Esta fecha nos encuentra a los periodistas-trabajadores de prensa en un momento en que los planteos generalizados en demanda de aumentos salariales se suman a reclamos en defensa de los derechos laborales y profesionales, preocupaciones todas que forman parte de la búsqueda permanente de un trabajo, un periodismo y una comunicación dignas. En definitiva, una vida digna.

Este tiempo, con su particularidad, no deja de reproducir el sentido original de muchas luchas llevadas a cabo por los periodistas: desde aquellas encaradas en etapas de rupturas conceptuales, que planteaban un nuevo orden mundial no sólo en materia comunicacional, -y que tuvo entre sus actores principales en esa disputa a nuestros compañeros de prensa desaparecidos- hasta la desigual confrontación contra el neoliberalismo de la década del ’90 y su política de destrucción de conquistas históricas, a pesar de lo cual los trabajadores de prensa logramos preservar el Estatuto del Periodista y los Convenios Colectivos.

Enfrentar el argumento de hacer coincidir el interés de las megacorporaciones mediáticas con la única definición posible de libertad de prensa, en un proceso de concentración económica y comunicacional que no reconocen antecedentes –ni en Argentina ni en el mundo-; revalorizar las experiencias e iniciativas de comunicación alternativa, contrahegemónica, como método de construcción de otro tipo de comunicación que se mueva por fuera de la lógica dominante; fortalecer el valor de la lucha colectiva, con una actitud solidaria en la batalla por un periodismo comprometido con la verdad, cuya ética forme parte indivisible de la ética social, fueron y son parte de una lucha integral que no puede estar ausente hoy en la discusión sobre el rol del periodista y el derecho a la información.

La precarización laboral y profesional, el trabajo en negro, la explotación patronal de las pasantías, el incumplimiento empresarial de la extensión de la jornada laboral, la polifuncionalidad, la negativa a respetar derechos de los periodistas-colaboradores son parte de un inventario, no nuevo, que a su lado tiene una columna que reúne una gran cantidad de batallas encaradas por los trabajadores de prensa para enfrentar esos atropellos, esas injusticias y persecuciones, todas ellas sistemáticamente ignoradas por los dueños de la información que se atribuyen la condición de garantes de la libertad de prensa.

Cada conflicto, cada asamblea (más allá del tema puntual que lo provoca), cada encuentro, cada reunión entre periodistas-trabajadores de prensa recrea inquietudes e interrogantes acerca de un trabajo y una profesión que, vale recordarlo, desde el retorno de la democracia, registra el crimen impune de Mario Bonino y una sensación similar en el caso del asesinato de José Luis Cabezas.

Este 7 de junio los periodistas, una vez más, tenemos para reconocer un nuevo paso dado en la convicción de la necesidad de enfrentar colectivamente aquello que nos afecta como periodistas-trabajadores de prensa, superando visiones apenas corporativas y entendiendo que somos parte de quienes pelean por una justa y equitativa distribución de la riqueza y no sólo cronistas de una realidad que pretendemos distinta.