido de los textos constitucionales. Gracias a esas constituciones se estableció una educación más acorde con los requerimientos de progreso del siglo que se iniciaba y se impulsó la educación de la mujer y su inserción en las empresas públicas. Se separó la Iglesia del Estado, lo que permitió el establecimiento del Patronato que devolvió al Estado la soberanía en cuestiones religiosas. Pero, a pesar de que la revolución liberal fuera traicionada y detenida en su profundización, es la Constitución de 1906 la de mayor duración que ha tenido el país. De 1906 a 1929, la rigió, y luego, en 1938, cuando se rompió el orden constitucional, por la brutal disolución de la Constituyente de ese año, fue puesta nuevamente en vigor. Claro que los “magos de las leyes” (Arroyo del Río, Andrés F. Córdova y otros) la acomodaron a los organismos que se habían creado posteriormente a esa fecha.

Se habían cumplido los cien años del establecimiento de la República y de las doce constituciones promulgadas hasta la fecha, la de mayor duración fue la de 1906, con 23 años de plena vigencia, y nueve más (de 1938 a 1945) de acomodada vigencia. La de menor duración había sido la de 1851(de febrero de 1851 a septiembre de 1852), y otras de corta duración fueron las de 1830(cinco años) y 1843(dos años).

Luego, la de 1945 resultó aún más fugaz, pues no duró sino de marzo de 1945 a marzo de 1946, en que fue rota por el golpe de estado dado por Velasco Ibarra y su ministro de gobierno, Carlos Guevara Moreno.

Las Constituciones de 1967 y 1978, cuya duración es mayor: once y veinte años, y luego la de 1998, no se han diferenciado en casi nada una de otra, pues han estado concebidas para mantener el predominio de los grupos económicos dominantes, cuyo brazo político ha estado representado por los partidos que se han turnado en el poder, tales como el velasquismo, el conservadorismo, el cefepismo, el socialcristianismo, la Izquierda Democrática, la Democracia Cristiana, el FRA, y últimamente los seudopartidos: sociedad patriótica y PRIAN.

Se hace, entonces, evidente que una nueva Constitución Política es indispensable, para reemplazar la actual que consagra el abuso de los partidos que han usufructuado del poder en los últimos cuarenta años, y han sumido a los sectores populares en las condiciones de pobreza, analfabetismo, atraso cultural y científico, pérdida de los valores éticos, y desesperanza. Una Constitución que elimine el cogobierno del Ejecutivo y el Congreso consagrado en la designación de los organismos de control, y que traslade esa posibilidad a las manos de la sociedad civil; que devuelva al pueblo la propiedad de las riquezas del subsuelo: petróleo, gas, minas; que asegure la propiedad estatal sobre los recursos hídricos; que devuelva la soberanía nacional violada ahora por la presencia de bases extranjeras; que elimine la impunidad de los ladrones del fisco, y configure una nueva forma de administración de la cosa pública, en beneficio de los sectores populares preteridos por siglos