La existencia mutilada de Camila es consecuencia del saqueo impune que viene de épocas lejanas.

La Cuarta Marcha Nacional de los Chicos del Pueblo empezó su recorrido de más de cuatro mil seiscientos kilómetros justamente desde ese punto de la geografía nacional porque allí habían muerto de desnutrición diecisiete niñas y niños de la comunidad mbya en sólo un mes a principios de 2006.

La sarna es una enfermedad que causaba la muerte en la edad media, en aquellos tiempos que la conquista de América y la explotación de los recursos humanos y naturales de África conformaron el prólogo del mercantilismo y que luego devendría en el capitalismo europeo.

La sarna mortal es sinónimo de la expoliación de América y África.

Por eso no es casual que un funcionario misionero haya hecho mención al otro continente consumido por los intereses de unos pocos.

Y África tercer milenio se repite en Argentina porque, en realidad, sigue indemne el sistema que exige los sacrificios de los más indefensos, de los más frágiles.

Camila no fue atendida a tiempo, dicen las crónicas periodísticas. No hubo tiempo para Camila. Las heridas se infectaron y en dos semanas, África estalló en su cuerpito.

Larvas de moscas merodeaban las lastimaduras de la sarna de Camila.

Otros profesionales deslindaron responsabilidades y sugirieron que el asesino fue el germen, el microbio y no el sistema del desprecio y la desidia acumulados que africanizan la vida de las mayorías en el tercer mundo.

Por dos semanas Camila no fue a la escuela "porque las heridas en los pies ‘le impedían calzarse’, pero durante los primeros días no recibió atención sanitaria porque ‘no parecía tan grave’, señalaron vecinos de la zona. Recién cuando la pequeña se descompuso fue llevada al hospital zonal y de ahí al Pediátrico, pero la falta de tratamiento inicial derivó en una asepsia general y en una infección en los pulmones, que provocó su muerte", apuntan los medios de comunicación.

Las familias que viven en el mismo lugar en que intentaba ser feliz la nena de doce años, soportan los efectos de una contaminación permanente. Esos grupos humanos llegaron allí luego de ser trasladados por la construcción del varias veces llamado monumento a la corrupción, la represa de Yacyretá.

Dicen que es tan difícil vivir que muchas pibas y pibes están atrapados por las redes de las adicciones, consumidores consumidos que no hacen más que demostrar la ausencia de significado de la palabra futuro. Hay otras sarnas que no vienen del medio ambiente en esos barrios misioneros.

Lo peor de África está vivo en el noreste argentino, en una de las tierras más ricas del continente.

Y no es por una cuestión casual, sino porque la matriz de saqueo e indiferencia sigue inalterable. Una nena de doce años forma parte de la evidencia permanente.

# Agencia APE (Argentina)