En efecto, ante la insistencia norteamericana de transformar los campos del planeta en reservorios de etanol para mantener el derroche del consumismo capitalista, empieza a imponerse el razonamiento asentado y cuerdo de quienes comprenden las severas trampas y los grandes riesgos que en todos los sentidos comporta la locura de George W. Bush.

Es de imaginar que los dirigentes de Beijing, con su ancestral sapiencia, comprenden claramente que embarcarse en el cambio de alimentos por combustible para coches automotores significa un severo atentado contra el derecho alimentario de su amplia población y la del resto del orbe, e incluso, como medida inmediata, se proponen que sus cuatro empresas dedicadas a producir etanol dejen de utilizar el maíz como materia prima básica, para optar por otros gestores alternativos.

Ha trascendido que en el propio Brasil, que junto a los Estados Unidos acapara los primeros lugares globales en la entrega de etanol, entidades como el Instituto de Pesquisa Económica Aplicada recomendaron a los destiladores locales que dejen atrás las aspiraciones de convertir a la nación en un una suerte de "Golfo Pérsico" de los biocombustibles.

Para los expertos, en el 2013 la actual producción nacional de etanol, de unos 17 mil 700 millones de litros, será más del doble, pero se supone que habrá una intensa competencia internacional.

Por otra parte, la carrera del alcohol ha comenzado a encarecer con ritmo inusitado el valor de las tierras, y la tendencia se está extendiendo por todo el inmenso territorio sudamericano.

Por ejemplo, en las áreas para el cultivo de la caña de azúcar, el precio de una hectárea de tierra se disparó de cuatro mil 900 dólares a ocho mil 330 dólares.

Por si fuera poco, desaparecen los cultivos alimentarios para dar paso a aquellos que sirven para obtener etanol. Así, en el brasileño estado de Goiás la tierra destinada a alcoholes es 160 veces mayor que la usada para la obtención de granos de consumo humano.

Y por si fuera poco, hace apenas unos días el relator especial de la ONU para la alimentación, Jean Ziegler, denunció que la locura del etanol puede estar condenando a muerte a infinidad de personas en el mundo.

Hay en el planeta 845 millones de hambrientos, y muchos de ellos están virtualmente condenados a fenecer por inanición si en el orbe se implanta la ilógica de fabricar biocombustibles a toda costa y a todo costo, como oportunamente denunciara nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro.

Agencia Cubana de Noticias