Televidentes seducidos -¿o acorralados?- por los cuatro costados y en distintos formatos: un conductor, tres invitados, llamados telefónicos; dos conductores, cinco panelistas, conectados con exteriores; tres analistas-conductores, dos o tres familiares de cualquier participante. Todos, hasta donde pudo la democracia, hermanados o bailando por un sueño.

La vida y el chisme. Días, semanas, meses y años, con semiólogos, psicólogos, sociólogos, comunicólogos, explicando la conducta colectiva dentro de los Reality Show. Así en Holanda –allí también ocurre-, como aquí, en la Argentina de Marianela. Y dale con Marianela. En la Argentina de Fuentealba. Y dale con los asesinatos.

La casa, la Gran Casa, es de todos, de los de adentro y de los de afuera. Y el sueño del baile es compartido, ¿qué más se le puede pedir a la democracia?: la casa de todos y el sueño compartido. Y el Gran Jurado, en los dos casos, demostrando que el pueblo unido levantaba o bajaba su pulgar, haciendo uso pleno de sus facultades democráticas. ¿Cuántos puntos de raiting vale la intención? No tiene precio.

Democracia y transparencia, habitación por habitación, con cámaras enfocando el lateral aguileño de alguna nariz, o trasladándose al jardín para la toma intrigante de un ángulo de la piscina azul. Nada se esconde, todo se conoce: los enojos, la abulia, la tristeza, la expectativa, la crítica constructiva, la palmada solidaria, la prostituta, la alegría, el ex convicto, el gay, la mimosa, la de mayor temple y sagacidad, el menos convencido. “Nada debajo de la alfombra”. Todo es “glasnost” (o la transparencia de la más profunda oscuridad de la época).

Democracia y transparencia, la ducha y el que canta debajo de la ducha. Escasean los secretos y se revelan incesantes los cuerpos bien torneados de bailarinas y bailarines, capaces de pasar del chamamé a la salsa en un abrir y cerrar de ojos. Gente como uno que, quizás por pura casualidad, exhiben de conjunto relucientes dentaduras, signo de la salud dental de un pueblo que, por alguna vía, tenía que empezar a resolver el dilema de sus caries. Gran Hermano, impacto y expresión del deseo bajo vigilancia. Quizás la imaginación literaria de George Orwell en su obra “1984” nunca alcance a explicar cómo la advertencia implícita y crítica de sus textos haya inspirado a pocos para que muchos gocen mirando, opacados en las transparencias

# Nota publicada en la revista Movimiento Continuo número 1, junio 2007