La notable pensadora norteamericana Susan Sontag, tiempo después, llamó la atención sobre la "extensa confluencia entre tortura y pornografía" que subyacía a esas imágenes.

Vivimos en un mundo que, cada vez más, se entiende a sí mismo a través de imágenes. Y los sucesos de Abu Ghraib fueron apenas otra forma, sin duda descarnada, de demostrárnoslo. "El presidente Bush -destaca Gustavo Alemany, maestro de fotógrafos e investigador- salió ante ese hecho a decir que estaba horrorizado con los sucesos, cuando en verdad estaba horrorizado con esas fotografías. Salió a decir que iba a tomar medidas, y estas medidas fueron que al día siguiente sus soldados ya no podían portar, junto a sus armas, un arma mucho más peligrosa que eran los teléfonos celulares con cámara".

Entrevistado por Sin Zapping, el programa de la UTPBA que se emite por Radioeter, Alemany analizó: "Esas fotos que entraron en la historia no fueron sacadas por ningún documentalista ni por nadie que estuviera buscando una denuncia. Fueron tomadas por los mismos soldados, que sacaron las fotos para enviarlas a sus familiares, como si estuvieran disfrutando, como si fueran una postal de su paso por Irak. De hecho aparecían sonrientes. Y las fotos pasearon por el mundo haciendo tambalear al gobierno más poderoso del planeta desde el punto de vista bélico. Causaron conmoción en todo el mundo, logrando esas fotos más que lo que ningún semiólogo ha podido lograr en décadas, y es que tengan mayor realidad la fotografía que aquello visto y mostrado."

"La imagen es lo que nos condiciona, lo que nos moldea", advierte. "A través de ella se constituyen todos los discursos, ya sea para comprar o para vender pero también para informar y entretener". Sin embargo, no siempre tenemos conciencia de la complejidad de la estructura de una imagen.

Como en cualquier otro formato de expresión vinculado al periodismo, para Alemany, las imágenes forman parte de un entramado ideológico que se escuda detrás de una falsa objetividad. "La imagen fotográfica o videográfica, por poner un ejemplo, tienen muchas particularidades. Una de ellas es la de presentar aquello visto por el fotógrafo o realizador como si se tratara de la gran verdad, la única verdad. Un supuesto carácter de objetividad de la imagen que le ha hecho mucho mal, por que no pone en evidencia que en realidad hay una opinión subyacente. Como en los otros formatos, la imagen transmite una opinión, mi imagen dice qué opino yo de un tema o que opina el realizador".

Una pedagogía visual

En este sentido, Gustavo Alemany propone acercar a los ciudadanos las herramientas para aprender a mirar. "La cuestión es que todos los saberes y conocimientos en relación a la imagen que circulan en espacios académicos o profesionales, todavía están muy lejos de quienes le otorgarían un sentido real", explica. "Y esa razón de ser, ese sentido real, lo otorga la misma sociedad, destinataria de todos estos mensajes basados prácticamente en imágenes".

Su apuesta por una pedagogía visual quedó plasmada en el libro Cuestión de imagen: el sentido de la educación plástica en la escuela, que publicó en 2000 junto a Mariana Spravkin. Y se multiplica en los cursos, talleres y seminarios que cada año lleva adelante en diversos ámbitos, entre ellos, el Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA) y el Instituto de Arte Fotográfico y Técnicas Audiovisuales (IDAFTA).

"Me parece un poco distante que estos saberes circulen cerrados en espacios académicos, sin que sean bajados a un plan de alfabetización popular. Yo considero que si hoy nadie niega que lo visual conforma un lenguaje que condiciona tanto nuestra existencia, ¿cómo es que no se enseña ya desde la primeras instancias formativas, desde niño?"

El fotógrafo destacó que "el ciudadano puede no leer un texto, pero nadie puede dejar de leer imágenes. Y en general se realiza una lectura ingenua."

Los excluidos de siempre

En la era de las cámaras digitales, todos somos potenciales productores: "Antes, la gente se limitaba al rollito que una familia fotografiaba en los cumpleaños o las vacaciones, mientras que ahora se sacan fotos todo el año."

Junto a este fenómeno, apunta Alemany, se produjo una multiplicación de los espacios de exhibición. "Uno de ellos es Internet -señala- y tiene sus particularidades. Ese álbum familiar que antes estaba limitado al círculo de gente que venía a tu casa con tiempo y ganas de mirar fotos, y que por ejemplo en mi familia se daba con el ritual de correr los sillones y proyectar las imágenes de las vacaciones en la pared, ya no está más. Y entre los nuevos formatos, debemos señalar una característica que es la ausencia de control. Con las fotos subidas a Internet, no sólo no se puede controlar hacia donde van, sino que no podes garantizar que no sean retocadas sucesivamente, hasta ser notoriamente alteradas."

Con la tecnología digital, todos podemos ser productores, pero no todos lo seremos. Alemany recuerda que la propia fotografía analógica resultó, al momento de su nacimiento, "una forma de democratizar las formas de representarse de las sociedades. Cuando apareció, ésta tuvo su auge en lo que fue la clase burguesa europea, que encontró en ella una forma de representarse. Esto significó un alivio para los bolsillos, ya que no todos podían tener un pintor que les realizara retratos".

"Hoy, con la fotografía digital, también se dice que se ha democratizado porque todos van a disponer de cámaras digitales. Aunque la verdad es que no todos van a poder acceder a una de ellas. Los excluidos de tantas cosas, también lo estarán del acceso a este dispositivo".

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