por Félix C. Calderón

Con fines lúdicos resulta de interés hacer un análisis del “reportaje” divulgado el 17 de junio por el diario El Mercurio de Chile acerca de las supuestas tratativas bilaterales para establecer en el Perú una base militar estadounidense. Quien esto escribe desconoce cuan de cierto hay en todo lo que allí se dice, pero tampoco es importante; por cuanto, el objeto de este artículo es examinar la noticia en sí, así como la entrelínea a fin de decodificar lo que se quiere decir subliminalmente.

En primer lugar, es fácil colegir luego de su lectura, que se trata de un “reportaje” que busca poner sobre el tapete de la actualidad, en condiciones distintas, un tema que de otra forma no lo estaría. En estos casos la prensa jugaría de tradicional aliada, dándole visos de credibilidad a los comentarios lanzados mediante las clásicas referencias a importantes fuentes oficiales anónimas. Ergo, por su oportunidad el reportaje resultaría más de interés oficial que público.

En segundo lugar, el hecho que se haya tomado como pretexto de dicho “reportaje” la visita realizada hace más de un mes a Santiago del almirante James Stavridis, comandante del Comando Sur (del 9 al 12 de mayo), aparte de confirmar lo antedicho, sirve asimismo de indicio para determinar qué es lo que se persigue. Por ejemplo, se dice que esa visita permitió que “en las conversaciones también es(té) presente un tema relacionado con este país (vale decir el Perú).” Más, no se dice de quien partió la iniciativa ni qué es lo que realmente se conversó. Por tanto, se confunden los planos para actualizar el tema y así poder transmitir el mensaje oficial por vía periodística.

Esto último se aprecia en mayor medida cuando, tras hacer una somera exposición del tema, se cita en abono de lo dicho a fuentes importantes “del ámbito de inteligencia chileno” y de su propia Cancillería, parafraseando inclusive el comentario de un “importante funcionario” de La Moneda “que conoce el tema.” En suma, por el contexto y con base en lo que se dice, se trataría de una movida de carácter preventivo para dinamitar o abortar algo, de allí lo de “preocupación” y la referencia expresa a “las autoridades chilenas” en lo que supuestamente “Lima estaría negociando a cambio de.”

¿Y cuáles son las razones que suscitan la inopinada preocupación de Chile? De acuerdo con el citado “reportaje” son esencialmente dos: (i) “posible adquisición de material bélico a precios convenientes, cooperación en materia de defensa, etc.”; y, (ii) “los riesgos para las relaciones bilaterales (peruano-chilenas), pues podría derivar en la llegada de más tecnología y material bélico para las fuerzas armadas peruanas, afectando a todo el entorno regional (sic).”

Por supuesto, el serio problema que confronta el Perú con el recrudecimiento del terrorismo a causa de su alianza repudiable con el narcotráfico no sería razón válida dentro de este marco maniqueo con que se percibe la seguridad. Tampoco lo sería la ventaja que, inversamente, podría tener para el Perú el estabilizar su seguridad dentro del entorno regional por interpósita potencia, reduciendo más bien sus gastos militares. Nada de eso parecería importante para el vecino aquejado de monocentrismo.

Por el contrario, lo que de repente se buscaría deslizar subliminalmente es que interesa que el Perú sea un país inestable, amenazado por el flagelo terrorista y el narcotráfico. Entonces, el objetivo podría ser el de influenciar la agenda de la política exterior peruana planteando el problema de la supuesta “base militar” como un fait accompli para de esa manera procurar que se dé marcha atrás de haber algo. Esto explicaría el que se magnifique indebidamente “la posible adquisición de material bélico a precios convenientes”, aún a sabiendas de que para adquirir material bélico moderno, a la luz de la experiencia chilena, no basta ni es estratégico tener un solo proveedor.

De igual manera, el segundo argumento que se trae a colación “los riesgos para las relaciones bilaterales”, vendría a ser un contrasentido, porque jamás Estados Unidos a lo largo de su historia ha confrontado a sus aliados. Y tanto el Perú como Chile son aliados de Estados Unidos, desde el punto de vista del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Fluye, por tanto, de la entrelínea que el mensaje no es el que se dice o quiere decir, sino otro implícito, menos altruista y más pragmático o tremendamente maquiavélico.

Ahora bien, ¿a quien va dirigido ese misil periodístico con contenido subliminal? Evidentemente a lo que se da en llamar en el Perú “la rabanería caviar” de impronta antipatriótica que por los dólares que mueve puede, paradójicamente, soliviantar el cotarro “anti-imperialista” para de este modo dinamitar o abortar lo que se da por cierto, sin parar mientes en la seguridad y la estabilidad política. Dicho de otra manera, podría producirse una conjunción de intereses por razones distintas a fin de que el Perú siga distrayendo valiosos recursos en su lucha contra una elusiva y cobarde amenaza interna en circunstancias que las fuerzas del orden deben, además, a diferencia de los bárbaros terroristas, hacer frente a la amenaza judicial cuando se habla de “excesos.”

El reciente ataque terrorista o de narco-terroristas, como quiera llamárseles, en Tocache recuerda lo ocurrido en Machente en diciembre último, y sirve de prueba elocuente para demostrar la magnitud de la amenaza y de por qué mientras el Perú tenga que luchar contra ese flagelo se encuentra en desventaja con relación a su entorno regional. Surge, por tanto, la pregunta: ¿A quien favorece geo-estratégicamente ese foco de inestabilidad en el Perú?