A continuación el texto completo de la ponencia:

Agradezco en nombre de la Federación Latinoamericana de Periodistas, poder estar aquí en circunstancias históricas de gran trascendencia para la lucha estratégica por la independencia definitiva de nuestros pueblos.
Agradezco al presidente de la República Bolivariana de Venezuela, compañero Hugo Chávez, por su compromiso indoblegable al servicio de la lucha por un mundo mejor.

Y agradezco a todas las compañeras y compañeros que realizan Telesur, por la invitación que nos han hecho a compartir un encuentro que, por los temas en tratamiento, tiene una enorme importancia en la lucha por cambiar la correlación de fuerzas frente a los enemigos de nuestros pueblos.

Este, según creemos, es un momento tan especial del proceso revolucionario bolivariano, que excede en largo el momento histórico de un solo país.

La República Bolivariana de Venezuela, junto a la luz larga de la Revolución Cubana, ha colocado algo más que una piedra en el zapato del imperialismo.

Tanto desde aquí, desde este país, como desde Cuba, se está diciendo con fuerza al mundo entero que no se puede, ni se debe, continuar camino al abismo, tal cual lo propone el capitalismo, en su fase imperialista comandada por EE.UU. Todos estamos diciendo que no hemos estado, ni estaremos jamás, de brazos cruzados, mientras la humanidad y el planeta se desbarrancan hacia el vacío.

Y en un nuevo tiempo de lucha, que traza, muy especialmente, en América Latina y el Caribe, una nueva condición subjetiva para el debate de ideas, la aparición y desarrollo de Telesur significa un paso de gigante; primero, por su irrupción en la escena política y comunicacional y, luego, por su permanente convocatoria a extender las redes de un mensaje, de un discurso y de un pensamiento contrapuesto al mensaje dominante, al discurso hegemónico, al pensamiento único.

Destaco esto, no porque sea de práctica aplaudir al anfitrión, sino porque ese paso de gigante de Telesur, se ha dado cuando buscábamos, unos más, otros menos, trascender nuestros propios límites a la hora de dar un salto de calidad en materia de información-comunicación, tras la larga y riquísima lucha planteada por la prensa alternativa, alterativa, por la prensa propia, en su más variadas expresiones, al interior del movimiento popular, en los últimos cuarenta años, como mínimo.

La decisión de que Telesur ahora se abra a Europa y Asia, explica en términos estratégicos la idea de la Revolución Bolivariana, la idea de su líder, el compañero presidente Hugo Chávez, la idea de reconocer a la información-comunicación como parte esencial de la lucha ideológica, de la lucha política, de la lucha económica. Y no apenas como un complemento, como una cuestión instrumental.

La lucha por una alternativa al capitalismo, por un mundo mejor, requiere entre otras cuestiones profundas, plantearse en términos científicos-técnicos la expansión masiva del pensamiento y el discurso contrahegemónico. Eso, en el más elemental entendimiento de que en la lucha de ideas es absolutamente indispensable penetrar las líneas maestras de la industria cultural de masas y de la industria del entretenimiento: centros vitales de la reproducción ideológica dominante a escala planetaria.

Penetrar, decimos. O en su defecto –en un proyecto por etapas-, someter a asedio a esas líneas maestras, desde otra información-comunicación –y no únicamente desde la contra-información-; para impulsar progresivamente el avance hacia una nueva y mejorada correlación de fuerzas a favor de los explotados, marginados, excluidos. Es decir, a favor de tres cuartas partes de la humanidad.

Avanzar en proyectos de la naturaleza de Telesur y Radio Sur, defender y ampliar las radios comunitarias, los canales de televisión alternativos, las agencias de noticias contrahegemónicas prepositivas, ganar las calles de las grandes y pequeñas ciudades con la prensa propia de los que luchan, redoblar los esfuerzos de capacitación y formación sobre el rol de los medios y su importancia en la construcción de poder, son cuestiones básicas: todavía no exploradas a fondo, ni desarrolladas en orden con las exigencias de este nuevo tiempo. No exploradas ni desarrolladas como lo demanda el carácter de la lucha política e ideológica; ahora dinamizada muy por encima de las presunciones más optimistas ensayadas no hace tanto tiempo.

Nosotros como FELAP pensamos que la lucha económica, política, social y cultural debe exigirse programas de información comunicación que alimenten la práctica de disputa: por el total del poder. En tal decisión, la propiedad de los medios de información-comunicación –como parte medular de los medios de producción- debe constituirse, desde ya, en uno de los objetivos estratégicos, mientras se disputa todo el poder.

La revolución jamás es un hecho posterior, sino una construcción permanente, más allá de cuánto sea el poder conquistado y la correlación de fuerzas entre quienes se aferran a sus privilegios, a sangre y fuego, y quienes luchan por terminar con todo tipo de privilegios.

La construcción del Socialismo del Siglo XXI, por ejemplo, comporta necesariamente la construcción del mensaje y al mismo tiempo del vehículo capaz de hacer que el mensaje adquiera, por distintas vías, carácter masivo.

Y para ello necesitamos sumar a las grandes mayorías, no excluir a nadie. Y en esa lucha es nuestra tarea ampliar las posibilidades de que los soportes técnicos del mensaje, los soportes técnicos de la ideología que reivindicamos, sean nuestros en la medida que seamos capaces de construirlos o conquistarlos. Eso dependerá de hasta dónde llegue nuestra lucha por cambiar la correlación de fuerzas respecto de quienes se arrogan el derecho a la propiedad de las conciencias, la vida y la muerte de miles de millones de mujeres y hombres en este mundo.

La construcción de un mundo mejor, que no podrá seguir siendo capitalista, nos plantea saltar las vallas del fracaso del sistema de socialización capitalista, rompiendo esquemas que, por ejemplo en la profesión periodística, siguen atados a los intereses de las clases dominantes, a sus constituciones y sus leyes. Incluso a sus prácticas presentadas como naturales.

Es decir, a todo el esquema institucional de la dominación, que ha impregnado, incluso, a no pocas organizaciones de trabajadores de prensa que al insistir con la “pureza” de la profesión, entorpecen el ampliado de la fuerza propia, desconociendo a priori a todo aquel que no posea un título habilitante para el ejercicio del periodismo.

Es de gran importancia salirse cuanto antes de ese enredo. Un viejo y colosal enredo que ha atrapado a compañeras y compañeros de nuestras propias filas, poniéndolos a seleccionar quién no y quién sí puede ejercer la profesión como si ese fuera, en nombre de una determinada ética profesional, el parámetro de calificación en la lucha ideológica. No hay ética profesional sin ética social, entendida ésta como un compromiso con los intereses de las mayorías explotadas y humilladas.

No debe ser más importante, en las tensiones ideológicas, políticas, económicas, sociales y culturales del presente, quién comunica, sino qué se comunica y para qué se comunica. Y nuestras ideas no requieren de un paladar exquisito, sino de una voz que se multiplique. Por supuesto, elevando la calidad profesional, pero nunca al extremo de subordinar la ideología revolucionaria, la ideología transformadora, las necesidades de expresión de los que padecen, a las concepciones profesionalitas, sectarias, corporativistas.

De un lado de la comunicación estamos los que peleamos por un mundo mejor, del otro lado los que han hecho este mundo injusto, explotador, inhumano y alienante. Ampliar nuestras filas es un imperativo, por sobre cualquier tipo de veleidades profesionales, por encima de las tendencias academicistas que delimitan el campo de acción y las reglas de juego a los imperativos de la lógica dominante.

Aun a riesgo de aproximarnos a alguna simplificación, conviene partir de la idea de que todos somos periodistas, todos somos comunicadores. Desde ese piso es necesario hoy, frente a los retos de la humanidad, por salvarse a si misma y salvar el planeta, elevar el nivel de la disputa por la multiplicación de nuestras ideas, por la ampliación de nuestro mensaje, por la construcción de una conciencia ideológica que no caiga en la trampa de pretender humanizar el capital.

En el amplio campo de la disputa por un mundo mejor, todos los que estemos dispuestos a construir ese mundo mejor nos hemos ganado, desde ya, el derecho a informar y comunicar. La propiedad social de los medios de comunicación se disputa, construyendo la información comunicación que acreciente el carácter de la disputa ideológica, política y económica.

La propiedad social sobre los medios se conquista en la pelea cotidiana, aprendiendo –en la construcción de la otra información-comunicación-, a romper la dependencia consciente o inconsciente de los monopolios y oligopolios informativos comunicacionales, manejados por el gran capital.

La extraordinaria lucha de resistencia de numerosos movimientos sociales en toda la región, requiere de una mayor planificación estratégica en el campo de la información-comunicación.

Se necesita habilitar centros de capacitación sobre información-comunicación y poder, poniendo el problema de la propiedad de los medios como un tema prioritario en la agenda de lucha. Gran parte de la pretensión de ofensiva del movimiento de masas por un mundo mejor, radica precisamente en la capacidad que se tenga para articular y poner a luz no sólo el conflicto, sino, además, las ideas de transformación.

# Intervención en las Jornadas Internacionales “El derecho ciudadano a informar y estar informados”. Caracas 18 al 20 de mayo de 2007