Quiero decir en defensa de los elementos, del clima, de la lluvia bendita y de los necesarios ciclos en la temperatura, hoy señalados y condenados, al alimón por el Minagricultura y el neo- Min Hacienda, y sin derecho a defensa, como los responsables de los boquetes, cual si fuesen losas de Transmilenio, en la capa de la economía nacional.

Y eso que no hubo fenómeno del niño, ni de la niña, ni ha llovido ni helado más que en otros años. Las causas habría que buscarlas termómetro arriba y quizás se puedan hallar, sin necesidad de interceptaciones o espionajes, en otros lados. La cuarta ley de la termodinámica política dice que cuando el aire se calienta, como sucedió por culpa de las fiebres y las verborreas de abril, todo tiende a subir: el desempleo, la inflación, la gasolina, la carne, la canasta familiar y para utilizar esos eufemismos que tanto gustan en el Dane o en Planeación Nacional, sube la depreciación del dólar.

Son muchas cosas a la vez como "bautizo" del recién ingresado y aún habitante del limbo de empalme, Oscar Iván Zuluaga. Uno de los que debe estar muerto de la dicha es don Alberto Carrasquilla; claro, no por la escalada alcista que de todas maneras lo toca a él, por más "ex" que sea, o así esté ganando en divisa extranjera, sino por haberse bajado a tiempo de ese potro de los manejos económicos del país cuando apenas comenzaba a relinchar.

Carrasquilla sabe (para seguir en ese ambiente equino tan nuestro) que el viejo corrido mexicano que suena en cuanto cumpleaños, celebración, recibimiento o despedida política hay en el país, se quedó corto cuando dice en su letra que no hay que llegar primero sino hay que saber llegar. Si su autor, José Alfredo Jiménez, estuviera vivo o Roberto Gómez Bolaño activo, dirían en el nuevo siglo (el siglo XXI, se entiende) que no hay que llegar primero sino hay que saberse ir.

Lo saben y lo cantan el ya mentado Carrasquilla, Fabio Echeverry, Sabas Pretelt, Jaime Bermúdez, Ricardo Galán y buena parte del séquito de funcionarios que penas aguantó el primer cuatrienio. Es lo que en estudios políticos se llama el "timing", que mal traducido sería algo así como el manejo oportuno de los tiempos en las decisiones.

El timing es una especie rara fruto de la intuición, el olfato, la paciencia y muchas veces, de la chiripa. Maestros del timing son Uribe, César Gaviria y el mismo Gustavo Petro. No lo conocen y por tanto no lo aplican Dilian Francisca Toro, George Bush, el Ministro Arias con su temperamento, El canciller Araujo con su reciente par de metidas de patas (menos mal sólo tiene dos) y Carlos Moreno de Caro, que no necesita explicación.

Quizás saben de timing, pero no le creen, Ernesto Samper, María Emma Mejía y especialmente Horacio Serpa, que no gana una elección desde que doña Rosita le dio el sí matrimonial (precisamente a él que no sabe decir no. Como dicen las señoras, está que ni pintado para una nueva campaña, pero esta vez de planificación).

Saben que existe el timing pero les importa un pito, Lucho Garzón, o un jopo, como lo ha mostrado Antanas Mockus... En fin.

Esa es la diferencia entre los buenos políticos y los políticos de éxito, medidos en términos de favorabilidad, porque si lo hacemos por resultados, habrá que, aprovechando que el fiscal está de viaje, declarar culpables sin ningún beneficio al viento, la lluvia y a todos los demás elementos.

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