Las declaraciones del presidente y ministros que afirman hemos adquirido una velocidad de crucero en la economía que hay que mantener (alrededor de 8% anual), son plausibles. Es un error sacrificar todo en aras del grado de inversión, y gobernar en función de los privilegios de las transnacionales y el andamiaje construido en los noventa y mantenido por Toledo y el gobierno actual.

Pero lo más grave es que se pretenda atribuir a los mineros, las regiones, y los trabajadores que reclaman sus derechos, no solo el atentar contra el crecimiento de la economía, sino trabajar para Chile.

No son los trabajadores ni las regiones quienes le han entregado sectores estratégicos de la economía a los vecinos, ni los que han firmado un TLC que solo los favorece, consolidando asimetrías existentes. Ni los que llevan adelante la nefasta política de cuerdas separadas, ni los que impiden la compra de las grúas pórtico en el Callao o quieren maniatar a Enapu, o impiden el relanzamiento de la Marina Mercante o que hacen una pantomima con la política de cielos abiertos a favor de LAN ,o a los que ofrecen inversiones en infraestructura y tierras para construir un gasoducto que lleve el gas de Camisea a Chile, o que implementan una suicida política de desarme unilateral con el cuento de la seguridad cooperativa, o que impulsan una ataque sistemático a las Fuerzas Armadas tratando de destrozar su moral, o que prepagan deuda externa y le niegan los recursos a Defensa.

Esta seguridad cooperativa con nuevas amenazas que excluyen las tradicionales de apetitos expansionistas, ha llevado al gobierno a gestos de generación de confianza. Las reuniones del 2 + 2, citas de altos jefes militares, operaciones conjuntas, colocación del busto de Pratt en la Escuela Naval, la autorización de entrada de militares chilenos para dos meses en la selva (¿pidieron permiso al Congreso?).

Mientras tanto Chile se arma hasta los dientes y hace maniobras en frontera, emplaza sus F-16 y demás maquinaria bélica apuntando al Perú, emite series como “Epopeya” donde aparece Grau como un asesino lo mismo que Cáceres, distorsionando la historia y con amenazas explícitas sobre respeto a inversiones y los tratados y que están listos para cualquier escenario. Se permiten sus empresarios exigirle a viva voz al jefe de Estado que cambie legislación que supuestamente les afecta, financian viajes de poetas e historiadores para cambiar la historia, humillan nuestros símbolos y borran la memoria colectiva. Lo último fue la provocación de poner escudos chilenos en las estatuas de Grau y Bolognesi en Tacna con la incomprensible presencia del presidente del gobierno regional, que obligó a la población a borrar la afrenta.

Pero, lo inaudito es que no sólo desconocen la controversia marítima sino que pretenden desconocer las frontera terrestre fijada en el Tratado de 1929, en una escalada preocupante. Pero todos los voceros del gobierno dicen que ni aún eso puede enturbiar las cordiales relaciones con el vecino país.

¿Quién trabaja entonces para Chile? Cuidado que la Constitución exige la defensa de la integridad territorial a todo peruano, y sería bueno que el gobierno no la viole. Esto implica suspender el TLC con Chile enviándolo al Congreso para su revisión, suspender el mecanismo 2 + 2, cumplir con todos los proyectos congelados, y sin mayor dilación buscar una solución pacífica de controversia en La Haya.